Valencia

A poco más de 100 kilómetros por carretera desde Valencia está Cofrentes, un pequeño municipio de unos 1.000 habitantes situado muy cerca de la frontera con Castilla-La Mancha. Allí, entre una gran riqueza patrimonial y natural, se encuentra la central nuclear con el reactor con mayor potencia electrónica instalada en España.

Construida junto al río Júcar, del que toma agua para refrigerarse, las dos torres de tiro natural de más de 100 metros de altura son visibles desde varios kilómetros. Este es el paisaje con el que se encontró un grupo de refugiados ucranianos que se alojará en el municipio valenciano de manera temporal.

Han huido de las bombas y la amenaza nuclear del presidente ruso, Vladimir Putin. Se alojarán de manera indefinida en el balneario de Cofrentes gracias a una iniciativa desinteresada de sus propietarios. La solidaridad de este pueblo valenciano les ha conducido a una nueva vida en paz y libertad en un entorno natural junto a una imponente central nuclear.

La central de Cofrentes (Valencia), en una imagen de archivo.

Los vecinos de los municipios que integran el valle de Cofrentes se han volcado para acoger a este grupo de 30 refugiados que ha recorrido más de 3.000 kilómetros en autobús durante 50 horas en un duro viaje hasta llegar a la Comunidad Valenciana. Han llegado los primeros 16. Solos, sin el paraguas de ninguna organización internacional o administración pública, los vecinos han organizado un operativo improvisado que les ha permitido reunir en muy poco tiempo un importante cargamento de comida, ropa y juguetes.

'15 amigos'

El balneario de Cofrentes tiene más de 100 años de historia y fue el punto de veraneo de la élite valencianaHoy en día el complejo tiene más de 2 millones de metros cuadrados en pleno bosque y el hotel balneario ha crecido a espaldas de la central y sin vistas a las torres.

El complejo reabre sus puertas en las próximas semanas y los refugiados se reubicaran en unas instalaciones que permanecían en desuso. Están perfectamente atendidos y acompañados. Este será el nuevo hogar de niños y madres procedentes de Kiev. Sus maridos, hermanos o padres no han podido salir del país por la ley marcial y luchan estos días en la capital contra el ejército de Rusia.

Los promotores del proyecto son Juan Cartagena y su mujer, Clara Fernández, directora del balneario. Tras estallar la guerra, esta pareja puso en marcha el proyecto '15 amigos' para acoger a refugiados a través de Igor, un amigo ucraniano de Clara que conoció en su etapa universitaria.

Clara, la directora del balneario de Cofrentes, con el material donado por los vecinos del valle.

Los 15 amigos iniciales ya son 30 y todos son vecinos e hijos de empleados del compañero de la facultad de Clara. Acaban de bombardear sus casas con ataques aéreos y han dejado el país con lo puesto sin saber cuándo podrán volver o reencontrarse con sus familiares.

Este lunes Clara y Juan seguían pegados al teléfono a la espera de la llegada de un segundo grupo. No llegan buenas noticias desde Kiev. "Están exhaustos. Han pasado una mala noche porque se han producido ataques en el barrio en el que residen y no tienen noticias de sus familiares. Sus hermanos y padres se han quedado allí para defenderse", cuentan a EL ESPAÑOL.

Balneario de Cofrentes en el que se alojan los refugiados.

"Durante las últimas semanas hemos seguido de cerca el desarrollo de los acontecimientos a través de nuestro amigo Igor. Estudiamos juntos y somos como una gran familia. Le trasladamos que si podíamos ayudar a sus familiares o amigos acogiéndolos en el balneario porque ahora está cerrado al público. Muy pronto me respondió con un mensaje diciendo que tenía 15 amigos que no sabían dónde ir", recuerda Clara.

"Son todos vecinos o compañeros de trabajo de Igor. Pero la logística no es igual para uno que para quince. Y mucho menos para 30. Así que toca organizarse para evacuar a España el mayor número de personas posible después de que Rusia declare la guerra". Clara y Juan anotaron en un diario publicado en la web creada para buscar donativos el duro viaje hasta Cofrentes de los 30 amigos de Igor.

Plan de evacuación

Esta pareja valenciana empezó a solicitar información sobre el asilo temporal el sábado 26 de febrero. "Hablamos con el Ayuntamiento de Cofrentes y la Asociación de Jóvenes Abogados. Ni idea de lo que hay que hacer para dar asilo a refugiados. Nos dicen que sobre todo tenemos que tener bien identificados a los menores de edad, pero no sabemos aún ni quiénes son", escriben.

Un día más tarde, el 27, reúnen a familias voluntarias de la zona para acoger en sus casas a refugiados, mientras el ayuntamiento les trasladó que ayudarán en lo que sea necesario. En ese momento, el grupo se encontraba muy cerca de la frontera con Rumanía, pero no consiguieron salir del país hasta la madrugada siguiente.

"La llegada estimada a Valencia es el martes 1 de marzo, pero quizás sea el 2 dependiendo de cómo organicen el trasporte". Las previsiones no se cumplieron, pero consiguieron las identificaciones de las personas que acogerán. "Tenemos nombres y fotos de algunos. Gente real con vida real que está muy jodida", anotaron.

El grupo de refugiados que ha llegado a Valencia.

El 28 de febrero, a las 06:35 horas, el grupo de ucranianos consigue pasar la frontera. Casi no han dormido y van de camino a Bucarest en busca de una ruta segura a España. "Muchísimo apoyo de un montón de gente para conectarnos con cónsules, políticos, transporte, estancia en Bucarest... y reconectando con amigos de la universidad, gracias a todos", escriben.

A partir de aquí, van surgiendo más problemas. Dos de las niñas tienen el pasaporte caducado y el perrito que les acompaña tampoco cuenta con la documentación requerida. Inician la búsqueda de un veterinario en Bucarest para que lo verifique y certifique.

El 1 de marzo, Rumanía publica un decreto en el que establece que todos los ucranianos pueden entrar y salir del país sin pasaporte junto a sus mascotas. Pero las aerolíneas trasladan a Clara y Juan que no van a aceptar gente con pasaporte caducado.

Finalmente, optan por el transporte en autobús en una linea regular con Valencia y empieza un viaje en el que cruzarán Europa. Los niños tuvieron problemas para pasar la frontera húngara por los pasaportes caducados y los certificados de nacimiento, pero finalmente lograron continuar el viaje vía Eslovenia.

Mientras llegan, en Cofrentes siguen atendiendo peticiones de ayuda. "Estamos recibiendo llamadas de más padres de Ucrania (nuestro número de teléfono ha sido compartido o algo así) que nos piden que cuidemos de sus hijos, incluidos bebés de 1 a 3 años. Nos acercamos a las 30 personas y este es probablemente nuestro límite en este momento". 

La llegada

Valencia, 4 de marzo, estación de autobuses. "La llegada fue muy intensa, será difícil de olvidar. Todos estaban devastados. Fuimos a darles la bienvenida a la estación y apenas hablaban. Estaban tan perdidos, sin saber a qué tipo de 'campamento' los enviaríamos ahora. Varias horas después de la llegada comenzaron a relajarse, comenzaron a hablar. Empezaron los abrazos. No abrieron la boca hasta entonces. Tiempos realmente difíciles", apuntaron.

Los refugiados entrando en su nuevo hogar.

"Les dimos ropa y una de las niñas lloró cuando le dimos muchos materiales para pintar. Acabo de recibir un mensaje de un viejo amigo de una start-up que tiene cinco empleados cuyas familias necesitan asilo. Parece que podríamos traer cinco niños más y sus mamás".

Han pasado los primeros días en España siguiendo de cerca los acontecimientos en su país. "Ha habido un combate muy cerca de la casa de una de las chicas y ella esta muy preocupada por su padre, hermano mayor y novio porque literalmente están peleando allí. Se sienten culpables porque están aquí a salvo mientras los hombres están peleando. Debe ser realmente angustioso. Son fuertes, pero tienen momentos en los que se rompen", explican.

Los niños jugando en el balneario de Cofrentes.

Ahora, los refugiados han empezado a asentarse mientras los voluntarios recopilan información para escolarizar a los niños. Cocinan y usan la ropa que han recibido. Los niños juegan y el perro pasea ahora por Cofrentes. Crean una rutina. "Puedes verlo en sus sonrisas", escriben Juan y Clara.

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