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Entre la creciente oferta gastronómica de la ciudad, hay un restaurante que ha conseguido hacerse un hueco en el corazón de los vecinos del centro de la ciudad. Con casi 10 años de trayectoria y uno de los sándwiches más sabrosos y particulares de la ciudad, Porto Santo es ya todo un clásico de García Barbón y la calle Cuba.

La historia de Porto Santo comienza en 2016 en el número 45 de García Barbón. "Siempre quisimos hacer algo nuestro, algo propio, un local donde puedes venir y comer desde una hamburguesa o chipirones hasta una ensalada o una tosta", explica uno de sus dueños, Daniel Pérez.

Antes, él y sus socios habían tenido una relación con una franquicia. El negocio no salió bien y así es cómo decidieron montar un restaurante propio, con una identidad muy definida pero adaptable a las necesidades y gustos de los clientes.

Por eso, aunque el objetivo era abrir un restaurante que sólo abriese al mediodía y a la noche, el Porto Santo de García Barbón está abierto todo el día. "Ofrecemos una cierta variedad para que todo el mundo esté contento", afirma Daniel a Treintayseis desde el establecimiento que tiene en la calle Cuba.

Interior del restaurante Porto Santo en la calle Cuba de Vigo Treintayseis

Y es que apenas tres meses antes del estallido de la pandemia del Covid y las correspondientes restricciones, Porto Santo decidió aventurarse en una nueva zona, cerca del El Corte Inglés, donde sólo ofrecen comidas y cenas. Una idea, la original, que tratarán de trasladar a otras ciudades en el futuro.

La seña de identidad, el Porto Santo

A pesar de la gran variedad de su carta, la seña de identidad es el portosanto, un sándwich único que sólo preparan ellos. Se trata de un bocadillo elaborado con un pan especial, que lleva harina, levadura, hinojo, agua y un toque de miel. A partir de ahí, siempre con el queso como protagonista, las combinaciones son infinitas.

"Es un pan caro, pero creemos que el resultado final es muy bueno", admite Daniel, que dice que "cuando viene gente de fuera" le da "rabia" que pidan hamburguesas u otro plato más común. "Te puede gustar o no, pero dale una oportunidad", recomienda el dueño de Porto Santo.

En Navidades y verano, épocas donde el incremento de turistas es exponencial, es cuando más personas prueban el portosanto. "La sensación es buena, la respuesta por parte del público es buena", asegura Daniel.

Un sándwich portosanto S.P.

Estos sándwiches tan sólo eran una pequeña parte de su carta, hasta que Daniel y sus socios observaron que era un producto que podía marcar la diferencia. Así, lo convirtieron en el emblema del local, sin dejar de lado otros platos para captar un público más amplio.

Una carta variada

Como recalca Daniel, en Porto Santo cuentan con una carta muy variada, con opciones veganas y sin gluten, para acoger a cualquier tipo de persona. "Hay gente que tiene ideas buenísimas, pero al final son negocios que no funcionan porque no están adecuados a la ciudad", argumenta el hostelero vigués.

Esto explica que Porto Santo se fuera adaptando a las demandas de sus clientes en estos diez años. "Tenemos menús para grupos, sin gluten, sin lactosa y para veganos. Al final la gente es lo que demanda", incide Daniel, que ya está recibiendo llamadas para reservar una mesa para Navidad y se encuentra constantemente con este tipo de casos.

"Nosotros intentamos contentar a todo el mundo dentro de lo que se pueda. No somos un local vegano", advierte, a la vez que recuerda que en su restaurante también se pueden encontrar hamburguesas, tostas. Asimismo, ofrecen menús del día, ya que para los trabajadores que suelen comer fuera "comer siempre de carta es un poco cansino".

Plato preparado en Porto Santo Treintayseis

Además, Daniel considera que Vigo es una ciudad "particular" para la hostelería. Los problemas de movilidad de la ciudad condicionan las ventas de los restaurantes céntricos durante la semana, razón por la que los vigueses y las viguesas suelen hacer vida en sus barrios.

"Cada barrio es un mundo y cada barrio es bastante cerrado", recalca el hostelero vigués, que asegura que la falta de transporte público, la pérdida de poder adquisitivo y los mejores hábitos de salud de la gente han tenido cierto impacto en la restauración, que ha tenido que adaptar sus objetivos de ventas a esta nueva realidad.