Altar dedicado al presidente iraní Ebrahim Raisi y otros pasajeros del helicóptero, ante la embajada iraní, en Bagdad.

Altar dedicado al presidente iraní Ebrahim Raisi y otros pasajeros del helicóptero, ante la embajada iraní, en Bagdad. Reuters

Oriente Próximo

La muerte de Raisi abre una nueva lucha por el poder en Irán en plena crisis regional e interna

Según muchos expertos, el presidente iraní era el principal candidato para suceder al líder supremo Alí Jamenei. 

21 mayo, 2024 02:22

La inesperada muerte del presidente iraní Ebrahim Raisi en un accidente aéreo ha agitado profundamente la política iraní. Raisi no era precisamente conocido por ser un dirigente carismático ni por su pensamiento original; era más bien un leal seguidor del líder supremo. Sin embargo, su fallecimiento no sólo plantea la cuestión de la sucesión presidencial, sino que también reaviva el debate sobre quién sucederá al anciano ayatolá Alí Jamenei como líder supremo.

Raisi, que falleció en un accidente de helicóptero el pasado fin de semana junto con ministro iraní de Exteriores cuando volvían de inaugurar una presa, era considerado como uno de los principales candidatos a suceder al líder supremo. De hecho, su ascenso a la presidencia ha sido observado frecuentemente como parte de una consolidación del poder en manos de los partidarios de la línea dura decididos a apuntalar los pilares de la República Islámica, frente a la disidencia interna y los enemigos regionales como Israel y Arabia Saudí. Además, con su figura, se pretendía garantizar una sucesión sin sobresaltos cuando el líder supremo, de 85 años, falleciera.

Técnicamente, el presidente de la nación es el segundo cargo con mayor rango en Irán, aunque el verdadero poder reside en Jamenei y las facciones dominantes del régimen islámico. A diferencia de sus predecesores, que a menudo estaban en tensión con estas facciones, Raisi estaba totalmente alineado con ellas, actuando más como un ejecutor que como un formulador de políticas. Esto lo hizo impopular entre la población iraní, aunque le convirtió en una poderosa figura dentro del sistema político, postulándolo como posible sucesor de Jamenei, quien ha gobernado el país desde 1989 y cuya salud es motivo de rumores.

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¿Quién sucederá a Raisi?

El artículo 131 de la Constitución iraní establece que será el vicepresidente primero, Mohamad Mojber, quien asuma el puesto temporalmente. No obstante, es poco probable que Mojber tenga una influencia significativa o que intente suceder a Raisi. Según la Carta Magna iraní, será sustituido por otra persona tras unas elecciones que se celebrarán en un plazo de 50 días desde la muerte de Raisi. Sin embargo, estos comicios llegan en un momento complicado para el régimen clerical, que se enfrenta a una crisis con Israel y a disturbios internos debido a una economía en problemas.

A pesar de ello, la posibilidad de un cambio significativo en Irán con las próximas elecciones es poco probable. El investigador Jonathan Panikoff, en un artículo publicado en el Atlantic Council, señala que tras la muerte de Raisi, el Consejo de Guardianes —el órgano que determina qué candidatos pueden presentarse— será más cuidadoso que nunca con la elección de los candidatos a presidente, garantizando que el próximo mandatario pueda defender y proteger la revolución en un momento de agitación nacional y regional.

Varias mujeres lloran la muerte de Raisi en Teherán.

Varias mujeres lloran la muerte de Raisi en Teherán. Reuters

Tampoco los iraníes han depositado su confianza en las urnas, las cuales la mayoría de los analistas consideran como elecciones poco abiertas, justas ni libres. En los últimos comicios parlamentarios de marzo, las autoridades informaron de una participación históricamente baja, inferior al 41%, aunque algunos expertos sostienen que la participación real fue en realidad cercana al 15 o 16%.

Mientras los leales al gobierno se agolpaban en las mezquitas y plazas del país para rezar por Raisi, la mayoría de los comercios permanecieron abiertos y las autoridades hicieron pocos esfuerzos por interrumpir la vida cotidiana. "¿A quién le importa? Muere un partidario de la línea dura, otro toma el relevo y nuestra miseria continúa", comentó a Reuters un tendero de la ciudad de Yazd, en el centro del país.

La sucesión de Jamenei

La muerte de Raisi podría allanar el camino para otro gran candidato: Mojtaba, hijo de Jamenei y miembro de la Asamblea de Expertos, el grupo responsable de seleccionar al nuevo líder supremo. No obstante, el ascenso de Mojtaba iría en contra de los principios establecidos por el fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruhollah Jomeini, quien derrocó una monarquía hereditaria que considerada ilegítima. El propio Jamenei ha dicho recientemente que un gobierno hereditario no es islámico.

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Ante la incertidumbre provocada por la muerte de Raisi, un exfuncionario iraní afirmó a Reuters que se espera que actores poderosos, como la Guardia Revolucionaria y clérigos influyentes de Qom, redoblen sus esfuerzos para influir en el proceso de elección del próximo líder supremo. "La muerte de Raisi es un golpe para la clase dirigente, que ahora no tiene otro candidato", dijo el funcionario, añadiendo que, aunque se creía que Raisi había sido preparado para suceder a Jamenei, nadie sabía con certeza cuáles eran las intenciones de Jamenei.

Otras dos fuentes familiarizadas con el asunto dijeron que la Asamblea de Expertos había retirado el apoyo a Raisi hace unos seis meses debido a su impopularidad, reflejo de las dificultades económicas causadas por las sanciones internacionales y la represión desatada tras las protestas surgidas en el país tras la muerte de Mahsa Amini. Anteriormente, Raisi formó parte de una de las comisiones responsables de la ejecución masiva de presos políticos en 1988, lo que le valió los apodos de "Carnicero de Teherán" o el "juez de la horca". Una de esas fuentes indicó que clérigos influyentes favorables a Raisi habían estado presionando intensamente para que su nombre volviera a figurar en la lista de posibles candidatos.

En todo caso, su muerte introduce una gran incertidumbre en la cuestión de la sucesión y podría dar lugar a una lucha de poder dentro de la política iraní. “Su muerte podría dar lugar a luchas internas en el régimen como nunca hemos visto desde principios de los años 1980”, explicó Alex Vatanka, director del programa Irán del Instituto de Oriente Medio en Washington.