Pruna (Sevilla)

La doctora del Instituto Anatómico Forense de Sevilla recibió a Diego, que venía a reconocer el cadáver a petición de la familia del finado. El cuerpo de Francisco Morato descansaba en una camilla. Eran las 7,30 de la mañana del 1 de septiembre. Diego ya lo había visto sin vida, horas antes, recostado en su sofá favorito. A las 8 de la mañana se había fumado una papela; cuando se repuso del subidón fue a casa de su madre, charló con ella un rato en la puerta y a las 10:30 le dijo que iba a echarse a dormir un rato.

Tenía solo 28 años y era tan joven como bien parecido. Cuando le vio en el sofá, Diego pensó lo mismo que su madre al principio, que solo estaba dormido. Ella le había telefoneado, llorando. Fue a despertar a su Francisco una hora después para avisarle de que tenía ir a hacerse una cura en la mano al centro de salud. Lo llamó, de lejos. Se acercó. Le movió. Y se dio cuenta con terror de que su único hijo estaba muerto.

La doctora levantó la sábana y le preguntó:

-¿Es de Pruna también? Hace dos días le hice la autopsia a otro hombre de 36 años.

-Sí, es de Pruna. Dos muertos en menos de 48 horas. No es normal. Los dos eran consumidores de rebujito.

Todo Pruna (2.600 habitantes, un pequeño pueblo de Sevilla, lindando con Olvera, en la Sierra de Cádiz) sabe hasta la persona que vendió, presuntamente, aquel rebujito mal cortado a Francisco 'el Morato'.  Y también a Manuel Gamero Barroso, conocido como 'Rando' y que les causó dos días antes también la muerte. A 'Rando', de 36 años, le encontró muerto en la cama su hijo de 11 el 29 de agosto. Tampoco se despertaba desde que se acostó la coche anterior.

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El 28 de agosto a ambos les llegó la muerte en forma de papelas en patinete eléctrico, desde una vivienda en la calle Puerto. Aunque Francisco compró más dosis. Aquella tarde, sin saberlo, o quizá despreciando el riesgo, ya hizo un giro de la ruleta rusa al consumir.

Francisco, en una imagen cedida a EL ESPAÑOL por la familia.

También fumó aquel rebujao con ellos dos otro del pueblo, conocido como 'El Lobito', "pero no se durmió. Se encontró mal. No podía respirar bien. Se ahogaba, así que pidió ayuda a un primo y lo llevaron a urgencias. Pero se ha quedado tocado de los pulmones", cuenta un familiar de Francisco a EL ESPAÑOL.

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Fuentes de la Policía Nacional indican a EL ESPAÑOL que la localización de Pruna hace pensar que los camellos del pueblo adquieren la droga en Dos Hermanas (Sevilla), tan solo a 96 kilómetros, frente a los 132 que la separan de Sanlúcar de Barrameda, (Cádiz), el otro gran supermercado de la droga de Andalucía Occidental. "Suelen comprar 50 gramos de heroína y 50 de cocaína, y preparan las dosis, mezclando ambas sustancias, en casa".

Ketamina o pastillas

Cuenta Diego que días antes de realizar la venta que envió a la tumba a estos dos vecinos de Pruna, el camello llegó a enviar a un menor a la farmacia del pueblo para que comprara ketamina, un fuerte anestésico para caballos que solo se vende con receta. "No se la dieron, claro. Y a continuación llegaron estas dos muertes". La autopsia de Francisco va a determinar con exactitud la causa de su fallecimiento, ya que la familia ha solicitado que fuera completa.

Quien les vendió el rebujito es un camello reciente, "de los que acaban de incorporarse a la actividad. No tiene para adquirir grandes cantidades, así que trató de agrandarla contándola con sabe dios qué pastillas para ganar más dinero". Ese matiz indica también que podría haber adquirido la droga en menor cantidad en pueblos cercanos, como Puerto Serrano (Cádiz). Pero también podría haber sido adquirida en La Línea de la Concepción: el portavoz de la Plataforma Antidroga vecinal, Francisco López, indica a EL ESPAÑOL que "en Pruna hay afincada gente de La Línea, y traficantes de La Línea tiene vivienda aquí".

La muerte de Francisco ha sido denunciada ante la Guardia Civil, incluyendo la identidad y domicilio del presunto vendedor. El caso está bajo secreto de sumario, y la familia aún no tiene los resultados definitivos de esa autopsia que antes tendrá que pasar por el juez de instrucción en Morón de la Frontera.

Además de en la calle Puerto, también se vende la droga de los pobres en la calle Ramón y Cajal, muy cerca del Ayuntamiento. En los últimos tiempos ha habido un boom: tanto, que impera la ley de la oferta y la demanda: hay tanta oferta que los camellos venden en Pruna una dosis por tan solo 5 euros. "Eso es lo que cuesta una vida en este pueblo", dice afectada Tatiana, una prima de Francisco, a este periódico.

Una imagen de la Plaza de España, en el centro del pueblo sevillano. L.G.

El caso de Francisco ha sido la gota que ha colmado el vaso en Pruna, hasta el punto de que la gente ha perdido el miedo. Porque 'el Morato' cayó en el consumo de rebujito hace unos años, pero luchó por salir y lo logró. Lo sabe todo el mundo. Estuvo ingresado en un centro de desintoxicación de Almería y, al regresar al pueblo, acudía de manera rigurosa a todas las citas médicas para continuar su tratamiento. Vivía con su novia y tenía trabajo.

"Pero aquí en Pruna le fue difícil no recaer. Le llamaban al móvil para preguntarle si quería, se la ofrecían por la calle... le decían 'ahora te la llevo a tu casa, Francisco'. Le fue imposible no sucumbir otra vez. Por último, los mismos camellos le llegaron a robar hasta el móvil y la cartera".

Isabel, 9 hijos adictos

En el bar Campos de la Plaza de España de Pruna es la hora del aperitivo. El ESPAÑOL conversa con el portavoz de la Plataforma Antidroga de la localidad, Francisco López, que es el exalcalde del pueblo. Lo que se habla se desdibuja, de pronto, cuando llega una anciana llorando y mesándose los cabellos.

-Me han robado, me han robado...

Isabel llora desesperada: sus hijos adictos le han robado la cartilla del banco. L.G.

Se llama Isabel, conocida en el pueblo como Isabel 'La Tartaja'. Tiene setenta y pico años, pero aparenta muchos más. Tuvo diez hijos, de los que sobreviven 8. Los dos que le faltan murieron por sendas sobredosis de heroína. "Uno de ellos, adulterada: se inyectó polvo de ladrillo", recuerda Francisco López. De los 8 hijos que le quedan vivos, siete son adictos al rebujito. En el pueblo le quedan dos, un hijo y una hija, que viven en su casa.

-Me han quitado la cartilla del banco. Yo ya no puedo más.

Francisco le pide que se siente y también lo imposible: que se tranquilice. Isabel hace años que vive sin la televisión. Se la llevaron sus dos hijos de la casa para venderla. Ambos han pasado por cárcel varias veces. La hija, Luz, ha sido la última en salir. "Hoy me ha intentado pegar con un palo. Porque yo le he dicho que cómo me ha podido hacer eso (robar la cartilla), después de comerla, vestirla y lavarla durante tantos años".

Isabel es analfabeta. Se casó con un alcohólico "que solo quería follar", escupe afónica, con rabia. Ella sola mantuvo a sus hijos pidiendo por los pueblos cercanos. Nunca dinero. Pedía alimentos, y cargada de bolsas emprendía el camino de vuelta a su casa. Los vecinos que la veían caminando al borde de la carretera paraban el coche para llevarla de vuelta a Pruna.

Lo hizo durante más de 30 años, entre barriga y barriga, y también con las barrigas. "Tuvo a tres en la calle, andando", cuenta Francisco López. "Sí", asiente la mujer sollozando. "Los tenía, los cogía en brazos, y me iba a casa de mi madre corriendo a que me cortara el cordón".

Hoy ha amanecido sin los 180 euros que tenía en metálico y sin la cartilla. Estaban en una cajita con un candado, que ha aparecido roto. "He tenido que comprar el pan fiado", dice mientras se limpia las lágrimas. 

-¿Sus hijos consumen en su casa?

-Nooo. Les doy con un palo. Lo hacen en un solar que está al lado. Yo los he visto fumar muchas veces. 

Isabel conoce la historia de que la heroína, la cocaína y el rebujito se cierran con hilos de distinto color, para distinguirlas. Sabe tanto, que indica que el rebujito que antes venía en plásticos verdes, ahora llega en plásticos de color rojo.

También sabe por qué en el pueblo se venden tantísimos mecheros y qué significa encontrarse varios, de los que chiscan con rueda, prácticamente nuevos y tirados en un descampado. Porque para mantener la llama encendida mientras se fuma la droga, la rueda se calienta tanto que quema y no se puede guardar al acabar.

Narcopisos

Diego, que ha sido concejal del Ayuntamiento durante 11 años, también forma parte ahora de la Plataforma Antidroga de Pruna. "Aquí está todo descontrolado. El rebujito está por todos lados, por todo el pueblo. En casa esquina hay un vendedor. Venden en las puertas de los colegios y de los institutos. Hay niños de 11 y 12 años fumando porros... Esto nunca se había visto".

Todos saben quiénes son los vendedores. Según la Plataforma, son unos veinte. Haciendo cuentas, cabe a un camello por cada 130 habitantes. "Los hay jóvenes y los que ya superan los 50 años. Venden por la calle y en sus casas, que funcionan como narcopisos y ofrecen una habitación en la que fumar el rebujito, si los adictos no quieren hacerlo en sus propias casas o irse a las afueras del pueblo. Todos tiene en común que no quieren agachar las costillas para trabajar". 

Fuentes consultadas vinculadas a la Guardia Civil indican a este periódico que en Pruna "no hay más droga que en cualquier otro sitio", y que "policialmente, se hace lo que se puede". Las mismas fuentes subrayan que como en cualquier otro puesto de pueblo, "hace falta más personal" para controlar donde concentran la mayoría de los camellos: en la calle Puerto. "Es una calle difícil de controlar por estrecha". También indican que las muertes de el 'Morato' y el 'Rando' con toda probabilidad se debió "a una adulteración puntual".