Este Primero de Mayo se celebra en casi todo el mundo el Día Internacional de los Trabajadores, una fecha marcada en rojo para llevar a cabo diferentes reivindicaciones sociales y laborales desde que se estableció en los calendarios tras el acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional (París en 1889). La fecha, sin embargo, no estuvo escogida al azar, sino que se fijó para recordar a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas que perecieron por participar en las movilizaciones que reclamaban una jornada laboral de ocho horas.

De aquellas protestas iniciadas en Estados Unidos el 1 de mayo de 1886, el punto culminante llegó tres días más tarde, en la conocida como Revuelta de Haymarket -también llamada masacre o incidente-, cuando en mitad de una manifestación estalló un artefacto explosivo contra la policía.

El suceso desató la violencia y acabó con un juicio que condenó a muerte a cinco trabajadores y a penas de cárcel a otros tres. Tan solo unos días más tarde, varios sectores de la patronal accedieron a reconocer esa jornada más justa.

La incumplida Ley Ingersoll

Los obreros estadounidenses de finales del XIX pedían que se reconociese su derecho a trabajar ocho horas, dormir otras ocho y tener libres otras tantas. Ya estaban organizados, en torno a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, una suerte de sindicato con influencia anarquista que compartía escenario con la American Federation of Labor. Esta última, tras su cuarto congreso, celebrado en octubre de 1884, anunció que reclamarían una jornada de ocho horas y, en caso de no reconocerse ese derecho, irían a huelga.

El presidente de EE.UU. por aquel entonces, Andrew Johnson, promulgó en 1868 la conocida como Ley Ingersoll para establecer esa reducción en las jornadas, pero 19 estados sancionaron leyes que contemplaban que un obrero podría llegar hasta las 18 horas de trabajo si el patrón o las "circunstancias" así lo requerían. A la vista del fracaso, el movimiento obrero empezó a organizarse para comenzar los paros en las factorías de todo el país. 

David contra Goliat

La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo ordenó en una carta a todas las organizaciones que aglutinaba que "ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1 de mayo, ya que no hemos dado ninguna instrucción al respecto". Los trabajadores, al no sentirse representados, siguieron adelante y tacharon al sindicato de "traidores al movimiento obrero". Tampoco la prensa les dio aliento, sino todo lo contrario.

La plaza de Haymarket en 1892 Chicago Historical Society

Calificaba sus demandas como "indignantes e irrespetuosas", un "delirio de lunáticos poco patriotas" que comparaban con "pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo". The New York Times, por ejemplo, recogía el 29 de abril de 1886, en las jornadas previas de aquella huelga, que "además de las ocho horas, los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarquistas".

Se activaba el engranaje de la cultura del miedo: "Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo", decía el destacado periódico estadounidense tal y como recoge la Wikipedia.

De la huelga a la revuelta

Unos 200.000 trabajadores empezaron la huelga aquel 1 de mayo. Otros tantos consiguieron su propósito sin tener que llevar a cabo los paros programados. En Chicago, ciudad industrial donde las condiciones laborales eran peores que en otras urbes, las movilizaciones continuaron durante los días 2 y 3. Solo trabajaba una fábrica, McCormick, que mantenía la producción gracias a trabajadores que no se habían adherido a la huelga, lo que conocemos popularmente como esquiroles.

El resto, unos 50.000, habían sido disueltos por la policía de manera violenta cuando participaban en una concentración el 2 de mayo. A día siguiente, celebraron otra en la puerta de la factoría. Sonó la sirena y los esquiroles salieron. Comenzó una batalla campal que terminó con seis muertos y varias decenas de heridos a manos de los agentes. El suceso aumentó la crispación de los obreros y el periodista Adolph Fischer, redactor del Asbeiter Zeitung, se apresuró a imprimir 25.000 octavillas llamando "a las armas" y convocando una protesta el día 4 a las 16:00 horas en Haymarket Square.

El texto contaba lo que había sucedido en McCormick y pedía venganza contra "los chacales que nos gobiernan ávidos de sangre trabajadora": "Al terror blanco respondamos con terror rojo". "Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden... ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!".

La masacre y el juicio

Finalmente consiguieron un permiso del alcalde para celebrar un acto a las 19:30 horas. De hecho, el regidor Harrison acudió y estuvo en la plaza hasta las 21:30 horas para garantizar la seguridad. Sin embargo, lejos de ponerle punto final a la concentración, unos 20.000 obreros a esa hora se negaban a irse y el inspector de policía John Bonfield comenzó a reprimirlos junto a 180 agentes.

Una bomba estalló de pronto entre los policías matando a uno de ellos y dejando varios heridos. Los agentes abrieron fuego de inmediato matando e hiriendo a un número de manifestantes que a día de hoy todavía no se ha podido precisar. Chicago decretó estado de sitio y, durante los días siguientes, hubo toque de queda y detenciones de cientos de obreros por toda la ciudad.

Más de un mes después, el 21 de junio de 1886, comenzó el juicio contra 31 sospechosos que después se quedaron en ocho. Con la prensa presionando y pidiendo la culpabilidad para todos ellos, el proceso tuvo mucho de pantomima y poco de procedimiento. De hecho, actualmente nadie duda de que se estuvo motivado por razones políticas y no jurídicas, juzgándose la condición de anarquistas de los acusados y no su implicación directa en la explosión. 

Grabado que reproduce uno de los instantes del juicio a los anarquistas

Samuel Fielden (inglés de 19 años) y Michael Schwab (alemán de 33 años) fueron condenados a cadena perpetua, mientras que Oscar Neebe (estadounidense de 36 años) cumplió 15 años de trabajos forzados. Los otros cinco fueron sentenciados a muerte el 11 de noviembre de 1887. El tipógrafo alemán de 50 años George Engel, y los periodistas Adolf Fischer (alemán 30 años), Albert Parsons (estadounidense 39 años) y August Vincent Theodore Spies (alemán 31 años).

El más joven, Louis Lingg, un carpintero alemán de 22 años, se suicidó en su celda para no ser ejecutado. Todos ellos murieron sabiendo que días después de la revuelta, a finales de aquel mayo de 1886, varios sectores patronales otorgaron la jornada de ocho horas a cientos de miles de obreros gracias a la huelga.

La placa que conmemora la 'Masacre de Haymarket' Wikipedia

El Primero de Mayo en España

El 5 de febrero de 1919 comenzó en Barcelona la que sería conocida como huelga de La Canadiense, auspiciada por los trabajadores de la empresa eléctrica Riegos y Fuerza del Ebro, eminentemente anarquistas. Duró 44 días y logró paralizar la ciudad y el 70 % de la industria catalana. Consiguió que se aprobara en toda España el Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo convirtiendo a nuestro país en el primero de Europa en promulgar esta ley.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, entre 1923 y 1930, el Primero de Mayo no se celebró en las calles, pero las manifestaciones sí se convocaron en la Segunda República, del 31 al 36. Los años de la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco también postergaron la cita, que se retomó en 1978 con la democracia. En aquellos años del franquismo, no obstante, el régimen optó por festejar el día de San José Obrero, el 19 de marzo.

Estados Unidos, Canadá y algunos otros países no celebran el Día Internacional de los Trabajadores sino el Labor Day, coincidiendo con el primer lunes de septiembre. La idea partió de aquella Noble Orden de los Caballeros del Trabajo que tenía miedo a celebrar la fecha de mayo y contribuir así a reforzar el movimiento socialista en el país. 

[Más información: Los sindicatos zanjan la estrafalaria polémica del "codazo" de Pablo Iglesias del 1º de mayo]

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