Pasan unos minutos de las 15:00 y los rayos de sol de la tarde irradian las calles del barrio del Carmen. En las terrazas no cabe ni un alfiler y en La Sénia prácticamente han terminado su servicio. Sus grandes ventanales, encuadrados en marcos de madera, invitan a atravesar la puerta sin descaro.
En pleno corazón del Carmen, detrás de la Lonja, David y Giulia llevan casi dos décadas demostrando que otra forma de entender la gastronomía es posible en su taberna. Su devoción por el producto de proximidad y la cocina casera y saludable se ve plasmada en su carta.
Abrieron en 2008, cuando en la zona apenas se veían franquicias que ahora imperan en la capital; ni tiendas de souvenirs.
"No había casi turistas, pero sí una vida de barrio muy nuestra", recuerda David, mientras explica que La Sénia surge de combinar la cocina valenciana y la italiana. Su mujer, Giulia, es natural de Florencia, de la región de La Toscana.
De ahí surgió la variedad de platos que ofrecen: nada de pizzas ni paellas, pero sí recetas con alma mediterránea. Entre ellas, destaca su paté casero, especialidad inconfundible de la casa que triunfa desde los inicios.
"Queríamos unir nuestras dos tierras sin clichés", cuenta. Su carta -sin menús cerrados, pensada para compartir- busca precisamente eso: ofrecer elaboraciones con raíces familiares y con el producto fresco y de temporada del Mercado Central, como sus 'tallarines' de sepia con pesto.
La inquietud de la pareja por la calidad también les llevó a elaborar su propio aceite de oliva virgen extra ecológico: LOLIO, que utiliza variedades autóctonas valencianas. Siguen un proceso tradicional de prensado en frío en Vallada, junto a la familia Calatayud, y se encuentra a la venta.
Paté casero de La Sénia. Raquel Granell
A pesar de su discreción, el proyecto ha crecido con una constancia admirable. Tienen en plantilla entre diez y catorce trabajadores según la temporada y abre los siete días de la semana. Eso sí, no hay reservas: aquí se come por turno de llegada y si está muy lleno, por suerte.
"Nos gusta la espontaneidad", sostiene David. Aunque revela que trabajan en abrir un sistema de reservas online, únicamente para una mesa. Nunca lo han hecho anteriormente y asegura que piensan en premiar así a los clientes habituales.
En un espacio pequeño -seis mesas en su interior y cinco en la terraza-, La Sénia sigue un ritmo propio, sereno, donde el servicio es tan profesional como cercano.
Si algo distingue su propuesta es la autenticidad: la mayoría de vinos provienen de bodegas valencianas. Últimamente también optan por ofrecer al comensal vinos de producción ecológica. "No tiene sentido traerlo de lejos si lo tenemos aquí al lado", resume.
Interior de La Sénia, la taberna que no reserva nunca en Valencia. Raquel Granell
David, que antes atendía personalmente en la taberna junto a Giulia, ahora se encarga de su gestión. Vive con su familia en Aras de los Olmos, pero visita el local varias veces por semana.
Lo demás lo deja en manos de personal de confianza, como su hermana, quien recibe a los clientes con la misma cercanía y familiaridad que desprende la atmósfera de la taberna.
Dieciocho años después, La Sénia sigue siendo lo que fue desde el primer día: un espacio con alma y comida casera.
