Uno de los problemas con el que se tienen que enfrentar en Silicon Valley y del que poca idea se tiene es el sexismo. El asunto ha calado tanto que dos emprendedoras decidieron inventarse un cofundador, un tal Keith Mann, para poder ser tomadas en serio entre desarrolladores y diseñadores.

El caso es que descubrieron que usando un alter ego masculino obtenían mucha más atención y respuestas positivas que al utilizar sus propios nombres. De hecho, antes de la suplantación muchas respuestas tenían un tono condescendiente con ellas por no hablar de las negativas, las citas o las amenazas.

Penelope Gazin y Kate Dwyer, según podemos leer en el Telegraph, desarrollaron un mercado web artístico llamado Witchsy donde creadores y compradores se encuentran. Sin embargo, a la hora de encontrar y contratar a nuevo talento, vieron como el hecho de ser mujeres jugaba, lamentablemente, en su contra y así fue como inventaron a un hombre que hacía todo eso por ellas.

Un problema muy común

El caso de estas dos emprendedoras no es nuevo en San Francisco. De hecho en la industria tecnológica hay numerosos casos muy sonados. Sin ir más lejos, hace unas semanas Google despidió a uno de sus ingenieros que publicó un documento en el que se criticaba ampliamente las políticas de igualdad de la empresa. 

Este hecho ha empañado, en cierto modo, la imagen de la empresa californiana a pesar de haber tomado medidas inmediatamente. De rebote, ha dado voz a todos aquellos a favor de la desigualdad de la mujer argumentando que los que piensan diferente son acallados y, por tanto, que la censura feminista existe. Algo que es, claramente, mentira.