Javier Zurro Peio H. Riaño

Acaba de nacer la Santísima Trinidad del cine: la producción, la distribución y la exhibición. Como adelantó EL ESPAÑOL, Netflix estrenará el 8 de julio su primera película española en exclusiva. La cadena se despacha de un plumazo a la distribución y la exhibición, sólo falta que empiecen a producir. Netflix se encuentra con un sector arrasado por las políticas culturales del gobierno de Mariano Rajoy y, como tal, un campo abonado para el florecimiento del negocio. Estos son algunos de los factores a favor del nuevo negocio, que no favorecerán a las salas:

1. IVA cultural y fuga de espectadores

Los precios de la entrada no han disminuido a pesar de la grave crisis financiera que hunde al país desde hace casi una década. En septiembre de 2012 el presidente Mariano Rajoy y su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, deciden gravar más la entrada al cine subiendo el IVA del 8% hasta el 21%. La industria cinematográfica no es la única que padece la medida, pero es la que más recortes en las ayudas sufre. Sólo un año después de la subida de impuestos llegan los resultados: el cine ingresa al Estado 89 millones de euros en 2013, casi el doble que en 2011 (47 millones de euros).

¿A qué precio? La recaudación en cines pasa de 635 millones de euros en 2011 a 524 millones de euros en 2013. El dato que confirma y eleva el drama es la caída del 15% de espectadores en la última campaña de la Fiesta del Cine. Netflix todavía no ha hecho pública su política de precios en películas de producción propia, pero la Comisión Europea acaba de hacer pública su intención de aumentar las tasas sobre los servicios de streaming “para financiar la producción de películas y programas de televisión europeos”. La normativa europea de 1999 hasta el momento obliga a invertir un 5% de los beneficios en cine nacional y europeo.

2. La fiesta de los precios

De la tarta de la entrada, los cines se llevan algo más del 30% del precio. En impuestos hay que descontar el 21% de IVA y el 3% de derechos de autor. Y los distribuidores superan el 40%. De ahí que la diferencia entre cobrar 8 euros y 3 euros es muy grande para las salas y la distribución. Según los datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la media de asistencia a las salas es de 1,8 películas al año por español. El precio más caro del cine en España ronda los 9 euros, mientras que el precio medio de la UE es de 4,82 euros. Una parte del sector, los productores, han declarado que estarían dispuestos a bajar los precios hasta dejarlos en 6 euros. Ni los distribuidores ni los exhibidores son tan partidarios de la reducción del margen de beneficios.

3. Cierre de salas de cine

Por si los cines no tuvieran suficiente con la subida del IVA y la fuga de espectadores, tienen que digitalizar sus salas o cerrar. Hay cerca de 800 pantallas sin digitalizar en España y sin acceso a la financiación necesaria para ponerse al día. La digitalización es un asunto de vida o muerte: en unos meses no habrá copias en celuloide circulando. Cada sala debe invertir como mínimo 50.000 euros para pasar al formato digital. El 20% de las salas españolas está sin digitalizar todavía. Ni Pontevedra, ni Tarragona, ni Jaén, ni Orihuela, ni Avilés o Soria tienen ya sala de cine en sus áreas urbanas.

4. ¿El fin del duopolio?

Los productores lo tienen claro: la reforma de la Ley del Cine y el actual estado de la industria está llevando a una polarización: o estás con Telecinco y Antena 3 o tienes muy complicada la vida comercial de la película. Con las nuevas ayudas se valora positivamente tener a una productora solvente y con experiencia a tu lado. Así, los filmes más arropados por la industria se quedarán con la mejor parte del pastel.

Para explotar el filme en salas también se depende de las dos grandes cadenas. Las campañas de promoción que asumen son impensables para cualquier otro título, en lo que muchos, entre ellos Agustín Almodóvar, califican como "competencia desleal". Será Netflix el que anuncie a bombo y platillo el estreno de su primera película española. La entrada de Netflix en el juego como distribuidor trastoca estos cimientos: el cine deja de depender de los dos grandes grupos. El siguiente paso para minar el duopolio será la producción propia.

5. Un cine omnipresente

Entrar a formar parte del catálogo de Netflix significa tener a 75 millones de espectadores potenciales de tu película. Los usuarios de la compañía no paran de crecer y un estreno en exclusiva significa visibilidad mundial. Las productoras se ahorran el cierre de acuerdos con distribuidoras de cines, para más tarde vender los derechos de emisión a canales de pago y otras plataformas. Una labor que se complica hasta el infinito si quieres que tu obra se vea en otros países. Contactos (y contratos) con empresas extranjeras que, con suerte, exhibirán una película española en unas pocas salas. Y esto si ha tenido una gran acogida crítica en algún festival.

Ahora todo queda en manos de Netflix. Como contaba el productor Enrique López Lavigne a este periódico, el 'video on demand' es la mejor ventana para dar a conocer a nivel mundial a nuestro talento. Los directores nacionales están exponiendo su trabajo a los profesionales de todas las industrias. Incluido Hollywood, que siempre está atento para robar cualquier joven promesa.

6. Diversidad cultural

Netflix no está hecho para las películas. Hay títulos que no pueden saltarse el estreno en cines, ya que su presupuesto es muy alto y su forma de disfrute es en una sala. Nadie piensa que filmes como Lo imposible puedan amortizar la inversión realizada desde una plataforma de 'video on demand'. Sin embargo, existen obras cuyo estreno parece diseñado para hacerse en internet, ya que sus presupuestos (comedidos) se pueden cubrir perfectamente. Son películas que no nacen con el único fin de reventar las taquillas y cuyo público potencial está abandonando las salas y ve cine desde cualquier lugar. Enrique López Lavigne contaba hace poco a este periódico que Open Windows -el filme de Nacho Vigalondo que él produjo- era un estreno perfecto para saltarse la ventana tradicional de las salas. No lo hizo y el trompazo en taquilla fue sonado. 

7. Contra la piratería

El sector se queja del “régimen de absoluta impunidad sobre el derecho a la propiedad intelectual”. Podría cerrarse la fuga de los derechos de los autores limitando las conductas delictivas, piden mayor voluntad política en la aplicación de la persecución de la piratería. Esto incluye a “los grandes piratas”, es decir, sociedades instrumentales para tributar en Irlanda o paraísos fiscales y operadoras telefónicas. También echan de menos que los poderes públicos incentiven la inversión en producciones nacionales de grandes empresas. Es necesario un nuevo marco normativo en el que el modelo sea renovado, porque ya no es válido: un cliente no puede esperar meses una película para poder verla en casa. La llegada de estrenos en una nueva pantalla ampliará el pastel de la oferta y la exhibición, y normalizará el consumo legal.

8. Cine inmortal

Contra la canibalización de los estrenos semanales y una explotación de las obras cada vez más breve, el calendario en streaming deja de ser prioridad. Una película no muere a las dos semanas de presentarse, es un archivo más vivo. En estos momentos, en plataformas como Filmin, se está ofreciendo hasta cuatro semanas de pantalla. Los videoclubs están al borde de la extinción precisamente por la facilidad de acceso y la amplitud de catálogo. Que los home cinema acerquen la experiencia de la sala al consumidor en casa, también ayuda. 

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