“Como enfermera me he metido la bolsa de sangre que te iba a trasfundir dentro de mi uniforme, para calentarla con mi cuerpo y no provocarte una hipotermia. Como enfermera he visto tus lágrimas al abrazar por primera vez a tu bebé prematuro. Te he visto llorar cuando has perdido a tu bebé de dos meses. Te he visto coger el primer aliento después de salir del coma y he reconocido cuando estabas dejando de respirar”.

Así arranca la conmovedora carta abierta que Diana Roig, una enfermera madrileña de 24 años decidió escribir hace sólo unos días a todos los pacientes con los que había tenido la suerte de cruzarse en algún momento. En realidad, la misiva va dirigida a todos aquellos que en algún momento de sus vidas, en una situación complicada, tuvieron que pasar por un hospital y ser atendidos por un enfermero o enfermera. Un texto en clave de disculpa que puede ser entendido también como un alegato sobre la humanidad de los profesionales sanitarios y un agradecimiento a todos aquellos que se cruzaron en su camino.

“Nosotros a veces nos damos cuenta de que nuestra forma de actuar en los hospitales o centros de salud no está del todo bien vista. Vamos corriendo de un lado para otro y piensan que no estamos pendientes de sus familiares o que no tenemos sentimientos”, cuenta la joven al otro lado del teléfono. “Así que se me ocurrió que sería bonito escribir sobre toda esa gente que me marcó de alguna forma en mi trabajo: los pequeños gestos de una madre que acababa de dar a luz a su bebé prematuro, las ocasiones en que lo pasé mal al tener que pinchar a una persona o cuando me he emocionado ante una mala noticia”, explica.

“Me he quedado sentada contigo cuando sacaba dos minutos de mi tiempo para ayudarte a poner el canal que me pedías. Me he quedado casi tumbada en tu pecho acompañándote un ratito a ver esa peli que tanto te gusta. Como enfermera te he pinchado más veces de la cuenta y veías en mi cara que me dolía tanto como a ti hacerte daño”, continúa la misiva. El pasado viernes escribió esta suerte de carta abierta y en menos de cinco días ha sido compartida más de 22.000 veces.

“Estaba estudiando y pensé que sería una buena idea recopilar todos esos momentos en los que me había emocionado mientras desarrollaba mi trabajo. Desde que comencé a hacer prácticas hasta ahora”. Y así hizo. El éxito de la publicación ha sorprendido a la propia Diana. “Imagino que mucha gente se ha sentido identificada. No sólo compañeros de profesión, sino aquellos que han sido atendidos en un hospital”, explica.

La joven apunta que, pese a las dificultades y a los momentos difíciles, lo suyo por la enfermería es pura vocación y seguirá sintiendo un enorme orgullo cada vez que se vista con el pijama sanitario para tratar con el mayor cariño posible a cada uno de los pacientes.

Aquí puedes leer el texto completo:

Como enfermera me he metido la bolsa de sangre que te iba a trasfundir dentro de mi uniforme, para calentarla con mi cuerpo y no provocarte una hipotermia.

Como enfermera he visto tus lágrimas al abrazar por primera vez a tu bebé prematuro.

Te he visto llorar cuando has perdido a tu bebé de 2 meses.

Te he visto coger el primer aliento después de salir del coma y he reconocido cuando estabas dejando de respirar.

Como enfermera he visto a tus hijos desesperados porque no les reconocías y he reído contigo cuando me decías que qué cambiado estaba el mundo.

Me has querido emparentar con tu nieto y me has dado bombones. Me has preguntado que cuándo descansaba y qué hacía trabajando a esas horas en navidad.

Me he quedado sentada contigo cuando sacaba dos minutos de mi tiempo para ayudarte a poner el canal que me pedías. Me he quedado casi tumbada en tu pecho acompañándote un ratito a ver esa peli que tanto te gusta.

Como enfermera te he pinchado más veces de la cuenta y veías en mi cara que me dolía tanto como a ti hacerte daño. Como enfermera no he podido evitar tu sufrimiento y he tenido que tragar saliva cuando te marchabas.

Me ha tocado darte la mano cuando te daban malas noticias, y me ha tocado darle las malas noticias a tus hijos por teléfono.

He tenido que curar las heridas que te provocaba estar en cama durante meses y he visto como cerraban. He visto también como te salían heridas nuevas.

Como enfermera he corrido por el pasillo cuando he visto en el monitor que tu corazón se estaba apagando, y te he ayudado a respirar con diversos aparatajes.

Como enfermera me ha tocado calentarte el café y ayudarte a comer, también me ha tocado parar porque te estabas ahogando.

Tu familia me ha visto mirarte cuando estabas inconsciente y tu me has escuchado contarte que había sido un día duro a pesar de que tuvieras los ojos cerrados.

Me he equivocado con tu medicación y me he pinchado con tu aguja.

Me he tenido que salir de la habitación cuando tu marido lloraba al perderte porque no podía contener las lágrimas, y me has visto despedirte y desearte suerte al alta hospitalaria.

Te he enseñado a ti y a tu familia cómo cuidarte cuando estés en casa y pequeños consejos para hacerte la vida más llevadera cuando no estés en el hospital.

Me has oído mil veces decirte que dejes de fumar y al final del día he pensado en ti en mi casa, en cómo estarás... en si estarás mejor.

Como enfermera he hecho de tu viaje el mío y tú eres cada parte de mi día.

Gracias a ti soy enfermera.

Diana Roig

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