El mundo y Tinder son dos pañuelos muy pequeños. Eso es lo que descubrió Emily Cochran, quien estaba en su casa charlando con muchachos de Tinder cuando, sin levantarse del sofá, acabó por resolver un terrible crimen. Todo comenzó cuando hizo match con Drew.

"Era lunes por la noche y estaba mensajeándome con chicos de Tinder, y vi que Drew tenía una lata de LaCroix en su perfil", explicó Emily a The Bustle, refiriéndose a una marca de agua con gas muy popular en EEUU. "No tenía nada más que decir, más allá de "LaCroix mola", algo que decía sinceramente".

Paralelamente también estaba hablando con Raymond. Lo que no podía imaginar es que la conversación se acabaría cruzando de forma increíble:

Drew pasó a explicarle que justo se había encontrado un alijo de LaCroix abandonado por la calle y que había decidido cogerlo y llevárselo a casa. "¿Cómo puede pasar eso?" contestó una sorprendida Emily que estaba a punto de obtener la respuesta.

La respuesta le llegó a través de Raymond, que había comenzado la conversación de una forma un poco más convencional, con un "hola, ¿qué tal?". La respuesta no fue tan convencional, porque normalmente no se recibe un "bastante mal" como respuesta. Raymond entonces le explicó que había dejado sus bebidas fuera durante "como dos minutos" y que se las habían robado. "¿Eran LaCroix?", preguntó. Lo eran. ¡Boom!

De un robo a una bonita amistad (o no)

"Le  dije a los dos chicos que estaba hablando con ambos y ninguno me podía creer porque era demasiado loco para ser verdad", explica la detective tinderiana. Resulta que Raymond se había dejado algo en su casa y tuvo que volver, dejando un momento las bebidas -que a estas alturas ya parecen las joyas de Snatch: cerdos y diamantes- en la calle. Cuando volvió, habían volado.

Emily explica que Drew se sintió tan mal por lo sucedido -¡algo que te encuentras en la calle resulta que tenía dueño! ¡quién lo iba a imaginar!- que ofreció devolverlas, menos las dos que se había bebido. Fue entonces cuando Emily les indicó cómo encontrarse. Lo hicieron, se cayeron bien y bebieron -agua con gas- y le enviaron un vídeo como prueba.

Lo que comenzó como un robo -accidental pero robo-, parece que ha acabado en una bonica amistad. Ambos hombres, unidos por su pasión por el agua con gas- volvieron a quedar al día siguiente tras haber descubierto que son vecinos.

"Hay algo de amistad", explica Raymond, aunque admite que negros nubarrones acechan esta peculiar relación. "Saber que la batalla por una cita con Emily es inminente definitivamente evita que la amistad se solidifique".

Lo que pudo ser y no será. Quizá Emily no debería quedar con nadie.