Francia o Italia cuentan con islas que preservan la esencia mediterránea de paisajes luminosos y mar apacible. Playas de arena blanca y fina y pocos visitantes. Paisajes suaves y escarpados que invitan a deleitarse con calma, sin masificaciones. Porquerolles e Isla de Cavallo, en Francia, y Pianosa y Elba, en Italia, son pequeña islas para gozar de una naturaleza sin domesticar. Lugares con historia y belleza sosegada.

Las islas secretas francesas

Al sudeste de Francia, frente a la glamurosa Costa Azul, Porquerolles es un reducto totalmente respetuoso con el medio ambiente. Es la mayor de las Hyéres, una isla tradicionalmente francesa, propiedad del Gobierno en un 80% por ciento de su territorio. Forma parte del Parque Nacional de Port-Cros, en el que el medio de transporte es la bicicleta. Pedaleando se llega a cualquiera de las numerosas bodegas diseminadas por la isla o a las playas y calas, de agua turquesa, que la bordean. Un paisaje de arenales limpios y solitarios, acantilados de piedra caliza, robles, eucaliptos, pinos y hierbas silvestres.

La playa más cercana al puerto es La Courtade, la más grande. Pero la más bella e impactante es Notre Dame, la imagen de aquella verdadera esencia de la Riviera francesa. Los viñedos son parte fundamental de la isla, por historia y ocupación territorial.

Elba.

La pequeña isla esconde una minúscula aldea del siglo XIX. A principios del XX, un rico explorador belga compró la isla para su esposa, plantó viñedos y construyó Le Mas du Langoustier, una masía en tonos melocotón actualmente convertida en hotel.

Otra isla secreta, con raíces francesas, es la Isla de Cavallo, de acceso restringido. Una diminuta porción de tierra francesa, una intrusa entre Córcega y Cerdeña. Isla de Cavallo es un impresionante cúmulo de rocas redondeadas conocido como la Isla de los Millonarios. Una propiedad privada por la que tan solo circulan carritos de golf, coches eléctricos y bicicletas. Un espacio tremendamente ecológico con playas ideales para esquivar turistas y mirones. Un paraíso para los amantes del buceo con hoteles y villas exclusivas.

Islas italianas discretas

Elba es un Parque Natural. La isla de la Toscana es una de las perlas de la corona de Venus. Elba acogió el exilio elegido por Napoleón para renovar fuerzas. Hoy, es un lugar ideal para tomar el sol, bucear o practicar senderismo. Muchas de las rutas de los caminantes finalizan en el monte Capanne, el pico más alto. El punto habitual de partida es Marciana.

Portoferraio.

El pueblo más antiguo y elevado de Elba se encuentra al pie de una fortaleza abandonada. Marciana ofrece vislumbrar los hermosos paisajes de la costa, a cambio de caminar entre arcos y balcones asomados al precipicio. El santuario de Della Madonna del Monte es un lugar de peregrinación. Su Madonna Assunta, del siglo XIII, aparece pintada en un bloque de piedra. Un santuario sugerente y plácido, un excelente mirador al mar y un punto estratégico. Muy cerca del templo, durante los primeros tiempos de la dominación francesa, los galos construyeron una estación de telégrafos para comunicarse a larga distancia. Napoleón tenía gran debilidad por el lugar.

La huella del emperador es palpable en toda la isla. Su residencia de verano, en San Martino, está ubicada sobre colinas con hermosas vistas y alberga un museo de exposiciones temporales. Napoleón tenía su residencia habitual en el Palazzo de Mulini, en Portoferraio, la capital de la isla. Actualmente, es la sede del Museo Nazionale delle Residenze Napoleoniche. Un palacio, del siglo XIX, que dispone de salones decorados con muebles de estilo imperio, la impresionante biblioteca de Napoleón y un hermoso jardín decorado con estatuas griegas y magníficas vistas al mar.

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Un paseo por Portoferraio nos adentra en el casco antiguo y nos muestra los empinados ascensos a las Fortaleza de Forte Ferraro y Forte Stella. La Scalinata Medici asciende hasta la Iglesia de la Misericordia, del siglo XVI, que custodia las máscara mortuoria de Napoleón.

Muy cerca de Elba, a un paseo en barco, la costa toscana esconde un pequeño tesoro deshabitado. Una estrecha franja azul oscuro sobre el horizonte que le valió el nombre de Isla Pianosa (llana). Una isla “plana” con costas rocosas y arenosas, como la Cala de San Giovani. Habitada desde la Prehistoria, la isla conserva unas catacumbas del siglo III antes de Cristo.

Isla Pianosa fue ocupada por piratas y colonias de pescadores hasta convertirse en prisión de máxima seguridad en el siglo XIX. Después, la falta de vecinos propició la conservación de sus espacios naturales. Conserva una vegetación exuberante, flora y una pequeña variedad de fauna.

Lo más apreciado son sus fondos marinos, en los que conviven gigantescos cangrejos, besugos, delfines y algunas tortugas. Es una zona protegida por la autoridad del Parque Nacional del Archipiélago Toscano y no es posible entrar por libre. El número de visitantes diario está limitado.

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