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    "Entendí desde los primeros días de encarcelamiento que el terreno de mi lucha había pasado de ser la calle y la gente a limitarse a mi celda y mi mente".

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    "Mi familia me ha acompañado con sus visitas, con su afecto, se ocupan de mis alimentos, de mis necesidades básicas. Confieso que el estar separado de mis hijos y no poder compartir con ellos la plenitud de su crecimiento ha sido una enorme tristeza que he buscado compensar con las visitas".

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    "Saldré fortalecido y sin rencores; el odio y el resentimiento son las reacciones propias de los miserables que han llevado a nuestro país a esta crisis humana tan severa, a hacernos, física e intelectualmente, más pobres e infelices".

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    "Me despierto a las cinco de la mañana, tiendo la cama, me lavo la cara, monto un café y me siento a orar, a hablar con Dios, con Jesús, a ejercitar la oración como una conversación íntima, fluida, no mecanizada".

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    "Estoy preso, pero soy libre. Así también está Venezuela y todos los venezolanos. Estamos presos ante la corrupción, la ineficiencia, la represión y la antidemocracia, pero somos libres en nuestro potencial de ser libres. El potencial, lo que podemos llegar a ser, la aspiración colectiva, el sueño compartido, la tierra prometida, lo que podemos llegar a ser. Allí en ese ideal es que podemos conseguir la libertad".