A principios de junio de 1940 ya era evidente que Francia caería ante la Blitzkrieg alemana. La línea Maginot había evitado que el ejército nazi cruzase la frontera entre ambos países, pero la mala coordinación de los franceses con sus aliados belgas y holandeses permitieron que las columnas de Panzers llegasen hasta Francia casi sin oposición.

Ante el inminente desastre, se decidió que buena parte islas británicas en el canal de la Mancha se desmilitarizarían y 17.000 personas serían evacuadas. Una de las evacuadas debía ser Sark, un trozo de tierra de apenas cinco kilómetros cuadrados y 400 habitantes. No tenía electricidad ni agua corriente, los coches estaban prohibidos y por si eso no fuese suficiente tenía otra particularidad: era el último reducto del feudalismo en Europa. La Dama Sibyl Hathaway había nacido para gobernar esas tierras y a los 40 terratenientes que se la dividían. Y la Dama Sibyl no iba a entregar sus posesiones tan fácilmente.

Así, mientras que las islas vecinas se vaciaban, la Dama Sibyl pidió a sus súbditos que se quedasen. Al fin y al cabo la ley de la isla les obligaba a protegerla de los invasores, como habían hecho desde que en 1066 pasaron a pertenecer a la Corona Británica, cuando Guillermo el Conquistador se hizo con el trono inglés. Esa ley obligaba a todos los terratenientes a poseer un mosquete para la defensa de la isla, algo que parecía no iba a ser muy efectivo contra un ejército como el nazi. Aunque ofreció arreglar la marcha de quienes no se quisieran quedar, de los nacidos en la isla nadie se marchó.

El famoso istmo que une de las dos partes de la isla

El 1 de julio la aviación alemana sobrevoló la isla de camino a Guernsey, la más grande de las islas del canal, y bombardearon su capital matando a 38 civiles. Tres días más tarde un bote salvavidas llegaría a la costa de Sark: era la fuerza de ocupación alemana. En ese momento la Dama comenzó el juego de poderes.

Normalmente unos caballos estarían esperando a los visitantes, pero no ese día. Los visitantes irían andando hasta la residencia de la señora. Su doncella anunciaría la llegada de los alemanes como la de cualquier otro súbdito y colocó sus sillas en el extremo más alejado de la sala, obligándoles a recorrer toda la distancia. Ante la diferencia de poder militar, solo podía recurrir a los juegos mentales.

Los invasores alemanes eran aristócratas

Por suerte para ella, los dos militares al cargo de la ocupación de la isla eran aristócratas. Aquellas islas eran un golpe para la propaganda alemana -no dejaba de ser territorio británico ocupado- pero era un lugar relativamente seguro al que podían ir los soldados con más conexiones. Eso estableció un puente entre la señora de la isla y los invasores, al fin y al cabo la Dama era una de las nobles más importantes de Europa. Escuchó sus condiciones: toque de queda a las 11, no se permitirían grupos de más de cinco por las calles, todas las armas serían confiscadas, los pubs se cerrarían y ningún barco dejaría el puerto sin permiso. Tras descolocarles dirigiéndose a ellos en alemán, prometió ocuparse de que esas órdenes se cumplirían. Era su isla.

Durante el resto de la guerra, la Dama puso en especial énfasis en la pompa y boato en su interacción con los alemanes. Nunca iba a ellos, siempre les hacía ir a ella, además de exigirles hacerle una reverencia y a besarle la mano antes de sentarse en su presencia.

Cuando tenía visita alemana, colocaba literatura antifascista a la altura de los ojos y preguntaba frecuentemente por los avances de la invasión de Rusia -ella estaba incomunicada y sabía poco del exterior, como que su hijo mayor había muerto en los bombadeos de Liverpool-.

Vestigios medievales en la isla de Sark

Los habitantes de la isla realizaron pequeños actos de rebelión: como llegar tarde a las horas de llegada al puerto, o golpeando las olas al acercarse al puerto de forma que empapaban a los alemanes. Incluso los niños colocaban hilos de pescar en el camino de las patrullas para que tropezasen.

Cuanto peor iba la guerra para los alemanes, peor para los sarkeños

A medida que las tornas de la guerra daban la vuelta y la cosa para los alemanes se ponían feas, comenzaron a exigir cada vez más y más de la producción de la isla. Los soldados destinados a la isla llegaron a ser casi 300 poniendo en peligro el reparto del agua potable.

Un comando británico atacó Sark, matando a dos soldados alemanes y capturando a otro. Los nazis respondieron rodeando de alambre de espino la costa, lo que dificultaba la pesca, y colocaron casi 13.000 minas. Además, decidieron deportar a todos los habitantes británicos de la isla.

Pero entonces fue cuando los juegos de la Dama dieron frutos, ya que usó su influencia en los comandantes alemanes para convencerles de que los habitantes de la isla no eran británicos. Solo 11 de los casi 400 habitantes fueron deportados. Eso sí, en 1943 no pudo evitar que su marido, Rob, un americano, fuese deportado al campo de prisioneros de Laufen, en Francia. Cuando los alemanes se quejaron de que los isleños les entregaban leche en mal estado y no podían hacer mantequilla, ella les dio tal charla sobre el arte de hacer manteca que no volvieron a abrir la boca.

En 1944 los aliados asaltaron Francia, pero no pusieron un pie en las islas. Churchill se negó a enviar provisiones, alegando que estaban bajo ocupación alemana y que era responsabilidad germana. Aquel invierno el ganado y la cosecha comenzó a desaparecer. Los alemanes exigieron que todo el grano y las patatas se guardasen en sus dependencias. La Dama no iba a aceptar aquello, por lo que lanzó una operación secreta para robar lo que le habían robado. Lideró un grupo de conspiradores que logró robar media tonelada de cereal que fue distribuido entre la población.

El hogar de Sibyl Hathaway

275 prisioneros de guerra

Tras el suicidio de Hitler y la rendición alemana llegó el equipo de liberación británico, que en realidad se marcharía ese mismo día dejando a cargo de la Dama los 275 prisioneros de guerra que habían sido hasta entonces invasores de la isla. La Dama no tardó en comenzar a darles órdenes: devolverían las armas y las radios confiscadas, reestablecerían la comunicación telegráfica con las demás islas y retirarían las minas que habían colocado -dos alemanes murieron en esta operación-.

Aunque no había sido fácil estar bajo la ocupación alemana, el quedarse allí salvó la isla y su peculiar forma de vivir. Alderney, una de las islas vecinas que tenía un estilo de vida similar, había sido evacuada y fue totalmente desmantelada por los nazis, incluso las casas para usar su madera. Aunque fue reconstruida, no volvió a ser la misma, viendo pronto la llegada de coches y de una vida moderna.

Sark siguió siendo el último reducto del feudalismo en Europa hasta 2006, cuando se inició una reforma que sustituiría el sistema feudal por uno en el que los representantes serían elegidos por sufragio universal.