La demagogia, en política, es un bumerán. Tan populista es azuzar el odio de clases culpando de los rebrotes de la pandemia de COVID-19 en exclusiva a "pijos", es decir, a los pudientes, que habrían diseminado el virus desde "terrazas sin mascarillas" mientras "el pueblo" sufre, como descalificar a un político de izquierdas por pretender vivir por encima del umbral de la pobreza.

En este último caso, sin embargo, Podemos tiene un problema recurrente con la frugalidad que transformaron en caballo de batalla electoral pero que no supieron gestionar, ya sea el chalet de Galapagar por el que Pablo Iglesias renegó de su piso de Vallecas, o casos tan absurdos como la mariscada que Ramón Espinar borró avergonzado de Instagram. Con Juan Carlos Monedero, sin embargo, cualquier polémica tiene garantizada el pasarse de revoluciones.

Precisamente en Vallecas, el politólogo participó en las manifestaciones en Madrid para protestar contra los confinamientos selectivos por zonas, afirmando que la Comunidad de Madrid creaba "un apartheid donde los trabajadores se olviden de tener derechos. Que vivan para servir a los nuevos señoritos". Al mismo tiempo, emergía una fotografía suya en redes sociales en la que se le veía sentado en el exclusivo restaurante Numa Pompilio del barrio de Salamanca, observando con satisfacción cómo el sumiller llena su copa de vino.

La primera reacción de Monedero fue una clásica maniobra de los morados, muy del gusto de Pablo Echenique: tratar de ridiculizar la polémica y a los medios que la recogen con sarcasmo. En este caso, el profesor de Ciencias Políticas produjo este tuit que desafía cualquier descripción:

Sin embargo, horas después, encolerizado contra otro medio que recogía la anécdota y contra Carmen Porter de Cuarto Milenio por su despectiva apreciación del caso, Monedero protestaba afirmando que, aunque lleva la misma sudadera en ambas fotos, la del restaurante fue tomada el viernes cuando la manifestación fue dos días después. Añadía que estaba en Numa Pompilio porque le había invitado un periodista. Y terminaba, retador: "Sed prudentes: en España comemos donde nos da la gana".

Y es aquí cuando la demagogia hace su efecto bumerán: aquél mismo viernes, cuando se sentaba a paladear platos de pasta a 20 euros y rodaballo a 30 con el rostro, obviamente, al descubierto, Monedero había tuiteado el mensaje en el que culpaba de los rebrotes a los "los pijos en las terrazas sin mascarilla". De postre, ironía.

Por supuesto, los que se han dado un festín son los tuiteros que ya albergaban pocas simpatías por el politólogo.

Eso sí, siempre se puede contar con Hermann Tertsch para convertir cualquier francachela virtual en material para el Tribunal de la Haya.

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