La Convención Republicana que ha oficializado la candidatura de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha dejado en evidencia las fracturas internas del partido. El desaire de Ted Cruz al negarse a respaldarle demuestra que, bajo los globos y el confeti, hay un partido desunido. Porque es muy sintomático que a escasos meses de las elecciones presidenciales los rivales que se disputaron la candidatura en las primarias no cierren filas en torno al vencedor.

La estridente personalidad de Donald Trump choca con el perfil clásico de los conservadores y con los representantes del ala moderada del partido. Varios de los delegados que han asistido a la Convención reconocen que votarán a Trump únicamente por el rechazo que les generan las propuestas de Obama y Hillary Clinton. Pero frente a ese voto de la resignación, sería absurdo no reconocer que el magnetismo de Trump ha atrapado ya a millones de estadounidenses descontentos con la marcha del país.

"La ley y el orden"

A ojos de muchos europeos, Donald Trump personifica lo peor de Estados Unidos: el nacionalismo xenófobo con tintes racistas que se alimenta de la ignorancia de una clase media y baja que ha visto cómo se deterioraba su situación en los últimos años. Trump ha recogido hábilmente el descontento social con un discurso populista en el que los inmigrantes, los terroristas y los políticos pusilánimes aparecen como las grandes amenazas para el país. Por eso en la clausura de la Convención Republicana se presentó como "el presidente que devolverá la ley y el orden" y quien "defenderá al ciudadano de a pie ante las élites”.

El multimillonario neoyorquino no ha dudado en adornar su combativa oratoria con la mentira, y ha empleado datos falsos para difundir su mensaje contra la emigración o la inseguridad. Por otra parte, incluso en su propio partido saben que resulta técnicamente imposible detener la inmigración ilegal erigiendo muros en la frontera con México o acabar con el terrorismo islamista en un visto y no visto con una intervención militar en Oriente Medio.

Duelo incierto

Su mala prensa -ganada a pulso-, su discurso contra las minorías y la propia discordia entre los republicanos benefician a Hillary Clinton, pero la candidata demócrata no puede confiarse. A pesar de que las últimas encuestas la sitúan por delante de su adversario, los sondeos también indican que genera muchas dudas entre los estadounidenses. La investigación que ha llevado a cabo el FBI por un supuesto uso indebido de su correo electrónico cuando era secretaria de Estado ha dañado su reputación en la última curva previa a la campaña.

Subestimar a Trump sería un gravísimo error. Aquel candidato al que tildaron de ridículo cuando empezó la carrera por la nominación republicana ha ido superando todos los obstáculos y acaba de consagrarse como aspirante a la Casa Blanca. Causa desazón que en ese duelo incierto se vaya a jugar el futuro de la primera potencia del mundo.