Grandes genios del arte, en busca de magia e inspiración, tropezaron con las musas en lugares de Toledo, Valencia, Sevilla o Mallorca. Sus casas, sus talleres o sus sitios de inspiración, se han hecho célebres por sus vínculos con aquellos artistas que los habitaron y los eligieron.

El Greco y Toledo

La magia de la capital manchega enamoró al pintor de origen griego. Doménikos Theotokópoulos llegó a Toledo en 1577 y permaneció en la ciudad hasta su muerte. Casi 40 años de vida y trabajo en la ciudad imperial. Su residencia desapareció. Sin embargo, el Museo de El Greco recrea una casa toledana de la época y en ella se aloja, entre otras obras, una prueba de su pasión por la ciudad, su óleo Vista y plano de Toledo. El cuadro muestra la planta más antigua conocida de la población y en él aparecen las, entonces, modernas construcciones como el Alcázar, la Puerta de la Bisagra y el Hospital de Tavera.

La ciudad, sus paisajes y sus colores se reflejan también en sus cuadros de santos. El retablo de La Capilla de San José contiene, casi escondida a la derecha del santo, una pequeña vista de la ciudad. La obra de El Greco está presente en toda la urbe, desde la Catedral hasta Santo Domingo El Antiguo. Su obra maestra, El entierro del Conde de Orgaz, se encuentra en la Iglesia de Santo Tomé, la misma parroquia que le encargó el gran lienzo.

Valencia de Sorolla

La ciudad rinde culto al pintor con un recorrido por los lugares emblemáticos de su vida y su obra. La

El paseo por la ciudad del creador del luminismo muestra lugares como su estudio o sus rincones de inspiración hasta culminar en la playa de la Malvarrosa. La misma playa en la que, en el verano de 1909, inmortalizó a su esposa y su hija en su Paseo a orillas del mar.

Sorolla comenzó a pintar al aire libre, reflejando paisajes y escenas cotidianas de vida mediterránea. Sin duda, su célebre dominio de la luz nació en la playa en la que pasaba largas horas trabajando.

'El niño Jaime García Banús', Joaquín Sorolla.

Velázquez y Sevilla

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nació en Sevilla y fue bautizado, el 6 de junio de 1599, en la Iglesia de San Pedro. Está situada en el centro de la ciudad y en el interior del templo, de estilo gótico-mudéjar, se encuentra una lápida conmemorativa.

Su periodo de aprendizaje se desarrolló en el taller de Francisco Pacheco, padre de la que después sería su esposa. La etapa sevillana del pintor se refleja en magníficas obras como Vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.

'El triunfo de Baco', Velázquez.

Cumplidos los veinticuatro años, y ya con dos hijas, se convierte en pintor del Rey y se traslada a la Corte madrileña. Su obra La familia de Felipe IV, más conocida como Las Meninas, es una de las obras pictóricas más comentadas y analizadas de la historia del arte.

Pero es Sevilla, cuna del gran pintor del Siglo de Oro español, la que muestra orgullosa la ruta por los lugares de la ciudad vinculados a Velázquez. Su casa, aunque muy transformada, mantiene la imagen de una construcción sevillana del siglo XVI y, en la fachada, una placa recuerda el nacimiento del pintor. Hasta hace unos años, fue el taller de los diseñadores Victorio y Lucchino.

Placas y estatuas se reparten por Sevilla, en recuerdo del gran pintor barroco del siglo XVII, mientras en el Centro Velázquez se estudian sus lienzos y se exhibe Santa Rufina, una de sus obras maestras.

Mallorca de Miró

Nació en Barcelona, en 1893, pero su relación con Palma de Mallorca fue muy especial. Con 36 años se casó con una mallorquina y, años después, instaló en la capital su residencia definitiva. Su isla amada inspiró un buen número de obras, como su serie de pinturas Constelaciones.

Su arte forma parte de la ciudad. Las esculturas de Miró aparecen a los pies del Palacio Real de la Almudaina, en la Avenida Jaime III o en los jardines del Palacio de Marivent, y un gran mosaico decora el Parc del Mar.

El Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma y el Museo Fundación Juan March también exhiben obras del artista del surrealismo. Sus talleres, Taller Sert y Son Boter, fueron donados por Joan Miró y su esposa a la ciudad de Palma.

La Fundación Miró Mallorca cuenta no solo con los talleres del artista sino con un moderno edificio diseñado, en 1992, por el arquitecto Rafael Moneo. Tres espacios situados en una colina rodeada de jardines y con vistas al mar. Un precioso complejo artístico que alberga cerca de seis mil piezas. Uno de los espacios del arte contemporáneo más famosos del mundo.

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