Con escasos dos años de vida recién cumplidos, La Marciana se ha convertido en una de las taperías de referencia de la ciudad, especialmente de una de las zonas más activas en el negocio de hostelería, como es Rosalía de Castro.
Situada en el número 41 de esta calle, con la recién estrenada plaza del Callejón de Balado a sus pies, abrió sus puertas de la mano de Celtia Yáñez y su pareja, que regentaban un negocio nocturno y buscaban algo más de "estabilidad". El nombre, en este caso, lo recibe de un vino.
Son los vinos y las tapas el gran reclamo de este local, que cuenta en nómina con Daniel Bastos como jefe de cocina. Trabajaba como chef privado del jugador del Celta Aidoo, y a través de un amigo le llegó la posibilidad de sumarse a esta aventura a los pocos meses de que abriese.
La Marciana.
"Me gustó el local, me gustó el ambiente y empezamos a darlo todo", asegura a Treintayseis. Proveniente de una familia "humilde" de Coruxo, Daniel creció guardando la información de las sabrosas recetas de su abuela e inspirado por su abuelo, marinero, "que traía los centollos, los congrios y las lubinas", que se preparaban y limpiaban bajo su atenta mirada.
Tapas de concurso
Se decidió por la cocina estudiando en el C.I.F.P Manuel Antonio en Vigo y pasó por locales claves de la ciudad donde fue aprendiendo un poco de todo. Pénjamo, Casa Obdulia, Nagari, La Central o El Italiano Feo fueron parte de su aprendizaje.
Precisamente, en el restaurante italiano de Samil logró el premio a la mejor tapa del Petisquiño de 2021, con Maremoto. "El tema de los concursos al final es como propaganda, al fin y al cabo te da visibilidad", reconoce. Repitió premio en 2024, ya con La Marciana, y este año ha estado seleccionado para representar a Vigo en el certamen gallego.
Estrenan carta
Acaban de estrenar la nueva carta, de la que Daniel destaca platos tan sabrosos como una paletilla de cordero lechal que hacen "durante 15 horas a baja temperatura" que es "un escándalo"; una degustación de mini hamburguesas, una de rape, otra de pollo y otra de vaca madurada; o un pappadum, que es un pan de lentejas, con tartar de atún rojo, piña aromatizada y uvas de mar. Además de un clásico del local, la tortilla vaga.
Además de la cocina, La Marciana también es una vinoteca donde disfrutar y conocer los mejores caldos. Esta parte recae sobre Andrés Gregorio. "Organizamos catas, llamamos a un enólogo que viene a exponer sus vinos, con esos vinos hacemos maridaje... lo hacemos los martes", incide.
Pasión por la cocina y por Hugo
Para Daniel, la cocina ha sido de gran ayuda: "Tengo TDH, y me ha ayudado mucho a concentrarme, a organizarme". Además, ha sido una apuesta para darle lo mejor a su hijo. "Lo tuve con 19 años y eso me hizo luchar por salir adelante, para darle una mejor calidad de vida", explica. "Es gracias a mi hijo donde estoy ahora, por todo el esfuerzo que hice por él", añade sobre Hugo, que cumplirá siete años en enero.
El camino de La Marciana es, ahora mismo, seguro y sin fisuras. La remodelación de la plaza del Callejón de Balado les ha aportado más vida, si cabe. "Vienen muchos padres y madres con los hijos, y se toman un vino mientras ellos juegan ahí", destaca Daniel.
Es el resultado de "mucho curro" y del trabajo de mucha gente que funcionan como un motor engrasado, cada uno en su parcela. La Marciana también ha logrado, por el momento, espantar los fantasmas del local que ocupa, que no ha sido capaz de fijar un negocio desde hace tiempo.
"Estaba vetado, este local", reflexionan, pero ha tenido que llegar una visitante de otro planeta para que se ponga en marcha y se mantenga en el éxito.
