“The animals, the animals, Trap, trap, trap 'til the cage is full…”. Los fans pueden ir preparándose emocionalmente para escuchar por última vez la icónica cabecera de Orange Is the New Black, la serie de Netflix inspirada en el paso por la cárcel de la escritora Piper Kerman. La séptima y última temporada de la ficción creada por Jenji Kohan ya está disponible en su plataforma materna un año y medio después de su estreno en Movistar+, poniendo fin así al acuerdo entre ambas compañías que permitió que las series de Netflix se pudieran ver en la plataforma de Telefónica mientras se preparaba el desembarco de aquella en España. Esa jugada empresarial también afectó a títulos como House of Cards o incluso Juego de tronos, que se estrenó en nuestro país años antes de la entrada de la marca HBO en nuestras fronteras. Es el fin de una era y vamos a resumir todas sus claves para celebrar que los 13 últimos episodios de la ficción carcelaria ya han llegado a su casa. 

Piper ya no vive en prisión 

Piper está fuera de la cárcel en la temporada final. Netflix

A pesar de que desde el principio quedó claro que la serie iba a ser una historia coral con multitud de personajes y puntos de vista, Piper Chapman funcionó como guía del espectador en la prisión de Litchfield. En la última tanda de episodios el personaje se enfrentará al mayor reto de todos los que pasan por la cárcel: la vida en el exterior en el que se debe demostrar que, efectivamente, se han adquirido las herramientas y la voluntad para reintegrarse en la sociedad. La separación de su novia Alex, la necesidad de encontrar un buen trabajo y el acercamiento a su familia serán algunos de los desafíos del personaje interpretado por Taylor Schilling, una actriz que salió del armario como bisexual en la vida real después de haberlo hecho en la ficción. 

En su desenlace Orange Is the New Black recurre al personaje que inició su historia para volver a hablar de uno de los temas estrella del relato: ¿es más fácil la vida fuera que dentro de la cárcel? Kohan no da respuestas fáciles ni cae en la autocomplacencia en su temporada final, dejando más preguntas en el aire que sentencias en firme sobre el papel de la prisión en la sociedad, la relación de violencia y abuso con las mujeres y la posibilidad de reinserción después de pasar por cárcel. Todos estos temas ya han estado presentes en la serie durante las seis temporadas previas, pero la sensación de coda que acompaña a este final le da una patina extra de tristeza, verdad y, sí, también esperanza. 

Trump es uno de los villanos en la sombra de la temporada 

Maritza protagoniza una de las tramas más impactantes de la temporada final. Netflix

Kohan y su equipo escribieron la temporada final antes de que la presidencia de Donald Trump finalizara su segundo año en el poder. La estricta y deshumanizadora política migratoria del líder republicano es uno de los temas estrella de la última entrega, que estructura muchas de sus tramas alrededor del centro de detención que abren en Litchfield. Hay que estar muy atentos al regreso de la actriz Diane Guerrero, ausente en la sexta temporada de la serie y protagonista de la trama más devastadora e impactante de los últimos episodios. Maritza Ramos y Flaca habían sido utilizadas como alivio cómico en los primeros años en antena de la serie. Nunca más. 

Las secuelas del motín que protagonizó la quinta temporada seguirán notándose en los nuevos capítulos gracias a Tasha Jefferson, Taystee, un personaje que fue ganando relevancia y peso emocional a lo largo de los años y que en la temporada final vuelve a estar en el centro de todo. Su relación con Cindy, la amiga que la acusó de haber sido la culpable del levantamiento de las presas, y la aceptación de su cadena perpetua serán una parte fundamental del relato. 

Un cierre por todo lo alto

Danielle Brooks sigue siendo el alma de Litchfield en los nuevos episodios. Netflix

La séptima temporada de la serie tenía la misión casi imposible de recuperarse de la crisis creativa provocada por una sexta entrega que dejó casi herida de muerte a Orange Is the New Black por la decisión de separar a sus personajes en varios centros penitenciarios con tramas agotadas, alargadas y a menudo aburridas que ya pedían el final de una serie icónica. En los nuevos episodios, la comedia dramática sorprende con una espectacular ‘comeback’ narrativo que sitúa a la serie a la altura de sus mejores temporadas. La dosificación en las despedidas de los personajes y su apuesta por un tono continuista, agridulce y más realista de lo que acostumbraban los guiones de Kohan y compañía nos recordaron por qué nos habíamos enamorado de la ficción carcelaria en primer lugar. 

Todas las presas de Litchfield tienen la oportunidad de demostrar si los años en Litchfield han cambiado realmente sus vidas. Nicky (Natasha Lyonne) tiene que dejar de su lado su personalidad adictiva, seductora y despreocupada para hacerse cargo de Red (Kate Mulgrew), la cocinera rusa de maneras toscas y corazón de oro que ya no está en condiciones de seguir al frente de la cocina de la cárcel o hacerse cargo de sus hasta entonces pupilas. Otras presas, como Dayanara (Dascha Polanco), nos recordarán que la reinserción y la evolución no siempre está al alcance -o a la voluntad- de las residentes de la cárcel más famosa de la televisión estadounidense. 

'Orange is the New Black' cerró sus tramas con 91 episodios a sus espaldas. Netflix

Adiós a uno de los primeros fenómenos de Netflix 

El 1 de febrero de 2013 se estrenó en Netflix la primera gran apuesta de ficción de la plataforma, House of Cards, la nueva versión de un clásico de la televisión británico que marcó el inicio de una relación fructífera de la plataforma con David Fincher. La participación del director trajo consigo dos fichajes de lujo como Robin Wright y Kevin Spacey, pero los críticos y los premios estaban reservando su cariño para una pequeña serie que se estrenaría ese mismo verano. Orange Is the New Black, el regreso a la televisión de la guionista Jenji Kohan después de Weeds, fue el David que adelantó por la derecha al Goliat de Fincher. En su primera temporada la serie recibió 13 nominaciones a los Emmy en las categorías de comedia, materializando tres de ellas. Extrañamente, a partir de la segunda temporada fue presentada a los premios como un drama, resintiéndose en el cambio de categorías y quedándose con Uzo Aduba como principal recurso en los premios.   

Los premios y la crítica no fueron los únicos en volcarse con la comedia dramática que también acabó inspirando -aunque no tanto como parecía en el primer episodio- a la española Vis a Vis, una serie que recurrió al universo femenino en la cárcel para montar un trepidente thriller. Orange Is the New Black se convirtió en un referente inmediato para la industria gracias a sus elecciones de casting, un reparto que huyó de las caras conocidas para apostar por la diversidad con todo tipo de edades, colores, cuerpos, orientaciones sexuales y géneros. El generoso y normalizador retrato de Sophia, la peluquera transexual que convirtió a Laverne Conx en un icono LGBT, fue también una auténtica revolución para la representación trans en el cine y la televisión de Hollywood. 

El adiós de Orange Is the New Black es el recordatorio del cambio del paradigma de la propia Netflix. Con el último capítulo, un especial de 85 minutos de duración, la serie carcelaria alcanzó los 91 episodios, una cifra solo superada por la comedia Grace y Frankie y que se ha convertido en un techo ya casi inalcanzable para una plataforma que ya ha dejado clara su predilección por historias de corto recorrido con las que seguir sumando nuevos clientes. Pase lo que pase, siempre nos quedará Litchfield.

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