Con casi dos millones de habitantes, Belgrado es la capital de Serbia y la ciudad más grande del país. Traduciendo su nombre en serbio, Beograd, significa Ciudad Blanca, por eso también se la conoce así. A lo largo de su historia, ha vivido truculentos episodios de bombardeos, guerras y demás avatares. En 1999 fue bombardeada por la OTAN durante 78 días seguidos, y hoy se pueden ver vestigios de ello. Pero tras la guerra de los Balcanes, ha vuelto a abrir sus puertas al turismo y se está convirtiendo en un destino nuevo y atractivo, ideal para un fin de semana. Además, se presenta como un destino barato, a diferencia de otros vecinos europeos.

Uno de los edificios más simbólicos de la ciudad es la catedral de Sveti Sava, la iglesia ortodoxa más grande del mundo, que todavía no se ha terminado de construir. Destaca especialmente por su mármol blanco y su fachada de granito, y su nombre se lo debe al santo medieval Saint Sava, fundador de la iglesia ortodoxa serbia.

Interior de la catedral de Sveti Sava, en Belgrado.

El palacio real de Belgrado, construido entre 1924 y 1929, era la residencia oficial del rey Alejandro Karadjordjevic. Situado en la parte alta de la ciudad, rodeado por un parque y unos jardines con terrazas y estaques espectaculares, destaca en su interior el salón azul, el salón dorado, el gran comedor y las bibliotecas. Otros palacios del mismo estilo que se pueden encontrar en Belgrado son el de Stari Dvor o palacio antiguo, de finales del siglo XIX y el Beli Dvor o Palacio Blanco, construido en 1937 para los hijos del rey Alejandro. Del mismo modo, el palacio de la princesa Ljubica fue la residencia privada de la esposa del príncipe Milos y hoy en día alberga en su interior la sede del Museo de la Ciudad de Belgrado. Su gran belleza barroca de los Balcanes se puede ver en toda esta casa señorial de las primeras décadas del siglo XIX, ya que se encuentra prácticamente intacto desde que se construyó.

En la cima de la actual Belgrado se encuentra donde se fraguó el origen de la ciudad, la fortaleza de Kalemegdan, desde donde se divisa perfectamente el transcurso de los ríos Sava y Danubio y unas vistas fabulosas de la ciudad y sus alrededores. Actualmente es un bonito parque ideal para pasear y visitar la fortaleza, además de albergar un zoológico, un pabellón de arte, un observatorio, un planetario y el museo militar.

En el barrio de Zemun se puede apreciar el pasado austrohúngaro de la ciudad, con sus calles estrechas de fachadas blancas y tejados rojos, sus galerías de arte y sus espigadas iglesias. Para contemplar el Belgrado más cultural y alternativo hay que pasar por el Kulturni Centar GRAD, un antiguo almacén convertido en espacio multidisciplinar donde se organizan conciertos, recitales de poesía, exposiciones de arte y presentaciones de libros, entre otras actividades culturales. En la calle peatonal Knez Mihailova, en pleno centro, se mezclan las tiendas, los músicos callejeros y las características edificaciones del estilo art nouveau, como el hotel Moscow.

Vista exterior del Museo Nacional de Serbia.

Probablemente el mejor museo de arte del país sea el Museo Nacional de Serbia. Su colección de más de 400.000 piezas, que aglutinan lo más importante del arte serbio desde la Edad Media hasta nuestros días, con restos arqueológicos, objetos de numismática, mapas, pinturas, esculturas, ofrecen al visitante un conocimiento sobre la historia del país.

Un viaje a Serbia no sólo destacará por su historia y sus monumentos, sino que su gastronomía será un punto clave del encanto. La cocina local representa la combinación original de las tradiciones culinarias alemanas, húngaras, turcas y eslavas. Sarma es posiblemente el plato preferido de los serbios y se prepara con col encurtida, carne picada y arroz, encontrándose muchas variedades en su preparación. Cevapi es otro interesante plato preparado con carne picada a la parrilla en forma de salchicha. Por otro lado, el queso cobra especial importancia en la cultura culinaria serbia, y es que se ofrece una gran variedad de ellos, como el kachkavali, el zlatibor, el kachamak o el lipski, entre otros. Las verduras y hortalizas también cobran especial importancia, tanto como complemento o como ingrediente principal. Otro aspecto por el que esta ciudad serbia sorprende es por su exuberante vida nocturna, por eso se ha convertido en un destino popular entre jóvenes y noctámbulos.

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