Menos mal que el heavy no es violencia porque, si no, a Jered Threatin le podría haber tocado más de un tirón de orejas. Este iluminado y sus ideas de bombero nos ha dejado una de las historias más surrealistas del panorama viral. Ha sido capaz de engañar a toda una red de promotores musicales y dueños de salas del Reino Unido comprándose seguidores en las redes sociales. Una estafa 2.0 de manual que puede sentar precedentes durísimos.

Jered es el líder de Threatin, una no banda de Los Ángeles que cruzó el charco para hacer las Europas empezando por el Reino Unido. Ojo, que el tipo se lo curró hasta el punto de grabar videoclips como este, en el que, por cierto, solo sale él. Pero centrémonos, la aventura comenzaba el pasado mes de octubre cuando anunciaban así su periplo por varios países europeos:

Parece increíble que tres tipos prácticamente desconocidos hayan logrado que los dueños de los clubes y los productores los reciban con los brazos abiertos. Pero, amigo, aquí es donde entran las redes sociales. Según la BBC, Jered habría comprado a sus seguidores de Facebook e Instagram a la vez que registraba eventos que nunca existieron y aseguraba a los promotores británicos que había vendido buena parte de las entradas online por anticipado. Un fenómeno.

Así que en estos tiempos, donde vamos a contrastar a las páginas de fans como si fuesen la Biblia, los tipos no dudaron de Jered y dispusieron todo para el viaje de la banda y sus actuaciones sin prever que los conciertos estarían totalmente vacíos. ¿Quién dudaría de alguien con casi 40.000 seguidores en Facebook y 16.000 en Instagram? ¿Por qué mentirían las personas que aparecen como asistentes en el evento?

Descubriendo el pastel

La banda -bueno, llamémosle cuarteto para que nadie se sienta ofendido-, actuó en The Exchange, un local de Bristol donde compartió escenario con los metaleros Bingham. Ellos le contaron a la BBC que "parecía un poco extraño desde el principio porque nadie venía por la puerta con las supuestas entradas anticipadas".

De hecho, les dieron tanta pena que se quedaron a verlos tocar porque no había ni un alma. Ocurrió casi lo mismo en Birmingham. Allí Threatin tocaba junto a otra banda, The Unresolved. Solamente apareció una persona en el concierto y fue entonces cuando el batería y el guitarra que tocaban con Jered se empezaron a mosquear y se volvieron a Estados Unidos porque esto mismo les había pasado también en Londres y en Manchester, donde lo captaron en vídeo.

Una vez en casa hablaron con los medios sobre los conciertos vacíos de su gira, el Facebook del cuarteto desapareció y los perfiles de Jered empezaron a ser privados, excepto su Twitter. El baterista, Dane Davis, explicó su versión en la revista Classic Rock, asegurando que lo fichó una mujer llamada Lisa poco antes de empezar la gira, cuando estaba en Las Vegas.

Disimula haciéndose un Wismichu

Davis echó un vistazo a las redes sociales de Threatin y no vio nada sospechoso, de modo que dijo que sí y se fue a Los Ángeles para empezar a ensayar. Le ofrecieron 300 dólares por ir a Europa con los gastos pagados y aceptó: "pensé que sería una oportunidad para hacer una gira, tener unas vacaciones y recibir 300 dólares".

Cuando nadie acudió a su primer concierto Jered le echó la culpa a una mala promoción por parte de la sala; pero cuando Davis vio que pasaba lo mismo en todos y supo de los rumores que decían que los supuestos fans de Threatin eran falsos, cogió su macuto y se fue. Su testimonio confirma que ninguno de los músicos sabía lo que estaba orquestando su líder.

Ahora, con todo el pescado vendido y fama de estafador a este y al otro lado del charco, Jered ha querido salir por la tangente y dárselas de cerebrito crítico con los social media. Que todo esto es un experimento y nosotros sus conejillos de indias. Que si fake news y todo lo demás:

"¿Qué son las noticias falsas? Convertí una sala vacía en un titular internacional. Si estás leyendo esto, eres parte de la ilusión", escribió. Así que ahora nos deja con la intriga de saber si todo esto era una argucia brillante para denunciar el panorama actual de la industria musical o si, como parece más probable, le faltan un par de hervores.