En el segundo verano de la pandemia con alrededor de 25 millones de personas inmunizadas en nuestro país, echamos la vista atrás a estos 16 meses de revolución y transformación que han traído un nuevo concepto de empresa, sociedad, tecnología, consumidor, pero sobre todo de líder. No hemos dejado de preguntarnos cómo, qué y sobre todo si y quién ha demostrado la habilidad (y valentía) para conectar el progreso económico y social necesarios para una reconstrucción económica que no deje a nadie atrás y contemple lo social como una urgencia que atender y no descuidar.

La portada de esta semana de The Economist bajo el título No safe place alertaba precisamente un mundo en transformación y con grandes retos por delante. Uno de ellos, el cambio climático, que nos ha traído esta semana noticias como las inundaciones en la ciudad de Zhengzhou en China y en el último mes las preocupantes temperaturas en Canadá y Estados Unidos.

Sin embargo, ese No safe place no solo queda circunscrito a los asuntos medioambientales, sino que recoge también la urgencia social de brechas salariales, de género, de acceso a la educación o la tecnología. La UE presentó ya un borrador sobre el pilar medioambiental en el mes de abril. A pesar de ello, el documento que recoge los retos sociales presentes en la taxonomía social está pendiente de consulta hasta finales de agosto.

La difícil cuantificación de los asuntos sociales implica un mayor esfuerzo por parte de las empresas y entidades sociales para conectar lo social con lo económico

La difícil cuantificación de los asuntos sociales implica un mayor esfuerzo por parte de las empresas y entidades sociales para conectar lo social con lo económico. Una de esas claves la encontramos en el diálogo que las empresas mantienen con sus grupos de interés. Este diálogo permite a las empresas percibir de forma directa cómo les afectan los retos sociales y la búsqueda de soluciones a esos desafíos, a partir de la repercusión que tienen en la estrategia de la compañía.

La crisis sanitaria que inició el año pasado ha alternado, sin lugar a duda, prioridades de los consejos de administración y el equilibrio entre su atención al corto y al largo plazo. Más que generar nuevos desafíos, ha acelerado tendencias que ya existían y estaban presentes. Se ha hecho más evidente la exigencia de que los consejos se involucren más en el control y gestión de riesgos, financieros y no financieros, y en la formulación y el despliegue de planes de contingencia. La crisis ha evidenciado asimismo la necesidad de evolucionar hacia los modelos de negocio de muchas sociedades, especialmente a través de la digitalización.

Es inevitable hablar de la importancia de la figura del líder. Una pieza fundamental para el cambio cultural, sobre la que han estado todas las miradas puestas en los últimos tiempos. El compromiso de la alta dirección ha sido decisivo para aportar capacidades organizativas, conocimiento, habilidad, aptitudes, actitudes y energía para traducirlas en impacto positivo en las empresas y en el entorno en el que operan. Un reto que no ha sido minúsculo y que dentro del tejido empresarial español han sabido aceptar con decisión y firmeza desde el inicio de la pandemia, para contagiar su visión responsable al resto de la organización y lograr empresas cada vez más excelentes.

Y aquí es necesario retomar e impulsar conceptos como la legitimidad para operar que ha defendido hasta la saciedad Paul Polman, ex consejero delegado de Unilever y fundador de la ONG Imagine, así como la oportunidad de diferenciación en el mercado. La experiencia nos dice que los modelos de éxito del pasado no garantizan la supervivencia futura. La lógica de Polman no es concluyente pero pocos razonamientos lo son en un mundo complejo y lo cierto es que varios indicadores apuntan en su dirección.

A los activos financieros de empresas que se preocupan por su sostenibilidad medioambiental y social (ESG, por sus siglas en inglés) les está yendo mejor en esta crisis que a los índices bursátiles generales, según The Financial Times. Y el mercado de bonos verdes, de acuerdo con un análisis del banco de inversión UBS, también se ha distinguido por menores niveles de volatilidad y rendimientos similares a los de bonos corporativos de alta solvencia.

Los que se posicionarán mejor no serán los más fuertes sino los más ágiles, los que sepan ser pioneros y abrazar el cambio. Lograr eso con la ambidestreza de saber poner el acento en las personas y la gestión del talento como la gran ventaja competitiva sostenible es el gran desafío de nuestros líderes actuales en medio de la reconstrucción económica y social.

Lo social, como una de las dimensiones directivas más exigentes y también dentro de una empresa, cuenta con una barrera importante: hacer tangible su retorno

Desde hace más de 12 años nuestro empeño en Fundación SERES se ha centrado en gran medida en consolidar un tipo de liderazgo de empresas más humanas, capaces de transformar la realidad empresarial y lograr una sociedad mejor. Es cierto que lo social, como una de las dimensiones directivas más exigentes y también dentro de una empresa, cuenta con una barrera importante: hacer tangible su retorno.

Fruto de ese esfuerzo para medir y respaldar la relevancia de lo social hemos creado el Índice SERES de la Huella Social©. Una metodología de medición del impacto social de los proyectos económicos que ofrecerá mayores estándares en términos de conexión económica y social y ayudará a trabajar en una recuperación sin dejar a nadie atrás.

Asimismo, permitirá identificar oportunidades para las empresas, entender y cualificar ámbitos clave relacionados con lo social en medio del Plan de Recuperación proyectado por la UE. Este análisis contempla varios ejes como el capital humano, capital social, modelo de negocio e innovación y liderazgo y gobernanza y pretende aportar claridad y rigor a la medición del impacto de los retos sociales, que actualmente no cuenta con una estandarización.

Mirando al futuro y a esa reconstrucción distinta, más humana, más social y con las personas en el centro, no puedo dejar de afirmar que tras 12 años al frente de esta fundación, que tengo el privilegio de dirigir, el balance es muy estimulante: responder al desafío de sentar en la misma mesa a la sociedad y la empresa para crear y compartir valor. El camino hacia la transformación de las empresas no siempre ha sido fácil. Sin embargo, he contado con el impulso, el liderazgo y la dedicación de los CEO y presidentes de las principales compañías españolas que tenían la voluntad empresarial de crear y construir un "nuevo contrato social" sabiendo que no es filantropía sino necesidad.

Por supuesto, entre estos líderes estoy enormemente agradecida a los tres presidentes que ha tenido la Fundación: Juan Arena, Paco Román y Fernando Ruiz. Al relevo de Juan Arena este mes se ha unido el de Paco Román, que ha dejado la presidencia a Fernando Ruiz. Todos ellos con gran valía profesional, personal y con visión de construcción de futuro uniendo progreso social y económico.

En junio terminó el segundo mandato (es el máximo previsto por la fundación por motivos de transparencia y buen gobierno) de presidencia de Francisco Román y que ha dejado huella en empresas como HP, Microsoft o Vodafone. La trayectoria profesional de Francisco Román no sólo ha estado íntimamente unida a la reciente historia española de las telecomunicaciones, sino que se ha implicado en los proyectos que tenían en cuenta a las personas, los valores y la visión social.

Solo seremos capaces de construir un nuevo mañana gracias a una empresa basada en la gestión responsable, la actuación con propósito y el compromiso empresarial conectado con los retos sociales

Infatigable lector, deportista, amante de los retos (entre ellos los de montaña) pero sobre todo defensor convencido de que el humanismo tiene su espacio en el mundo de la empresa y que el líder debe serlo, pero siempre con propósito, un "τέλος" griego que pone a las personas en el centro. No quiero dejar de agradecer su impulso para avanzar en la construcción de un liderazgo responsable, indispensable en entornos complejos y que plasma la preocupación y la exigencia de que las empresas actúen de manera responsable y asegurar su sostenibilidad en el tiempo como criterio de éxito empresarial.

Precisamente porque seremos recordados por lo que hicimos en medio de una crisis, quiero retomar las palabras del Premios Príncipe de Asturias, Ignacio Martínez Mendizábal, por sus hallazgos en el yacimiento de Atapuerca sobre la evolución del hombre: "Casi 3.800 millones de años de evolución biológica han dado lugar a una criatura extraordinaria, el ser humano, que es la única especie capaz de soñar con su futuro y de hacer que sus sueños se hagan realidad. Pero esta maravillosa capacidad tiene una contrapartida: somos la única especie del planeta responsable de sus actos. Nuestro destino no está escrito y será lo que elijamos que sea, por acción o por omisión. Nuestras decisiones de hoy determinarán el bienestar de los que están por venir. Seamos justos con ellos y no los defraudemos".

Solo seremos capaces de construir un nuevo mañana gracias a una empresa basada en la gestión responsable, la actuación con propósito y el compromiso empresarial conectado con los retos sociales. La responsabilidad de los líderes reside en inspirar y afrontar el reto de la transformación de las empresas a la hora de asumir su posición frente a los problemas sociales.

**Ana Sainz Martín es directora general de la Fundación SERES.