Los títulos de crédito con los que se abre la nueva película de Netflix dejan una pequeña pista para los más atentos. Fragmentos de una mujer se presenta al público con un crédito conciso (Una película de Kornél Mundruczó y Kata Wéber) que esconde la dimensión personal de la nueva colaboración de la pareja profesional y personal más influyente del cine húngaro. Tras colaborar juntos en White God y Jupiter 's Moon, las películas con las que entraron en la élite del cine europeo gracias al Festival de Cannes, marido y mujer vuelven a coincidir en el proyecto más personal de sus carreras. 

A partir de una traumática experiencia personal que, por suerte, no llegó tan lejos como en su libre adaptación cinematográfica, Fragmentos de una mujer recrea el traumático proceso de duelo al que se enfrenta una pareja después de perder a su hijo recién nacido en un parto casero. El increíble viaje emocional que atraviesa Martha reportó a su protagonista, Vanessa Kirby, la Copa Volpi, el prestigioso premio de interpretación del Festival de Venecia. Los Oscar parecen ser la próxima parada para una intérprete en estado de gracia y determinada a aprovechar el impulso de The Crown (fue la primera Margarita antes de que Helena Bonham Carter y, próximamente, Lesley Manville recogieran su relevo) para convertirse en una de las grandes actrices de su generación.

Dos años después de que Yalitza Aparicio protagonizara en Roma una de las escenas más devastadoras del cine reciente, Mundruczó y Wéber echan un pulso a Alfonso Cuarón y deciden que el primer acto íntegro de la película consista en el agónico parto casero que detona el resto de acontecimientos de la historia. Esa estructura, un arranque impactante seguido de una exploración de las ramificaciones de lo que ha pasado, sigue la línea marcada por las anteriores películas de la pareja, pero Fragmentos de una mujer va mucho más allá representando un escenario de pesadilla que, probablemente, expulse a más de un espectador de la película. Después de todo, es la grandeza y la miseria de la experiencia del cine en casa: si uno se siente incómodo o no le gusta lo que está viendo, es tan fácil como pulsar un botón. El que lo haga, eso sí, se perderá una propuesta tan irregular como, por momentos, arrolladora

Después de una breve introducción de los personajes protagonistas (Martha, una mujer que está deseando conocer a su hijo; Sean, un hombre inseguro que siempre está intentando afianzar su posición allá donde va), somos testigos de un devastador plano secuencia de treinta minutos de duración en el que, siguiendo la ley de Murphy, todo lo que puede salir mal, sale mal. Es un ejercicio desasosegante, incómodo y finalmente desolador que pone en situación al espectador ante el asfixiante estado de ánimo que persigue a la película durante algo más de dos horas. No hay forma humana de escapar a la cámara de Mundruczó y Kirby se lanza al vacío con una aproximación física y desgarrada que avanzan una de las interpretaciones del año.

El problema de empezar una película tan arriba es que pone el listón muy alto para lo que está por venir. Durante los 90 minutos que siguen al estreno en inglés de Mundruczó, la película varía en interés y resultados. La deriva personal de Sean (un Shia LaBeouf que no es capaz de sobreponerse al desigual dibujo de personaje) carece de los matices y la profundidad de su pareja, cayendo en terrenos pantanosos y cercanos al tópico que no hacen ningún favor al relato y que en realidad no aportan nada. Hasta el devenir físico, emocional y mental de su suegra, una estelar Ellen Burstyn (El exorcista) que a sus 88 años aprovecha cada aparición en pantalla y protagoniza junto a Kirby una de las escenas del año, está mejor explicada que el devenir del 50% de la pareja que ha perdido a su hijo en las más trágicas de las circunstancias.

Tampoco ayudan algunas decisiones que vulgarizan la propuesta de la pareja húngara: un embrollo legal innecesariamente complicado para abordar el otro lado de la desgracia y un par de simbolismos a medio camino de lo emotivo y lo sonrojante que la película no necesitaba (las manzanas para ella, los puentes para él). El drama funciona mejor cuanto más preciso es su acercamiento a las emociones de sus personajes.    

Vanesa Kirby es la sensación de 'Fragmentos de una mujer'. Netflix

  

Lo que realmente interesa en Fragmentos de una mujer es el viaje de Martha, una persona cuya estrategia para sobrevivir a su peor pesadilla es encerrarse en sí misma y hacer frente ella sola a las fases del duelo. La negación, la ira, la depresión, la negociación y, finalmente, la aceptación se alternan en un tour de force que permite a Kirby lucirse en un festival de emociones, silencios y enfrentamientos (internas y externas) que, además, desemboca en un juicio en el que cada uno de los implicados busca cosas distintas: responsabilidad, absolución o redención. Por suerte, la película evita indagar la miseria emocional, mediática y judicial que hubiera explorado en otra época y decide centrarse en lo que importa: la difícil, pero necesaria conclusión a la que llega Martha para poder, sino cerrar sus heridas, poder seguir viviendo con ellas. 

Desde el viernes 8 de enero está disponible en Netflix una de las películas más impactantes del último año. Mundruczó nunca consigue estar a la altura de su extraordinario acto inicial, pero la arrolladora interpretación Vanessa Kirby bien vale ese viaje a las entrañas de una mujer en crisis

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