Señalar solamente a un colectivo para destacar que es el que más ha sufrido durante todos estos meses de pandemia podría ser un tanto arriesgado, pero lo cierto es que las cifras no mienten y han sido miles las personas mayores que han tenido que irse antes de tiempo y en soledad. Las que siguen viviendo aisladas y con miedo, las que no han podido ver todavía a sus seres queridos, las que están enfermando de tristeza.

Sin embargo, todos ellos nos siguen dando lecciones a diario, un chute de fortaleza y esperanza. Al fin y al cabo, muchos vivieron las penurias de la guerra y todos las de una posguerra durísima, por eso se merecen nuestro homenaje. También por eso nos enternecen especialmente sus historias, sobre todo si son de amor, como la de Manuel y su mujer Dolores, que siguen igual de enamorados que cuando se casaron hace 62 años.

Fue su nieta Aurora González quien le contó al mundo lo que estaba a punto de hacer su abuelo. Publicó en su cuenta de Twitter los preparativos que estaba ultimando Manuel para darle una sorpresa a su mujer, ingresada en una residencia. Él lo había planificado todo para entrar a vivir junto a ella después de haber cumplido con su cuarentena, pero no quería llegar sin más:

Manuel Artigao Almazán y Dolores Castillo Portero tienen 91 y 87 años respectivamente y han nacido y vivido en Albacete. Son los abuelos maternos de Aurora, que accede a contar a EL ESPAÑOL la historia de amor de esta pareja casada en 1958 que en estos 62 años juntos han tenido seis hijos y 11 nietos. "Mi abuelo es una persona muy detallista y muy creativa, expresa lo que siente a través de las poesías. Si le caes bien y te considera buena persona, lo más probable es que un día, sin venir a cuento, te haga una", relata.

Por eso, no les pilló por sorpresa que su abuelo planease este emotivo reencuentro con su mujer, que llevaba ya un mes viviendo en la residencia de San Bartolomé de Tarazona de la Mancha (Albacete) a causa de la demencia que padece: "Mi abuelo, que tiene Párkinson, ya no la podía ayudar, así que durante todo ese tiempo no se habían visto apenas y él vivía en casa de mis padres, pero la echaba mucho de menos".

Así que Manuel empezó a hurdir el plan, se lo comentó a la familia y también al personal de la residencia, que se implicó de inmediato: "Se están portando fenomenal, no solo para ayudarnos con esta sorpresa, sino en el día a día haciendo una labor que hay que reconocerles, especialmente ahora con lo que han tenido que pasar y con la precariedad y la falta de reconocimiento al que se enfrentan en muchas ocasiones", valora Andrea, recordando que en el hilo de Twitter comentaron varias personas que trabajan en geriátricos "y decían que se habrían apuntado de estar allí".

Una sorpresa agridulce

Lógicamente, por la limitación de visitas, la familia no pudo asistir al reencuentro el día señalado, pero el personal de la residencia les envió un vídeo del momento. "No salió como esperábamos porque la demencia de mi abuela es una enfermedad difícil y hubo momentos en los que no terminó de conocer a mi abuelo aunque cuando cantó sí supo quién era y se alegró mucho de que estuviese ahí". Manuel escogió el tema de Agustín Lara porque, dice, "ha sido el amor de su vida, así que la letra tiene todo el sentido".

La sorpresa de Manuel a su mujer Dolores en la residencia.

Nadie planea enfrentarse a los envites de una enfermedad tan dura como la demencia en el ocaso de su vida, pero Manuel ha encarado la dolencia de su mujer con entereza. "Sabe cómo está y era consciente de que la sorpresa podía no salir como esperaba, pero lo hizo de todas formas y en las fotografías se les ve muy bien, muy felices, con el ramo de flores. Mis padres y mis tíos pudieron hablar con ella y confirmar que sí, que sabe que mi abuelo está allí con ella".

Aunque Manuel es un abuelo de lo más moderno, echando mano de YouTube para buscar música que le gusta, de WhatsApp para mandar dibujos y canciones, e incluso tiene una cuenta de Facebook, "Twitter se le escapa un poco, así que creo que no termina de entender muy bien cómo funciona", confiesa Aurora, que intentó explicarle que se había hecho viral y que una periodista quería saber más sobre su historia: "Le ha hecho muchísima ilusión".

Un amor entre poemas

"Mi abuelo heredó el negocio de la pescadería que tenía mi bisabuelo y mi abuela solía ir allí a comprar pescado, acompañada de una vecina. Él se fijó en ella. Un día pasó una procesión, salió a la puerta y se puso a su lado. Y así un par de veces. Le habló y empezaron a ir a pasear al parque. Mi abuela, en un principio, no quería nada con mi abuelo; pero al final lo fue conociendo... y hasta hoy". De todas las poesías que ha hecho para sus seres queridos Manuel, "la mitad han sido y son para mi abuela, todavía las conserva de cuando eran novios y las guarda con cuidado".

Él no quería entrar en la residencia al principio porque "le preocupaba que fuese un lugar deprimente, donde se encontrase muy solo", pero "el amor a su mujer pesó mucho, como también lo hizo el ver que ella estaba bien, que la estaban cuidando y tenía la atención que necesitaba". Así que se animó y fue él quien se lo pidió a sus hijos. Ahora, tras estar nuevamente de cuarentena al ingresar, "están muy bien y pasan mucho tiempo juntos".

"Se la lleva de paseo y le habla mucho. Hace muchas actividades y está conociendo a gente, también recibe una atención especializada y ha mejorado mucho la movilidad que había perdido por su Párkinson. Cuando le llamo me cuenta que si lo viese cómo camina no me lo creería". La única pega, por supuesto, es que no los pueden ir a visitar desde hace algunos días porque han restringido las visitas por prevención.

Aurora recuerda que lleva sin poder abrazarlos desde hace casi un año "y es muy duro": "Los llamamos mucho y saber que están bien cuidados, que están entretenidos, que están bien en general nos tranquiliza; pero no es lo mismo que tenerlos delante, en persona. Somos conscientes de que es por prevención y las medidas que ha tomado la residencia nos tranquilizan y son necesarias, pero claro, son tus abuelos".

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