Isabel Ibáñez Escudero descansa en paz en el cementerio de Catarroja. Una lápida negra con su nombre, junto al de su marido y el de sus padres, luce a ras del suelo con una significativa fecha de inscripción: 29-10-2024. Un ramo de flores algo más colorido yace en el búcaro.
Su hijo Juan José Monrabal llora su muerte. EL ESPAÑOL lo acompaña en una de las visitas al camposanto municipal. Tiene un recuerdo enquistado que jamás logrará sacar de su mente: encontró a su madre flotando boca abajo en su planta baja de Catarroja. Tenía 85 años.
"Estoy mirando la televisión o está hablándome mi mujer y, de golpe, me aparece la imagen con su cara toda sucia de barro", cuenta, con la voz entrecortada. Juan José acude, un año después, a tres psicólogos distintos. Le han arrebatado su pasado, su presente y todos sus recuerdos.
Este vecino de Catarroja busca justicia, porque "no hay dinero que pague el sufrimiento": "A mí, ni aunque me hubieran dado un millón, el dinero no me vale".
De aquel fatídico 29 de octubre recuerda que era "un día normal". No llovía y estaba en casa. Juan José tiene una incapacidad que le impide trabajar y lo único que hizo ese día fue pasear al perro. Esa misma mañana, su mujer se fue a trabajar al bar que regenta en la misma avenida donde residen.
Pero, de pronto, todo cambió. A las 17:50 recibió una videollamada de un amigo que le enseñaba el estado del barranco del Poyo: ya llevaba medio metro de agua. En esa comunicación, oyó un ruido "superfuerte".
Juan José Monrabal, vecino de Catarroja, durante la entrevista con El Español.
"Me enfoca y veo el montón de cañas y agua que venía, casi a punto de desbordar. Eso sería entre las 18:15 y las 18:30. Se agacha, coge a la perra y me asusto", cuenta. De lejos, observó cómo los coches "se daban golpes entre ellos por escapar del agua".
Fue el momento decisivo para llamar a Isabel, su madre, a la que informó de que el agua había rebasado el límite del barranco. Lo hizo hasta en tres ocasiones, pero la señora no daba crédito: "'Estoy en la calle y aquí no está lloviendo, no hay agua', me decía. Me responde que ella no se movía, que se quedaba en su casa".
Intentó convencerla a través de una vecina, con quien también contactó: "Dile a mi madre que se vaya con usted". Tampoco hubo suerte. En el último intento le aconsejó coger una manta y que al menos subiese a una terraza que tenía en su vivienda. "'¿Que voy a hacer allí arriba?' Y le respondo: salvarte".
Vídeo | Juan José Monrabal recuerda a su madre fallecida en Catarroja por la riada: él fue uno de los primeros familiares en reunirse con Mazón
Monrabal jamás consiguió llegar para rescatar a su madre. Pasadas las 20:00 horas, "en tan solo unos segundos", el agua ya le llegaba al cuello. Un hombre le obligó a echarse hacia atrás. "Me salvó la vida. Me gustaría saber quién es y darle las gracias", afirma.
No fue hasta casi las 03:30 de la madrugada cuando logró entrar en casa de Isabel -después de una hora y media de trayecto, cuando habitualmente se tardan 15 minutos a pie- y ver una estampa que sería imborrable.
"Mamá, mamá, mamá", gritó, pero no hubo respuesta. A los pocos minutos, se topó con el cuerpo de su madre flotando. El agua había alcanzado los 2,70 metros. Murió mientras cenaba.
Los tres hijos decidieron vender la casa familiar donde residía Isabel. Para este hombre volver a entrar en ella significaría revivir la pesadilla.
17 días más tarde
El cadáver de Isabel permaneció 72 horas en casa de un vecino. No pudo darle sepultura hasta 17 días más tarde.
Juan José Monrabal se rompe al pensar en los voluntarios. Para él, "unos ángeles". Gracias a ellos, los únicos que considera que le ayudaron esos días, pudo enterrar a su madre en Catarroja. Fue la última en recibir sepultura de entre los 25 fallecidos por la riada en la población.
Al principio, el empleado que trabaja en el cementerio de Catarroja le informó que allí "de enterrar nada". "Mínimo tres meses para que se limpie", le comentó.
Lápida de Isabel Ibáñez (85) en el cementerio de Catarroja.
El dolor del hijo de Isabel era tan profundo que no dudó en hacer un llamamiento para que le ayudasen a sacar el barro. El nicho familiar se encuentra al final del recinto, por lo que acceder se complicó los primeros días.
"Mi madre tiene que estar enterrada aquí en su pueblo, porque a mi madre la han matado y no se ha muerto por ninguna otra cosa", lamentó en aquel momento; pensamiento que comparte un año después.
Se muestra orgulloso de haber contribuido a ayudar a todos los familiares de las víctimas para que estas pudiesen descansar en el pueblo.
Cara a cara con Mazón
Juan José fue, además, uno de los primeros familiares de las víctimas que se sentó cara a cara con Carlos Mazón el pasado 20 de marzo en el Palau de la Generalitat.
El afectado, junto con otras víctimas, protestaba frente a la sede del Ejecutivo autonómico, en la que estaba previsto el pleno de aprobación de los presupuestos de 2025. Entonces, un cargo de Presidencia bajó a las puertas del Palau y les invitó a entrar. "Claro que quiero entrar", le espetó.
Ya dentro, le expresó su sentir al presidente durante casi dos horas. "'No te puedo decir abiertamente asesino, pero eres uno de los presuntos asesinos de mi madre. Y no tú solo. Todos. Lo que quería era mirarte a los ojos'", le dijo-. "Le hice llorar cinco veces", asegura.
"¿Ves lo que pone en mi pancarta? Ni Gobierno central ni Generalitat ni ayuntamientos habéis hecho nada por salvar su vida", añade de su conversación de aquella mañana con el jefe del Consell. Es la resonada frase que exhibe en su pancarta y con la que denuncia la gestión institucional.
Vídeo | Marzo de 2025: así recibió Mazón a los primeros familiares de fallecidos por la dana; entre ellos estaba Juan José Monrabal
Por este mismo encuentro, Juan José ha recibido múltiples críticas. Le acusan de lavar su imagen: "Cuando salgo a la calle me dicen que qué he visto. Pues un poco de corazón. Más vale tarde que nunca. Nos ha atendido y ya, pero a mí se me ha atacado mucho por eso".
Y lo dice muy claro: "Yo no apoyo a Mazón ni apoyo a nadie. No tengo la ideología de ninguno de los dos -en alusión a Sánchez-. No soy ni de izquierdas ni de derechas. Lo único que busco es justicia, y me podrán tratar de facha, de radical o de lo que quieran, pero yo busco el bien. Solo el bien".
Es por eso que considera que nadie ha asumido su cargo. "Juegan con la vida de miles de personas", agrega.
Un sinvivir
Acerca de las ayudas recibidas por parte de las Administraciones, lo único que ha aceptado la familia son los 72.000 euros que otorgó el Gobierno de España por fallecido a causa de la riada: 24.000 euros ha percibido cada uno de los tres hijos de Isabel.
"Te quitan todo tu pasado, todos tus recuerdos. No me quedan fotos. Nada. Y eso no hay dinero que lo pague", expresa compungido.
Pertenece, además, a la asociación de víctimas SOS desaparecidos que preside Joaquin Amills; la misma entidad que se personó como acusación particular en la causa judicial que investiga la gestión de la emergencia del pasado 29 de octubre.
Sobre su labor, señala que de la única manera que le representa es "jurídicamente". "Allí tengo mi abogado, mi procurador. Y ya está. A mí me están defendiendo y punto".
Juan José Monrabal, ante la lápida de su madre Isabel en el cementerio de Catarroja.
Este hombre de 54 años quiere volver a empezar de nuevo en otro lugar y afianza que se marchará en cuanto pueda. Catarroja ya no es su zona segura. Ya no se fía.
Critica que hace ocho meses se aprobase en un pleno extraordinario municipal que se iban a instalar unos altavoces en la localidad para avisar de cualquier riesgo, "pero todavía no hay ninguno". En el reciente Es-alert del pasado 29 de septiembre volvió a sentir "terror".
Preguntado por si acudirá al funeral de Estado que se celebra este miércoles por el aniversario de la tragedia, se niega. "Mi madre era cristiana. En el funeral de la Catedral de Valencia me quedé fuera porque faltaban cuatro personas. A este tampoco pienso ir. Es un funeral laico y yo celebré una misa religiosa por ella cuando tocaba", explica.
