Tomar una decisión puede sentirse como saltar al vacío. El fondo no se ve, pero puede ser una experiencia que marque el resto de una vida. Bien lo saben en el sector de la hostelería, donde miles de personas dan un giro de 180 grados a su carrera profesional para dedicarse a la cocina.
Es el caso de Jimena Meije, copropietaria junto a su marido, David Fernández, de un clásico restaurante del centro de Vigo: María Manuela, situado en el número 31 de la Plaza Compostela. La ahora jefa de cocina era economista y llevaba una empresa de iluminación, pero "de repente" decidió cambiar: "Una locura. No tiene una explicación".
Jimena tomó esta decisión en 2011, cuando alquiló un local en la Plaza de Compostela y montó María Manuela. Era su primera experiencia en la hostelería y fue "muy complicado". "Me costó mucho gestionar el equipo y asumir un alquiler que en aquel momento llegaba a los 5.000 euros", explica a Treintayseis.
Entonces, David, ingeniero naval de profesión, no se había cruzado en su camino y, al año de abrir, decidió abandonar este proyecto, con el objetivo de retomarlo en el Casco Vello. No sería hasta noviembre de 2013 cuando Jimena y su marido reconstruyeron María Manuela en la calle Real.
Entrada de María Manuela, en la Plaza de Compostela, en Vigo
Allí, ofrecían el mejor servicio a los vecinos del centro y del resto de la ciudad, siempre destacando por su especial cariño al producto de cercanía. David se encargaba de la sala y ella de la cocina, todo fluía y la recepción no pudo ser mejor.
"Trabajábamos los dos, la acogida del público fue muy buena y, después, empezaron a llegar los premios y los reconocimientos", recuerda Jimena, que añade que mantienen dos vinilos en las paredes del piso superior de María Manuela para "mantener ese alma" y "no olvidarnos de dónde venimos".
Seña de identidad: "Cocina de mercado"
Entre "Petisquiños" y "Mercados de Sabores" , María Manuela se fue asentando como uno de los restaurantes de referencia para vigueses y viguesas que quieran disfrutar de un buen plato y un buen maridaje en un ambiente tranquilo. Fue tal el éxito que decidieron trasladarse de nuevo a la Plaza de Compostela para acoger más comensales.
En el Casco Vello podían ofrecer servicio a 25 comensales y, aunque su establecimiento frente a la Alameda de Vigo tampoco es grande, duplicaron su aforo. Además, también mejoraron las instalaciones y las capacidades de la cocina. "No había cocina, era una lareira", afirma Jimena.
A pesar de contar con más recursos materiales y personales, la base de la carta y el alma de María Manuela no ha cambiado. "Es una expresión muy manida, la de cocina de mercado. Pero sí, realmente valoramos mucho el producto y el tratamiento que le hacemos", señala la cocinera.
Y es que en María Manuela no se hace una "cocina sofisticada", pero sí se trabaja "con el mejor producto" y se procura "darle la mejor elaboración y la mejor atención". "Intentamos mimar el producto siempre", incide Jimena, que considera que su éxito se basa "en la calidad del producto que tratamos".
Los platos estrella de María Manuela
A pesar de que ha habido "muchos cambios, muchas incorporaciones y alguna cosa que se ha quedado por el camino", el "troncal" de la carta de María Manuela no ha cambiado en estos 14 años de trayectoria. Eso sí, Jimena tiene tanto cariño a sus platos que es incapaz de escoger uno sobre el resto.
Su brick de langostinos es un clásico de la ciudad, pero también destaca los huevos rotos con atún picante, uno de los "nuevos". El tartar de atún, las carrilleras, sus Saquitos o el pastel de buey de mar son otros de los platos estrella del restaurante. "Al final es como los hijos, se les quiere a todos", asegura Jimena.
Además, con su traslado a la Plaza de Compostela y la llegada de nuevos clientes, el mar ha cobrado más relevancia en la carta de María Manuela. "Tenemos rodaballo con una reducción de espinas que está impresionante", destaca la cocinera, que afirma que cada vez "hay más turismo de calidad" que gasta en "buenos hoteles, que se mueve por la zona, y que come"
María Manuela también destaca por sus maridajes, gracias a la pasión de David por el vino. Cuentan con 240 variedades: "Todas las denominaciones de origen nacionales y muchas internacionales", explica Jimena, que asegura que ser hostelero es "una profesión maravillosa" —aunque sacrificada—.
"David y yo hemos llegado a la hostelería tarde, por accidente. Pero lo hemos hablado muchas veces, con perspectiva, nos hubiera gustado haber empezado mucho antes", lamenta la cocinera, que ha encontrado su pasión en los fogones tras años escondiendo su talento culinario entre cuentas económicas.
