Pau Gasol protesta durante el encuentro ante Brasil.

Pau Gasol protesta durante el encuentro ante Brasil. Reuters

Juegos Olímpicos

España, contra las cuerdas

La selección de baloncesto también pierde su segundo encuentro olímpico (65-66 contra Brasil) y se complica la clasificación para cuartos de final.

9 agosto, 2016 21:53
Muchas veces, el lenguaje corporal transmite mucho más que la frialdad de los números. Y los jugadores españoles se mostraron deprimidos durante los 40 minutos de su enfrentamiento ante Brasil. Cuando los integrantes de la selección anfitriona corrían, los hombres de Scariolo andaban. Ni siquiera Pau Gasol, aun siendo el máximo anotador español (13 puntos), pudo paliar el gran mal de la vigente campeona de Europa este martes: el tiro. Tanto desde la personal como desde el triple, España se mostró errática. Ni su máxima estrella ni un leve atisbo de mejoría en los minutos decisivos pudieron tumbar una verdad inapelable: la selección tiene un problema muy serio en el lanzamiento. También en su juego. Aunque no mucho peor que el de Brasil en un encuentro demasiado trabado, le incapacitó para triunfar y empezó a complicar la clasificación para cuartos de final. [Narración y estadísticas: 65-66]

Pau Gasol lanzando tiros libres

Irregular durante todo el partido, las sensaciones de la selección únicamente transmitían malas noticias. Sin ideas en ataque y con incontables lagunas en defensa, España nunca se encontró cómoda en el Arena Carioca brasileño. Sin ningún tipo de alma ni carácter, se vio abocada a esperar un milagro que nunca llegó. Su mejor noticia durante todo el partido fueron las rentas exiguas que dominaron el marcador, salvo en algunos minutos en los que Brasil llegó a ganar hasta por 11 puntos.
Ni el Gasolsistema fue una solución fiable. Demasiado solo en las tareas de liderazgo, los fallos del santo y seña de la canasta española desde el tiro libre también le condenaron a la cruz. Porque nadie  sacó cara. A pesar del arrebato de casta de los últimos minutos, los Sergios (Llull y Rodríguez) no encontraron del todo su norte habitual. Rudy Fernández no fue el artillero de otras ocasiones y Navarro y Calderón ya no pueden llevar el peso del equipo como antaño. Además, Reyes necesita más ayuda en la pintura y Claver, aun con buena actitud defensiva, no tiene hechuras de estrella.
Aunque quizá el ejemplo más paradigmático de la desdicha olímpica hasta la fecha sea el de Ricky Rubio. Absolutamente superado por las circunstancias, sus constantes fallos en el lanzamiento fueron la personificación por excelencia de que, tras dos partidos, esta no es la España de las grandes ocasiones. Y, ya con el liderato del grupo B lejano y la tercera o cuarta plaza como objetivo cada vez más plausible, aún queda en el aire si lo será.
Porque la selección española no se ha encontrado a sí misma ni con Croacia ni con Brasil de por medio. Y, para colmo de males, ha perdido sus dos encuentros en Río de forma trágica: un tapón (el de Saric) y un palmeo (el de Marquinhos). Aunque España empezó a caer en desgracia mucho antes de que el reloj marcase la hora de la verdad.
Marquinhos celebra su canasta ganadora.

Marquinhos celebra su canasta ganadora. Jim Young Reuters

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Se percibió en la última jugada, carente de algún tipo de organización y desesperada. Su artífice, como en la primera estación de la era Scariolo (el duelo ante Turquía del Eurobasket de 2009), fue Llull. Con la diferencia de que ya no es el chico que acaba de llegar, sino uno de los llamados a liderar un relevo generacional que no acaba de despuntar. Teniendo en cuenta que el nivel de los supervivientes de la generación del 80 ya no puede (ni debe) ser el de antaño, la preocupación con la ausencia de referentes es real.

Tanta como para que la posibilidad de enfrentarse al 'coco' estadounidense en los cuartos de final se haya acercado demasiado. Un castigo cruel para quienes tanto han dado al baloncesto y al deporte español, pero inevitable si el rumbo no vira ya. Quedan tres pruebas (Nigeria, Lituania y Argentina) que no pueden sino afrontarse como tres finales. Sin orgullo y sin alma, tan sólo quedará el suspenso. Nada más y nada menos que lo que merece España en estos momentos, bajo el yugo de la sombra baloncestística de lo que fue en esta hasta ahora deprimida y gélida aventura brasileña.