La LEGO Ninjago película pasa como un suspiro, tiene momentos memorables y, como en sus antecesoras, La LEGO película (2014) y Batman: La LEGO película (2017), el reto técnico en ella es incontestable. Sin embargo, cojea de algunas cosas y es bastante obvio que la saga tiene que sacudirse si quiere seguir brillando: aun con un universo distinto al de las otras, esta tercera entrega tiene algo de pálido reflejo de las anteriores. Una de las razones por las que se queda a medio gas es prácticamente inevitable. Ya no hay efecto sorpresa, o ya no es tan intenso.

El impacto formal de La LEGO película, que demostraba que otro tipo de animación (tanto en lo técnico como en lo narrativo y en lo emocional) era posible en ese momento y convertía una enorme caja de piezas LEGO en un universo fascinante, mutante y lleno de grandes detalles, es prácticamente imposible de repetir. Pero las otras razones por las que este tercer filme, inspirado en una línea de la famosa marca de juguetes, es el más flojo de la franquicia no tienen que ver con que ya no sea una novedad.

Fotograma de la película.

Entre esos contras están, sobre todo, un concepto y un guión menos inspirado que los de las otras entregas. La LEGO película proponía un maravilloso juego metalingüístico, sofisticado y muy ingenioso, sin perder la calidez y la guasa en ningún momento. Batman: La LEGO película quizá era menos exquisita, pero trasteaba con mucha gracia los lugares comunes del cine de superhéroes. La LEGO Ninjago película, en cambio, aunque despliega un universo potente (un mundo alucinógeno y alucinado donde conviven guerreros ninja, samuráis, maestros de artes marciales, familias disfuncionales, superpoderes, transformers y gatos gigantes) no tiene una idea de base tan sólida como las anteriores.

Demasiadas bromas para adultos

Y la coda final a su reflexión sobre el valor de la familia es tan excesiva que da al filme cierta sombra de rutina. Esta tercera parte tampoco iguala a las otras en número de secuencias memorables, ideas visuales o líneas inspiradas, y hay cierto desequilibrio entre el jolgorio para todos los públicos y las bromas cómplices con el espectador adulto y avezado (exceso de tejido referencial incluido).

Aun así, es imposible no encontrarle aciertos a una película que celebra el exceso con tanto entusiasmo y consigue que el festín constante que propone de elementos, referencias, guiños y ruidos en plano no anule a los personajes o reste humanidad a la propuesta.

Hay una bonita historia en La LEGO Ninjago película, hay personajes que crecen ante nuestros ojos, hay un puñado de bromas inspiradas, hay un juego de humores muy atractivo (del humor más chusco al más delicado, del más físico al más abstracto) y hay varias escenas de acción maravillosas en su diseño y desmesura. Puede resultar agotadora porque su universo no es precisamente minimalista, porque va a la velocidad del rayo y porque está saturada en todos los sentidos. Pero no se le puede atacar por ahí porque esa es precisamente su naturaleza: la de un entretenimiento voluntariamente dislocado.