En los últimos años, se ha convertido en tendencia que tras su éxito, producciones que fueron creadas inicialmente como miniseries fuercen una continuación o que se conviertan en antologías. Es un movimiento comercial totalmente comprensible que no siempre sale bien, como ocurrió con Big Little Lies, pero afortunadamente para nosotros, la jugada ha salido redonda con The White Lotus.

Con la temporada ambientada en Sicilia, la serie consiguió superar su primera entrega con una historia más adictiva, compleja y fascinante. Los elementos de su fórmula han sido, en esencia, los mismos: la incapacidad para ser feliz cuando el dinero no es una preocupación, privilegio, sexismo, lujo y diferencias de clase. Podría haberse repetido, pero Mike White diseñó un cóctel irresistible al añadir una exploración de las dinámicas sexuales, las relaciones transaccionales, el deseo y las fantasías.

Como ya es marca de la casa, desde la primera escena sabíamos que alguien iba a morir, varias personas esta vez, una ahogada y otras asesinadas. Un misterio al que no podemos resistirnos y cuyo aire de fatalidad estuvo mucho más presente que en Hawái. En Sicilia la tragedia se respiró durante toda la entrega como algo totalmente inevitable, por un entorno rico en leyendas, mitología e historia. Sensación que, además, se cultivó con constantes referencias a la mafia, al suicidio, asesinatos, y con menciones explícitas a Apolonia, Isola Bella, Madame Butterfly, la Testa di Moro y hasta presagios en la lectura del tarot. 

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Jennifer Coolidge en el 2x07 de 'The White Lotus'

Podemos hablar durante horas de los matices de los temas de la temporada y de las contradicciones de sus personajes. También enumerar las virtudes de la serie sin esfuerzo: localizaciones paradisíacas, un elenco de actores con carisma que se funden con sus personajes, una sinfonía en todos los apartados técnicos y creativos, un exquisito control del tono y la mezcla de géneros, y una voluntad contundente de entretener; sin embargo, lo más fascinante es darnos cuenta de que la magia de The White Lotus está en su sencillez.

La serie hace referencias a la mitología clásica, a leyendas de hace mil años, a óperas de principios del siglo XX, a películas de Antonioni y Coppola y conversaciones propias de la era post MeToo. Miles de siglo de historia de la humanidad, pero los hilos que nos siguen moviendo son los mismos: los celos, las mentiras, la envidia y el sexo.

Las teorías imaginaron a Albie asesinando a Alesio para defender a Lucia. A Alesio yendo a cobrar el dinero a Cameron y que, como en una farsa, la puerta que conectaba su habitación con la de Ethan fuera la causa de una confusión. A Ethan matando a Cameron por celos. Estuvimos teorizando durante toda la temporada tratando de resolver el misterio final y lo hicimos jugando con los conflictos más básicos: infidelidades, chantajes, secretos, traiciones y venganzas.

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Lucia y Mia, reinas en nuestros corazones.

Las sonrisas finales de Lucia y Mia se sienten como un triunfo personal; por una vez, las trabajadoras sexuales de la ficción no fueron las víctimas ni recibieron un castigo divino. Albie fue utilizado, pero no despierta nuestra simpatía: le exigió dinero a su padre para satisfacer un capricho y decidió vender a su madre por el camino. Los tres hombres Di Grasso vuelven a casa tal como llegaron.

También lo harán Cameron y Daphne, aunque ella es una de las ganadoras de esta edición, y se despide como uno de los personajes más complejos y sorprendentes de esta entrega (Emmy para Meghann Fahy por la escena con Ethan en la playa). Harper y Ethan dan la impresión de haber tenido un final feliz, pero a cambio se han convertido en aquellos a quienes desprecian. Y Portia sigue sin espabilar. 

La de Tanya fue la crónica de una muerte anunciada. Todas las señales estuvieron ahí desde el inicio. La diva, la protagonista de su propia ópera, aquella a la que la tarotista presagió su fatídico destino. Mike White tiene la capacidad de mantenernos atrapados en un embrujo de una forma que se siente casi mística, pero lo más fascinante es que lo hace sin necesidad de reinventar las reglas de la narrativa.

En una época en la que parece que para tener éxito en la ficción es necesario diseñar estructuras entrópicas, The White Lotus nos recuerda que los conflictos, las motivaciones y las historias siempre han sido los mismos. Esta serie es puro melodrama. Es una tragedia griega. Y no esconde sus resortes, los muestra orgullosa, y sabe darles valor, por eso los destinos de sus personajes se sienten inevitables y al mismo tiempo sorprendentes. Esa es la clave de los grandes finales. Esperamos con ansias el próximo viaje. 

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