Cuando a mediados de la década pasada comenzaron a nacer las primeras redes sociales tal y como las entendemos ahora pocos podían imaginar que se acabarían convirtiendo en el campo de batalla político del este arranque del siglo XXI, donde verdades, mentiras, acosos y puñaladas traperas se mezclarían para crear un extraño estado cuántico donde todo es cierto y falso de forma simultánea.

En los últimos meses, el sistema judicial español ha estado en el punto de mira de muchos interesados en socavar su credibilidad. Desde el caso de La Manada a la sentencia del caso Gürtel, pasando por el inminente juicio a las cabezas pensantes del procés independentista.

En medio de esta vorágine de desinformaciones, que en muchos casos se aprovechan de la complejidad de la justicia y de la falta de conocimiento al respecto de gran parte de la población, hay numerosos jueces, fiscales y abogados que han recurrido a las redes sociales, especialmente Twitter, para realizar una encomiable labor pedagógica. Una labor que es muy incómoda para algunas personas. 

"Hasta la próxima, y gran resultado hoy del Huesca"

Y para ello no han dudado en recurrir a técnicas de matón. Un buen ejemplo de esto es lo que ha tenido que vivir Lady Crocs, quien el pasado día de Reyes tuvo este roce con Gabriel Rufián, diputado de Esquerra Republicana en el Congreso:

De forma bastante poco sutil, Rufián dio a entender que sabía quién era. Y de hecho, el pasado 15 de febrero, el medio digital larepublica.cat -un medio que cuenta con subvenciones del gobierno catalán y del valenciano- publicó un artículo en el que se revelaba su identidad, en una serie en colaboración con Anonymus Cataluña en la que se publicaron las identidades de otros cinco jueces tuiteros. ¿El motivo? Argumentar y exponer las mentiras del independentismo.

El mismísimo Carles Puigdemont tuiteó el enlace en el que se publicaba el nombre, su juzgado, además de una foto. En el artículo se leían acusaciones tan graves como "pedía aplicar la ley para evitar la independencia de Cataluña". También se recurría a sus artículos publicados en Confilegal en los que pone en duda algunos aspectos de la Ley Integral contra la Violencia de Género para calificarla de ultraconservadora.

"Sabía que era cuestión de tiempo que se supiera quién soy", explica la jueza a EL ESPAÑOL. Comenzó a sospechar en septiembre, cuando se le fue "exigiendo" en Twitter que revelara quién era. "Hay varios perfiles que insistían constantemente en ello. De hecho, escribí un hilo poniendo de manifiesto los motivos por los que deseaba mantener mi anonimato".

Por qué quiere permanecer anónima en redes

En el hilo explica cómo, tras un caso complicado y una sentencia que no gustó, recibió un mensaje a través de Facebook, una cuenta con pseudónimo y que encontraron gracias a los apellidos de un hermano.

La petición de un senador de EH Bildu

A raíz de la publicación de estas identidades, el senador por EH Bildu Jon Inarritu realizó una petición para que el Fiscal General del Estado compadezca ante la cámara para dar explicaciones por las "medidas tomadas contra los magistrados/as que desde el anonimato en redes sociales mantienen comportamientos irregulares e incompatibles con su cargo".

"Creo (y confío) en que no, ya que de lo que he publicado en Twitter no es posible apreciar ninguna de las acciones que en la LOPJ se prevén como infracción disciplinaria; por lo mismo, entiendo que no he cometido ningún ilícito civil ni penal", explica Lady Crocs. 

"No sé qué consecuencias puede tener la petición efectuada por el señor Iñarritu, porque de hecho en ella no se hace mención de ningún comportamiento concreto, ni tampoco de ningún perfil de magistrado determinado. Sinceramente, no me siento identificada cuando hace referencia a 'comportamientos inadecuados en redes sociales'".

"No tengo miedo pero no me ha dejado impasible"

"No me ha llegado nada que pueda hacerme temer por mi integridad. Pero reconozco que todo esto no me ha dejado impasible, pues desconozco qué consecuencias puede llegar a tener, sobre todo para mis seres cercanos", explica.

Ella no es la única que ha visto su identidad publicada, y con el clima bélico que ha invadido las redes sociales se hace realmente difícil pensar que el independentismo sea el único bando que recurre al fango. "A raíz de la publicación de mis datos sí que me han enlazado que se publicó algo de unos compañeros. No lo he leído por respeto a ellos, de modo que ni sé quiénes son los compañeros, ni sé si son independentistas ni si se publicó por unionistas". "A mí, particularmente, me tienen ganas determinadas personas por otras cosas que he escrito que han podido considerarse críticas con la actual regulación de la violencia sobre la mujer" añade.

En los últimos años hemos visto que la sociedad se ha polarizado de forma exagerada, con posiciones políticas cada vez más distantes y menos dispuesto a ceder al de enfrente, hasta tal punto que la simple idea de negociar parece una derrota. En redes esto se ha transformado en una auténtica guerra en la que basta con que una persona opine de forma distinta a ti para usar las técnicas más rastreras posibles, publicando identidades, fotos y direcciones. ¿Qué consecuencias puede tener eso para la democracia? "Lo desconozco, aunque confío en que no tenga ninguna", dice la jueza. Y ojalá sea así.