Anís del Mono encara una Navidad diferente: será la primera vez que todo ese imaginario se embotelle y distribuya desde El Puerto de Santa María y no desde Badalona, una decisión anunciada por el Grupo Osborne el pasado mayo y motivo de cierta polémica en su momento. “La planta tenía más de 30 años e incumplía algunos temas de normativa”, explica a EL ESPAÑOL Rocío Osborne, directora de comunicación del grupo. “Al crecer la ciudad, la fábrica acabó dentro del casco urbano y, obviamente, le afecta una regulación que cuando se creó la planta no existía”.

Osborne descarta también que la deslocalización se explique por un proceso de agrupación de la firma, que cuenta con un catálogo amplio con ocho vinos, 25 tipos de licores y dos marcas de productos ibéricos. “No, porque tenemos muchas otras marcas que hemos adquirido en otros momentos que no se han agrupado. Por ejemplo, Cinco Jotas, que se hace en su totalidad en Jabugo; o Montecillo, que se elabora en La Rioja. Simplemente es por un tema de maquinaria industrial y de equipamiento”.

Sin embargo, desde Osborne hacen especial hincapié en que el anís se seguirá produciendo en su fábrica badalonesa, una joya modernista catalogada como Bien Cultural de Interés Local por el Ayuntamiento de Badalona y que se conserva gracias a su valor artístico y patrimonial. Allí se destila el anís en ocho alambiques de cobre originales desde hace más de siglo y medio.

“Es un producto de origen natural y agrícola, porque al final es alcohol, agua, azúcar y aceite esencial. El alcohol viene de la matalauva, que se cosecha y recolecta en Andalucía; el agua es filtrada y el azúcar viene de la remolacha”, explica Díaz. “Hay dos claves: la matalauva de una altísima calidad y, sobre todo, la piedra filosofal: el aceite esencial. Un líquido verde súper concentrado a partir de una receta secreta”.

La fábrica es visitable gracias a la alianza de la empresa con el Museo de Badalona, una institución pública que depende directamente del consistorio. Esther Espejo es técnica de su departamento de Difusión. “Es una empresa que despierta mucho interés”, afirma.

Le preguntamos también sobre cómo se ha encajado allí el traslado de la planta de embotellado. “Bueno, a nivel social sí ha habido alguna crítica al respecto, porque tradicionalmente, si nos tenemos que remitir al inicio de la historia de la empresa, es una empresa y una familia de Badalona”, apostilla.

“La gente tradicionalmente lo ha considerado algo muy propio, muy nuestro. Sí que hubo un momento, antes del verano, donde hubo sus más y sus menos. Pero hay que entender que cada empresa hace lo que quiere”, explica.

En el otro lado está Germán Beardo, alcalde de El Puerto de Santa María, que encajó con entusiasmo la noticia. Una inversión de 2.800.000 euros para la Bodega El Tiro, donde se instaló la nueva planta de embotellado.

“Gracias de corazón al grupo y familia Osborne por continuar apostando por nuestra ciudad, haciendo marca El Puerto y marca España y llevándonos a lo más alto del ranking de los negocios, generando empleo y riqueza”, manifestó en sus redes sociales, según remiten a este periódico desde el gabinete del alcalde.

Rosalía y C. Tangana

Lejos de verse mermadas, las ventas evolucionaron positivamente durante la pandemia. “Vemos que hay repunte sobre todo debido al uso de Anís del Mono en repostería en casa, cuando la gente se lanzó a hacer repostería durante la pandemia”, explica Rocío Osborne.

El nivel de producción actual alcanza unas “300.000 cajas de nueve litros” y una facturación anual de más de 200 millones de euros. El líder absoluto del mercado. Donde más se consume, Cataluña y Andalucía. Una imagen transversal que pone de acuerdo muchas sensibilidades.

El Anís del Mono estuvo presente en la fiesta flamenca de C. Tangana, Antonio Carmona y La Húngara, entre otros.

Porque si el anís se concibió para calentar los estómagos de los currelas, de los trabajadores en los arrabales de una Barcelona en su florecer industrial, ha acabado por calentar las gargantas de los artistas urbanos, de los líderes de una escena que discurre entre ímpetu tecnológico y las reminiscencias de una España que se filmó en technicolor.

En el 'Pienso en tu mirá' de Rosalía aparece como eje de un bodegón junto a una flamenca, un perfume, frutas, una jarra de vino y un cigarro asomando de un paquete blando, arrugado. En el celebrado tiny desk de C. Tangana, grabado para la radio estadounidense NPR junto a La Húngara, Alizzz, Kiko Veneno o Antonio Carmona, en mitad de una mesa, casi como un tótem al que cantarle.

“Esto genera y crea afinidad cañí española. Tenemos unos brandlovers sin tener que pagar nada: imagínate lo que te supondría pagar un product placement en un vídeo de Tangana o Rosalía”, se enorgullece Rocío Osborne.

“Ellos contactaron con nosotros en su momento y les dijimos que esta marca no tiene presupuesto para hacer ese tipo de acciones. Al final, están ensalzando la cultura popular, y el Anís del Mono está tan arraigado que ellos quisieron tenerlo en sus videoclips sin ninguna contraprestación por su parte”, comenta.

“Es un icono”, sigue Osborne, “que a lo largo del siglo XX siempre ha estado muy activo en temas de publicidad: incluso sale en una película americana, Donnie Brasco, y en Ocho apellidos catalanes; en la masía se ve todo el rato una manola de una cartel de Anís del Mono”.

Donnie Brasco.

Al igual que en No habrá paz para los malvados, en donde el pendenciero policía Santos Trinidad, encarnado por José Coronado, pide un chorrito para su café. “También me ha pasado de ir a Wine Spectator en Nueva York, una de las tres publicaciones más relevantes de vinos, y encontrarme con una manola en un cuadro de dos metros de alto que no teníamos ni idea”.

Porque otra de las hazañas de su inventor, Vicente Bosch, estriba en la primera convocatoria para un concurso de carteles en España en 1897, cuyas bases se publicitaron en La Vanguardia. Lo ganó el pintor modernista Ramón Casas con el cartel Mona y mono, donde aparece por primera vez la figura de Manola, la que se encontró Rocío en Nueva York.

Picasso también plasmó su particular concepción de la botella en 1915, una pintura que se encuentra en el Detroit Institute of Arts. Lo que le inspiró una botella surgida, como el hombre, a raíz del mono. Un simio que en 2012 tomó forma física en el Pont de Petroli, a pocos pasos de la fábrica, donde se consolidó en una estatua esculpida en 200 kilos de bronce.

Historia

Pero su historia viene de mucho antes. Dicen que Vicente Bosch, aficionado a los animales exóticos y dueño de una licorería, escribió a un amigo americano para encargarle “1 o 2 monos”. Al tipo se le debieron de amontonar las letras porque, también dicen, a Badalona llegaron 102, de los cuales 101 acabarían en el Zoo de Barcelona. El último acabó como mascota de la destilería.

El animal terminó casi con porra y chapa de vigilante, dando nombre al destilado e imagen a la etiqueta de una botella que puede que encierre la fragancia de cierto espíritu hispano, carpetovetónico, como una de licor XXX enterrada en una isla perdida las leyes no escritas de la piratería.

Es la génesis de Anís del Mono, fundada en 1870 y concebida como un brebaje “que se utilizaba por los trabajadores del puerto como energizante”, explica Laura Díaz, global brand manager del Grupo Osborne, la empresa propietaria del anís desde 1974. “A finales del siglo XIX era muy habitual que en toda la costa badalonesa hubiera distintas destilerías de bebidas espirituosas, donde se vendía todo a granel y donde no había mucha diferencia entre unas y otras”.

Ese fue el motivo de que el mono acabara en la etiqueta: la diferenciación; así como la elección de una botella adiamantada que también atesora su propia batallita. La que cuenta que su fundador, buscando apresurado un regalo para su mujer en la plaza Vendôme de París, encontró en el frasco de un perfume el recipiente perfecto para su elixir. “Igual que tú perfumas a la gente por fuera, déjame que yo lo haga por dentro”, aseguran que dijo en un arrebato torerísimo.

Imagen de archivo de Anís del Mono.

“Bosch era un tío visionario y muy adelantado a su época”, sigue Díaz, que también explica la tercera de las características de una etiqueta con poso. Se trata de que la cara del mono sea la de Charles Darwin. Un misterio sin resolver. “No se sabe si es una parodia o Vicente estaba a favor de la teoría de la evolución. Es una época en la que estaba de moda esta polémica”.

La última es la doble l en destillación, mantenida tras un primer fallo de imprenta. Tampoco se sabe por qué Chiquito de la Calzada la sugirió como currículum ni quién fue el primero en rascar la botella con una cucharilla para darle compás a los villancicos. En fin, enigmas que engrandecen la leyenda de Anís el Mono. Qué serían de las Navidades sin él. 

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