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Los amantes de la comida italiana tienen donde elegir en Sevilla. Desde el Grosso Napolitano hasta el Solito Posto, pasando por la inigualable comida que ofrece Alimentari. Y es que será por sus deliciosas recetas que encandilan cualquier estómago, pero la comida italiana siempre apetece.

Pizzas, pastas, quesos o lasañas, toda comida proveniente de este rincón de Europa es bienvenida. Por no hablar de sus vinos: rosados, blancos, tintos o frizzantes, también todo un manjar para los sentidos.

Pero, ¿es de conocimiento popular que la pizza no es la única comida estrella de Italia? Recientemente, en Sevilla ha abierto sus puertas un restaurante cuyo plato estrella rivaliza con la tradicional pizza napolitana. Su origen también es italiano, y su forma y aspecto es prácticamente idéntica a la comida favorita de Scooby-Doo o de Joey Tribbiani (Friends).

Se trata de la pinsa -sí, hasta el nombre es prácticamente idéntico-. La Pinseria il forno ha llegado al número 6 de la carretera de Carmona para traer a Sevilla un plato tan de Italia como la pasta boloñesa. Además, es sabroso y ligero, por lo que es perfecto para estómagos que se resisten a las digestiones.

Aunque a simple vista puedan parecer similares, la pizza y la pinsa son dos propuestas culinarias italianas con importantes diferencias, especialmente en lo que respecta a su elaboración, textura y digestibilidad.

Diferencias

La pizza, originaria de Nápoles, es uno de los platos más emblemáticos de la cocina italiana. Su masa se elabora exclusivamente con harina de trigo y suele tener una fermentación que oscila entre las 8 y las 24 horas. Su forma tradicionalmente redonda, su textura más densa y elástica, y su sabor característico la han convertido en una de las comidas más populares del mundo.

Por su parte, la pinsa —una receta rescatada de la antigua Roma y reinterpretada en la actualidad— se elabora con una mezcla de harinas de trigo, arroz y soja, lo que la convierte en una opción más ligera y altamente digestible. La masa de la pinsa fermenta durante al menos 48 horas, y en algunos casos hasta 72, lo que le confiere una textura mucho más crujiente por fuera y aireada por dentro. Su forma ovalada, su aspecto rústico y su ligereza la diferencian claramente de la pizza tradicional.