Mientras el fenómeno El juego del calamar continúa sumando increíbles cifras de espectadores en Netflix la plataforma ha estrenado otra miniserie que, con un tono totalmente distinto, también explora la desigualdad social a través de aquellos que parecen condenados a vivir oprimidos por el sistema. Estamos hablando de La asistenta, la historia de lucha y supervivencia de una joven madre por escapar de la espiral de la pobreza, un retrato profundamente conmovedor que consigue aportar luz en medio de su miseria. 

Margaret Qualley, nominada al Emmy por Fosse Verdon, construye una de las interpretaciones dramáticas más emotivas del año, una que merece el reconocimiento de los premios en 2022, porque nos cautiva desde su primera escena, y lleva sobre sus hombros el peso de toda la narración con la misma naturalidad con la que, Alex, su personaje, carga a su hija cuando dan sus paseos.

En la primera escena de la serie Alex se levanta en medio de la noche de la cama en la que Sean, su pareja, está durmiendo. Coge una mochila, su abrigo, a su hija y se marchan en el coche. No sabemos adónde va, y ella tampoco, pero podemos suponer de qué está huyendo. Alex no tiene un plan, solo tiene 18 dólares en el bolsillo, y no cuenta con ninguna red de apoyo.

Encontrar un techo dependerá de las ayudas sociales, que están enmarañadas por esa burocracia laberíntica y paradójica, con la que pareces estar obligado a demostrar que ya tienes lo que necesitas para que te pueden ayudar. En ese estado permanente de papeleo, y con el poco dinero que conseguirá con un trabajo como asistenta, veremos lo que significa vivir con el miedo a que surja un imprevisto y solo con lo justo para pagar los gastos básicos del día a día. Eso cuando hay suerte. 

Molly Smith Meltzer se inspira en las memorias Criada. Trabajo duro, sueldos bajos y la voluntad de supervivencia de una madre de Stephanie Land (que saldrá a la venta próximamente en España por Capitán Swing), para hacer el retrato de una madre soltera y trabajadora que tiene que buscarse la vida mientras vive en condiciones socioeconómicas de pobreza en un entorno tóxico. Como ya hizo cuando trabajó como guionista en Shameless, cuyo creador John Wells ejerce aquí como director, hace visible los márgenes de la sociedad. Esta realidad, tantas veces ignorada por la ficción, demuestra que para conseguir el sueño americano no basta, como dicen algunos, con tener constancia y desear las cosas con mucha fuerza, porque algunos ni siquiera tienen la posibilidad de soñar. Las oportunidades, y la ausencia de ellas, están determinadas por las condiciones socioeconómicas del hogar en el que nacen.

Y el hogar en el que nació Alex tenía a una madre con una enfermedad mental no diagnosticada (interpretada por Andie McDowell, madre de Qualley en la vida real) y un padre alcohólico y maltratador. Un ciclo de trauma intergeneracional que también marca, dos décadas después, la relación de Alex con el padre de su hija. Esa hija es el motor que mantiene viva a Alex, y cuando están juntas el amor incondicional, la ternura y la luz iluminan la pantalla.

Esta es una historia sobre las dificultades de vivir en la pobreza, que pone el foco en la importancia de identificar el abuso emocional como violencia, porque aunque no deje marcas visibles en la piel, hace el mismo daño. Pero aquí no veréis pornografía de la miseria, es un relato conmovedor e inspirador, con un final precioso, que encuentra rendijas para que se cuele un poco de humor. Y cuando Alex y su hija sonríen brillan más que el sol de verano. La asistenta es una de las mejores series del año.

'La asistenta' está disponible en Netflix. 

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