El 21 de agosto de 1911 -un lunes, con el museo cerrado y un mínimo de seguridad. la Mona Lisa desapareció de las paredes del Louvre. La noticia se convirtió en el culebrón del momento en todo el mundo, se cerraron las fronteras del país y la policía rastreó hasta el último milímetro del país. El cuadro de DaVinci pasó a ser uno de los más emblemáticos del mundo. 

Hoy puede ser impensable que un cuadro desaparezca de una de las pinacotecas más importantes del mundo, pero lo cierto es que la seguridad en el Louvre era un chiste, con apenas 150 hombres vigilando 250.000 piezas y sin asegurar los cuadros a la pared. Unos meses antes, un periodista pasó una noche escondido en un sarcófago para mostrar lo lamentables de las medidas de seguridad.

Con esta situación, no es raro que alguien pudiera pensar que una persona no profesional en robos pudiera entrar en el museo y llevarse una obra de arte escondida en la chaqueta -que de hecho es lo que había pasado-. Y de golpe la atención de la policía giró hacia un personaje sorprendente: un malagueño llamado Pablo Picasso.

Picasso, Apollinaire y el arte robado

Picasso en 1908. Wikipedia

El pintor se había instalado en París en 1904, donde formó pandilla con el poeta Guillaume Apollinaire y su secretario, el belga Honore-Joseph Gery Pieret. Fue el gusto de este último por el dinero y sus pocos escrúpulos a la hora de lograrlo que puso a Picasso en el radar de la policía.

El diario Paris-Journal había ofrecido una recompensa de 50.000 francos a quien pudiera ayudar a devolver el cuadro a las paredes del museo. Pieret se plantó en la redacción asegurando que había robado arte del Louvre para dárselo a unos amigos. La cosa es que no mentía.

Una de las piezas robadas por Pieret. Wikipedia

Unos años antes, en 1907, Pieret había robado dos esculturas íberas del siglo 4 AC y se las había vendido a Picasso por 100 francos, esculturas que, supuestamente, Picasso usó de inspiración para pintar Las señoritas de Avignon. No solo eso, también había robado otra pieza unos meses antes del robo de la Gioconda y la había colocado en una repisa de Apollinaire.

La policía pensó que los robos estaban relacionados y no tardó en averiguar quién eran los amigos de Pieret. Picasso y Apollinaire entraron en pánico, cogieron las figuras y se dispusieron a tirarlas al río Sena, pero fueron incapaces de hacerlo. Finalmente Apollinaire se personó en la redacción del diario y entregó las estatuas a cambio de anonimato. Pero a la policía no le hizo mucha gracia lo del anonimato.

A principios de septiembre Apollinaire fue detenido y Picasso fue llamado a declarar, negando ante el juez haber visto nunca al poeta. Aunque ambos tenían arte robado, el juez no vio pruebas de que tuvieran nada que ver con el robo de la Mona Lisa, siendo declarados inocentes.

La verdad, dos años después

Vincenzo Peruggia, el verdadero ladrón. Wikipedia

La verdad se supo dos años después, cuando Vincenzo Peruggia fue detenido intentando vender el cuadro al director de la Galleria degli Uffizi, quien le delató a la policía. Peruggia  era un exempleado del Lovre que había entrado en el museo a las 7 de la mañana vestido como un trabajador de mantenimiento, había descolgado el cuadro, lo separó del marco y salió del Louvre con la pintura bajo la ropa.

Su intención era devolver la obra a Italia después de que hubiera sido robada por Napoleón -aunque en realidad había sido el propio DaVinci quien la llevó a Francia en 1516 cuando el rey francés Francisco I se convirtió en su mecenas. Otra teoría afirma que la motivación del robo fue vender copias falsas, aunque nunca ha sido probado. Pero lo cierto es que Picasso nunca tuvo nada que ver.