La vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, durante la manifestación por el Día del Trabajador.

La vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, durante la manifestación por el Día del Trabajador. Fernando Alvarado EFE

Política

Crisis existencial en el PSOE por la desconfianza de Sánchez en su equipo tras su amago de retirada

Los socialistas creen que el presidente ninguneó a sus colaboradores, hay dudas sobre su gestión de la crisis y advierten de la falta de protocolos de sucesión.

3 mayo, 2024 02:44

Los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez se han cerrado con su continuidad al frente del Gobierno, pero han dejado algunas heridas en el partido y en el Ejecutivo. El periodo de reflexión ha abierto una especie de crisis existencial en el PSOE, sobre su funcionamiento y, sobre todo, sobre su futuro.

Según explican dirigentes socialistas y ministros, esas heridas tienen que ver con la forma en la que Sánchez gestionó su crisis y también con la sensación que dejó al partido durante el retiro. Con lo que los propios dirigentes socialistas caracterizan como un hiperliderazgo que ha llegado al cesarismo. Y el sólo hecho de que se hable ya de esto, aunque sea en voz baja, ya es una novedad importante.

En primer lugar, el presidente del Gobierno optó por dejar al margen de su decisión a todos sus colaboradores, incluida la vicepresidenta primera y número dos del PSOE, María Jesús Montero. La mantuvo al margen de su reflexión y de sus decisiones y, además, no le comunicó que no dimitía hasta la misma mañana del lunes.

(Los cinco días en los que Pedro Sánchez confundió a su equipo y le hizo creer que dimitiría)

Hay que tener en cuenta que Montero hubiera sido ahora presidenta del Gobierno en funciones si el líder socialista hubiera decidido abandonar su cargo. La vicepresidenta estuvo desde el miércoles por la tarde hasta el lunes por la mañana sin saber cuál era su futuro.

Sánchez explicó el lunes en TVE que tomó la decisión el sábado por la noche, pero tardó casi dos días en comunicarlo a su teórica mano derecha. En los días de retiro sólo habló con Óscar López, jefe de Gabinete, y Francesc Vallés, secretario de Estado de Comunicación.

Hasta les hizo sufrir con la visita al Rey, la convocatoria a los trabajadores de la Moncloa y un texto que hasta casi el final no desvelaba su decisión final.

Fuentes socialistas entienden que Sánchez ha desautorizado a todo su equipo, mostrando que como mínimo no se fía de ellos y de su discreción. Esa desconfianza ha quedado ya para siempre, pese a que una vez resuelto el dilema todos se han esforzado en mostrar públicamente su apoyo al líder socialista.

Lo que consideran una "actuación humana" de Sánchez supone también para algunos admitir que, como tal, su líder comete errores. Y este ha sido grave.

Otra herida es la que tiene que ver con el vacío de poder que quedó en el PSOE durante esos cinco días. Destacados miembros del Gobierno explican que el sábado se vio la debilidad del PSOE sin Sánchez y, por tanto, el pánico a abrir una etapa nueva, cargada de incertidumbre y sin líder visible.

Lo más parecido a esa situación es la que se produjo entre las elecciones municipales y autonómicas y las generales, tras una debacle electoral y en vísperas de una cita electoral en las que todas las encuestas indicaban que Sánchez saldría de la Moncloa.

Hubo amagos de debates internos sobre el fin del sanchismo y el propio líder socialista detectó entonces movimientos de conspiración preparando el día después a Sánchez. Explican en su entorno que “tomó nota” para el futuro de esas conspiraciones y alguno quedó señalado.

Ahora ha pasado algo similar, porque muchos sintieron que el sanchismo estaba acabando este fin de semana. Observaron que no hay un “plan de evacuación”, un protocolo de sustitución y, además, no hay candidatos con respaldo y fuerza orgánica suficiente como para asumir el mando.

“El Comité Federal del sábado y el contacto con la militancia en la puerta de la sede terminó siendo desoladora”, asegura un dirigente socialista. Ni siquiera lograron una movilización notable de sus militantes y votantes.

Sánchez supo que en estos cinco días, en conversaciones más o menos informales, se hablaba de una investidura y de evitar las elecciones generales inmediatas. También se hablaba de que para ese supuesto no había candidata o candidato para poder competir contra Alberto Núñez Feijóo. 

Hay también en la Moncloa cierta autocrítica interna sobre la forma en la que se afrontó la publicación en diferentes medios de las informaciones sobre las actividades de Begoña Gómez, esposa de Sánchez. Se pasó de la pasividad a la hiperactividad y la sobreactuación.

Al equipo de Sánchez les llegó la idea de que el presidente del Gobierno estaba molesto con lo que considera falta de apoyo cuando empezaron a publicarse las noticias sobre su esposa.

Además, la crisis del presidente coincide con un momento de pésima relación entre los dos partidos del Gobierno de coalición, PSOE y Sumar. El extraño episodio no ha mejorado esa relación, entre otras cosas, porque desde la formación de Yolanda Díaz no se entiende lo que ha hecho Sánchez y, además, temen que la estrategia del miedo a la ultraderecha les sepulte en la campaña de las elecciones europeas. Se sienten amenazados por esa estrategia.