David Roberts, durante la entrevista.

David Roberts, durante la entrevista. Fundación Everis

Tecnología

"Silicon Valley es un casino donde sólo se oye a los ganadores"

Roberts, vicedirector de la Singularity University -el centro educativo levantado por Google y la NASA en Silicon Valley- se define como un "experto en innovación disruptiva", razón de más para sospechar y ser incisivo con las preguntas.

8 febrero, 2016 02:55

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David Roberts estuvo en el ejército, se graduó en el Harvard y en el MIT, ha desarrollado drones, aplicaciones... es uno de los gallos de Silicon Valley y sabe venderse. Por otro lado, lleva la palabra gurú escrita en la cara, con la incertidumbre que ello genera en el entrevistador. Recientemente ha visitado Madrid para hablar de su tema, innovación disruptiva, en la ceremonia de clausura de los Premios Everis.

Suele ponerse al iPhone como un ejemplo de innovación disruptiva. Apareció y de repente todo el mundo quiso un smartphone. Pero tecnológicamente no era un avance, ya había cosas parecidas en Palm o Nokia. ¿La disrupción es tecnología o es marketing?

Creo que el término innovación disruptiva fue acuñado por Clayton Christiansen en la Escuela de Negocios de Harvard. Se refería a algo muy específico, pero hay algo más general, sobre cambios reales en la tecnología que causan un impacto en el negocio y en la gente. La evolución del móvil se volvió predecible porque las tecnologías en que se basaba eran exponenciales. Los teléfonos se fueron haciendo más pequeños y menos caros, hasta que algo muy diferente ocurrió. Llegó el teléfono táctil y, cuando lo hizo, todo cambió. A empresas como Nokia les iba bien con esa evolución, pero cuando llegó el teléfono táctil, incluso a pesar de que habían construido uno, no pillaron el concepto: no vino de la industria de la telefonía sino de la industria de la informática.

Entonces el smartphone no fue una evolución del móvil, sino del portátil.

Absolutamente. Y así es como funciona la disrupción. No viene de tu industria sino de otra industria que no tiene que ver con la tuya; entonces se vuelven muy buenos, se meten en tu terreno y es muy difícil competir, porque venden las cosas de otra forma, a otros clientes... Todo cambia y es difícil adaptarse.

Hace días salieron los resultados de Apple y las ventas del iPhone han empezado a caer por primera vez. ¿Cómo interpreta usted estos resultados?

Hay diferencias entre que el precio de una tecnología baje y el número de gente en el mundo comprando algo. A veces la gente mira una curva ascendente y piensa: "El número de gente que usa Facebook o busca en Google sigue multiplicándose por dos". Pero el número de gente es fijo, somos 7.000 millones en el mundo. El caso del iPhone es interesante porque es un producto premium, y Apple es única en el sentido de que es la única empresa en el mundo que es disruptiva consigo misma, quieren reinventar el ratón y al mismo tiempo producen el iPad, que tira por tierra el ratón. Eso te permite crecer de formas nuevas e inesperadas, y lo hacen porque se dirigen a un sector de lujo y con márgenes de ganancia altos.

¿Cree que la última generación de emprendedores de Silicon Valley es diferente a los fundadores de Facebook, Google o Amazon que les precedieron? ¿Quizá menos inocentes?

Creo que esto es un poco un mito. Silicon Valley es un casino, y si entras a un casino ves un ambiente emocionante por el sonido de las tragaperras ganadoras. Las máquinas que pierden no hacen ruido. Oyes hablar de Uber, AirBnb, Google y Facebook porque son las máquinas que ganan, oyes su ruido. Pero por cada Uber fallan cien empresas. Es una carnicería. Hay ganas de correr riesgos, pero más importante, hay una comprensión del fracaso, y creo que esta es una lección que España, con sus brillantes científicos e ingenieros, debería aprender.

Este es un tópico, pero no suele mencionarse que en América no todo el mundo parte del mismo sitio, y los emprendedores que vienen de familias pobres pueden permitirse fracasar menos pese a sus ideas brillantes.

Antes la riqueza te daba acceso a la información, pero esos días se acabaron. Todo el mundo tiene acceso a la misma información: el Papa tiene el mismo teléfono que usted o yo, el presidente accede al mismo internet que nosotros. Eso es fundamentalmente diferente que hace 20 años.

Pero mucha de esa gente que empieza creando empresas en un garaje salieron de Harvard o Stanford. ¿No cree que es un factor?

Es justo, pero la clave no es que fueran a Stanford o Harvard, sino que sabían que podían abandonar la carrera, montar una empresa, y si fallaban, no estarían tan mal. Si vas a la bancarrota en Estados Unidos, en siete años tus registros están limpios, por ley. Y puedes empezar de nuevo y pedir un crédito de nuevo.

¿Cree que esa es la moraleja que deberíamos sacar de estos modelos de éxito?

Es un factor de éxito oculto en el sistema norteamericano, se asume. En esencia, los cambios que España tendría que hacer son más fáciles que en otros países, porque aquí hay gente con capacidades tecnológicas para llevarlos a cabo. Ese cambio es de mentalidad, y las mentes se pueden cambiar. Antes molaba fumar, ya no, e igual de rápido puede cambiar la mentalidad sobre emprendimiento e innovación.

Es obvio que los cambios en la economía están directamente relacionados con cambios en internet. Empresas de transporte o alojamiento colaborativo, por ejemplo. ¿Cómo cree que será el futuro de internet, qué tipo de nuevos negocios se crearán?

Lo veo tomando forma de cuatro maneras. El teléfono se volverá una cabina de control, como la del avión, para el internet de las cosas. De hecho hace poco compré una taza con acceso a internet que me avisa si no he bebido suficiente agua. Dos, el teléfono será más inteligente que nosotros en 30 años. Tres, el teléfono nos permitirá estar en otros sitios. No me refiero a Skype. En Singularity tenemos estos robots BEAM dando vueltas, y nos permitirá una telepresencia que ahora no tenemos. Por último, su teléfono le permitirá saber tanto como su médico, o le ayudará a construir cosas que por sí mismo no podría.

Teleconferencia con un robot BEAM.

Teleconferencia con un robot BEAM. Suitable Technologies

Veo que apuesta firmemente por que seguiremos teniendo un teléfono dentro de 30 años.

Oh no, no lo creo.

Es lo que ha dicho.

Bueno, lo llamo teléfono igual que todavía llamamos teléfono a un iPhone.

O sea, se refiere a un mecanismo de comunicación.

Lo llamaría Interfaz Humano-Ordenador, pero la gente no sabría de lo que hablo. Apple seguramente saque el año próximo los cascos sin cables, que estarán dentro del oído y podrás hablar con Siri como si hablaras contigo mismo.

¿Cree que llegaremos a los implantes?

La gente ve estas creaciones como artificiales, pero si lo piensa, desde que descubrimos el ADN se ha convertido en una especie de software, y nuestros cuerpos son máquinas programadas con ese software. Ahora, la biología es otra ciencia de la información. Eso significa que todo lo que hemos visto en la industria de la informática en los últimos 50 años pronto van a pasar a ser biología. Creo que la biotecnología va a empequeñecer la industria de los ordenadores. Es difícil comprender a día de hoy en qué nos convertiremos.