Eleonora Dobrinina es un fenómeno viral. Esta fisicoculturista y entrenadora personal rusa de 35 años es muy activa en redes sociales, compartiendo sus entrenamientos y trucos en Facebook, YouTube o Instagram. Tras su musculatura exageradamente trabajada se esconde una historia personal. Cuando Eleonora se quedó embarazada de su hijo llegó a pesar 105 kilos, casi el doble de su peso normal.

En su página web la atleta cuenta que ganó todo ese peso "incluso aunque estaba entrenando en el gimnasio todos los días durante los primeros 8 meses de mi embarazo. No hacía ningún cambio". Después de dar a luz, Dobrinina incluso cogió algunos kilos más, lo cual la dejó abatida al ser una persona que siempre había sido deportista. "Yo era esa persona que siempre había estado activa durante toda mi vida y que amaba mi cuerpo y estaba segura de él, tanto que inspiraba a la gente para trabajaran duro y siempre, siempre lo mantuvieran perfecto".

La bodybuilder relata también como tras el alta hospitalaria su médico le recomendó no entrenar durante seis semanas como una medida de precaución al haberse producido el parto mediante cesárea. Sin embargo, ella no hizo caso y a la semana siguiente ya estaba pisando el gimnasio. "En ese momento, cuando despertaba cada mañana, me odiaba mirarme en el espejo. Intentaba no verme, pero cuando lo hacía, me decía a mí misma odio a esta persona. Voy a cambiar. Voy a arreglar esto", cuenta.

Para muchos, la historia de Eleonora y el hecho de que comparta constantemente fotos de su apariencia y evolución suponen una forma de fomentar la vigorexia o dismorfia muscular, un trastorno mental en el que la persona se obsesiona con su estado físico hasta niveles patológicos y tiene una distorsión de su imagen, viéndose siempre débil. Para otros, simplemente se trata de una mujer que ha emprendido un camino que conlleva mucho esfuerzo y sacrificio para cumplir su sueño. La pregunta es: ¿dónde está el límite entre lo saludable y lo que no lo es?

El perfil de un paciente de vigorexia suele ser de un varón con edades comprendidas entre los 17 y 35 o 40 años. Un estudio realizado por la BBC estimaba en 2015 que uno de cada diez hombres que van al gimnasio en Reino Unido podría tener esta condición. La enfermedad también afecta a mujeres, pero es algo menos común y muchos casos probablemente no se reporten. La sociedad estereotipada en la que vivimos y que muchos medios de comunicación y la publicidad fomentan representan a hombres musculados y a mujeres extremadamente delgadas, por lo que es más común que ellas caigan en otros trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia. Si a eso se suma el haber tenido un cambio físico importante, como el que se produce en un embarazo y la presión social por recuperar la figura se está allanando el terreno para que germine uno de estos trastornos.

"Tanto en este como en otros trastornos hay que tener en cuenta las características socioculturales, biológicas y psicológicas. En este contexto podemos hablar de factores personales de una baja autoestima, preocupación desmedida por su aspecto físico, obsesión por controlar la alimentación, distorsión del esquema corporal, bajo autoconcepto o personalidad perfeccionista", explica para EL ESPAÑOL la psicóloga sanitaria Beatriz Fernández Pablo.

En el marco del contexto social los modelos o estereotipos juegan un papel clave. Para la experta, "pueden tener mucho peso como desencadenante. Son un aspecto socialmente aceptado que influye en nuestra percepción, actitudes y comportamientos. Lo más alarmante es la temprana edad con la que comienza dicha influencia", alerta Fernández. La psicóloga lamenta que en muchos casos "se fomentan valores únicamente sustentados en el aspecto físico, relacionándolo con el éxito".

La 'grasa cero' pone en peligro la salud

La obsesión por marcar músculo y definir su cuerpo siempre un poco más ha llevado a algunos aficionados al culturismo a un peligroso objetivo: tener cero grasa. Muchos anuncios de productos para adelgazar aluden directamente a él, como si se tratara de un componente negativo para el organismo per se. Sin embargo, se trata de una meta inalcanzable y cuya búsqueda puede acarrear consecuencias muy graves. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el porcentaje de grasa corporal depende de varios factores, como son la edad y el sexo, además del nivel de actividad de cada individuo.

"En el caso de mujeres atletas cuya composición corporal sea fundamentalmente músculo (el músculo es principalmente agua), y que los valores de grasa total corporal y de grasa abdominal se encuentren muy disminuidos, puede conllevar riesgos como funcionamiento fisiológico inadecuado, malnutrición por déficit o exceso de algunos micronutrientes, mal funcionamiento del sistema inmunológico y, en determinados casos, amenorrea. Otras consecuencia es el riesgo de osteoporosis", comenta Juan Alberto Rodríguez Laprast, dietista-nutricionista y terapeuta especialista en trastornos de alimentación y obesidad. El profesional asegura que "todo organismo necesita proporciones adecuadas de líquido corporal, grasa corporal y masa libre de grasa (músculo y hueso)".

Dobrinina presume en alguno de sus vídeos de acercarse a un nivel de grasa corporal del 7 u 8 por ciento, una cantidad que está muy por debajo de la que recomiendan los especialistas. Los médicos creen que para una fémina con su edad lo saludable sería que se situara entre el 20 y el 25 por ciento. "Existen valores de referencia. De un modo muy general, una mujer de 20 a 30 años de edad con un porcentaje de grasa inferior a 12-15%, por ejemplo, puede sufrir la pérdida de su menstruación y un funcionamiento fisiológico alterado", advierte el nutricionista.

¿Dónde está la frontera?

¿Cómo saber cuándo se ha sobrepasado la barrera entre levantar pesas y verse mejor y la obsesión con el aspecto físico? ¿Dónde está el punto de no retorno? Según señala el psicólogo sanitario y especialista en psicología aplicada al deporte Vicente Femenia Lloret, "el límite sano para cultivar el cuerpo haciendo ejercicio o musculación sería el ser poseedor de un cuerpo sano, no solo estéticamente". Por encima de todo "independientemente de la apariencia, la salud debería ser la máxima perseguida en este tipo de deporte como en otros. Analíticas correctas y ausencia de cardiopatías u otro tipo de patologías así lo indicarían".

En la misma línea Fernández Pablo considera que "el límite no debería ir marcado por el aspecto puramente físico, ya que hay que entender y educar en ello, en que no solo hay un tipo de belleza o un referente físico". La psicóloga sanitaria coincide en que la salud debería estar por encima de todo, independientemente del fin con el que se hace el ejercicio. "Hay que tener presente que se convierte en un problema cuando afecta de forma negativa a nuestra vida, ya sea social, personal o laboral", aclara la experta.

Por su parte, Femenia opina que una práctica deportiva desmesurada solo se puede considerar enfermedad dependiendo de "el grado de adicción que provoca en el individuo y la recurrencia y persistencia en el tiempo en el tiempo de las conductas necesarias para desarrollar determinadas hipertrofias (consumo de hormonas, testosterona y diuréticos, etc)".

Los jóvenes, más vulnerables

Por su uso gran de las redes sociales y herramientas multimedia, y por su falta de madurez en algunos aspectos, los adolescentes son los que más peligro tienen de caer en trastornos alimenticios y de la imagen corporal. Ellos están más expuestos a estos modelos que se difunden en el mundo 2.0 y cuentan con menos filtros.

Para Femenia, las imágenes de planes de ejercicio extremos y cuerpos hipermusculados sí que pueden fomentar la vigorexia. "Evidentemente, el efecto publicitario de los selfies lo favorece claro, como Whatsapp o Facebook favorecen las infidelidades o el pseudofamoseo favorece todo tipo de conductas más primitivas". Fernández matiza que "el hecho aislado de ver esos modelos por sí solo no explica este problema", aunque sí lo favorece explicado mediante el refuerzo negativo. "En estos casos su fin es fortalecerse, aumentar su masa muscular y la exposición pública y su ensalzamiento no favorece la extinción de esa conducta problemática", subraya.

La profesional recomienda a los chavales y a sus padres prudencia y paciencia antes de lanzarse a hacer musculación o ejercicio físico diario. "El primer punto y fundamental es tener en cuenta la madurez esquelética, es decir, cuando se deja de crecer. El levantamiento de pesas antes de esto tiene implicaciones para la salud, como lesiones en los cartílagos de crecimiento".

Además, aconseja que se lleven a cabo unos "buenos programas de prevención donde se trabajen los factores de riesgo, psicoeducación sobre este tipo de trastornos e ideales de belleza, así como educación en hábitos saludables de alimentación y ejercicio físico". Por último, Fernández insiste en que es importante que se enseñe a los jóvenes a "desarrollar un pensamiento crítico ante esta sobreestimulación" propia de la sociedad de la información y cada vez más tecnológica en la que vivimos.

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