Respecto a lo que sucedió cuando la jugadora tenía entre 16 y 18 años, el tribunal reconoce que el entrenador era mayor y tenía más experiencia, e incluso que durante un breve periodo fue su entrenador. Sin embargo, consideran que no se demostró que él tuviera una posición de poder o superioridad que le permitiera manipularla o aprovecharse de ella.

Los jueces también señalan que la relación como entrenador duró pocos meses y que la jugadora pudo cambiar de equipo sin problemas, lo que indica que él no tenía un control relevante sobre su carrera deportiva. Además, ambos mantenían una relación de confianza porque él ya la había entrenado antes, y solían intercambiar mensajes sobre partidos y temas del equipo. También se probó que el entrenador la llevaba a entrenamientos y partidos, pero hacía lo mismo con otras jugadoras.

En cuanto a las salidas después de los partidos, como ir al cine o tomar algo, la sentencia aclara que no eran encuentros privados con la denunciante, sino que participaba todo el equipo, muchas veces acompañados por madres de las jugadoras.

La sentencia aún no es definitiva, ya que puede ser recurrida ante el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG).