La Costa da Morte, en la provincia de A Coruña es una tierra llena de misterio, de leyendas y mitos muy arraigados en sus gentes y pueblos. Las bellísimas aldeas que la conforman invitan a realizar paseos tranquilos y a observar tanto la naturaleza como las labores de los hombres y mujeres del mar. Su belleza paisajística y el interés cultural la convierten en una zona única y de especial encanto para el viajero que, además, será muy bien atendido por los coruñeses.

Aquí, en esta pequeña ventana con vistas a la Costa de la Muerte, nos detendremos en los faros, antiguos e imprescindibles instrumentos que siempre han guiado a los navegantes de noche, pero que, de día, nos permiten contemplar su inmensa belleza única.

Si eres curioso y observador, te gustan y atraen los paisajes del norte de España y aún no conoces la Costa da Morte (o añoras volver a alguno de sus singulares parajes), te proponemos una aventura de 200 kilómetros repartidos por ocho de las ciudades que inundan de magia a esta zona de Galicia, desde Malpica a Cabo Finisterre.

En este vasto recorrido nos toparemos y saldrán a nuestro encuentro bellísimas playas, dunas, ríos, enormes acantilados, bosques, estuarios con una gran cantidad de aves, majestuosas puestas de sol y los faros, los auténticos protagonistas de este reportaje.

Faro Fisterra, iluminando 50 Kilómetros

Partimos de Finis Terrae, el fin del mundo, como lo conocían en la antigüedad, un enclave encierra decenas de leyendas y que supone el fin de esta ruta, pero también el fin del Camino de Santiago.

El Faro de Fisterra, de primer orden, fue construido en 1853 para señalizar este punto geográfico clave en la navegación. La torre octogonal de cantería mide 17 metros y su linterna, situada a 138 metros sobre el nivel del mar, alcanza más de 30 millas o 50 kilómetros de visibilidad.

La constante niebla del invierno propició que le añadiera un edificio anexo con una sirena en 1889, a la Vaca de Fisterra, para avisar a los navegantes del peligro existente.

Faro Vilán, el más majestuoso de todos

Este faro se adentra en el mar sobre un promontorio rocoso de 100 metros de altura. Llegar hasta aquí llenará nuestra alma de satisfacción y nuestro móvil de unas fotografías únicas, las vistas son preciosas. El peñasco de Vilán de Fora, separado de la tierra por el paso O Bufardo como en constante lucha por unirse al faro, nos abrazará con su señorío.

Faro de Tourinán

Con una altura de 8 metros, está unido a la vivienda de los fareros y alcanzaba las 10 millas o 16 kilómetros en su edificación original; actualmente, tiene 11 metros y un alcance de 32 kilómetros. Bordear el cabo a través del sendero nos ofrecerá unas vistas gloriosas de los acantilados de Gaivoteira.

Faro Roncudo

Recibe este nombre por el ronco ruido que hace el mar tras romper contra los acantilados. El paraje agreste y vasto se reduce visualmente al faro, construido en 1920 y con una altura de 11 metros. Desde el faro podremos contemplar la Ría de Corme y Laxe, aunque lo que más nos asombrara es conocer el nombre que tiene alguna de las piedras que rodean al faro y que provienen del nombre de barcos que allí se hundieron.

Faro Laxe

A este faro le acompaña la negra leyenda de que en sus proximidades se hundió el barco Playa de Arnela. Cerca del faro podemos ver la escultura de bronce A Espera, un homenaje a todos los hombres del mar y sus mujeres, que esperan impacientes la llegada de todos a puerto. Este faro es casi idéntico al de Roncudo, un cilindro recubierto de Virxeto de azulejos blancos.

Faro de Muxía

Lo verdaderamente bello no es el faro en sí, sino el entorno donde se erigió, cerca del santuario da Virxe da Barca y a Pedra de Abalar. El faro se diseñó a principios del siglo XX como una señal de tercer orden, que marcaría la entrada a la ría de Camariña y tiene una altura 11 metros y un alcance de casi 10 kilómetros o 6 millas.

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