Una de las raciones más tradicionales de Madrid son las patatas bravas, un plato que nació en la capital española durante los años 60. Es más, ya en 1967, el periodista Luis Carandell describió a “las patatas bravas, que en algunos sitios se llaman patatas a lo pobre” como “patatas fritas con salsa picante” en su obra Vivir para Madrid. La ONU, de hecho, en 2008 reconoció el origen inequívocamente español de este plato, que se sirve como ración, tapa o acompañamiento de otras recetas.

Ya sabe, cuando acude a cualquier bar o restaurante madrileño, es común que le sirvan estas patatas fritas con salsa brava, que contiene, por regla general, pimentón, tomate, cebolla, ajo, agua, aceite, vinagre y sal. El plato forma ya parte de la tradición gastronómica de la capital, por ello, EL ESPAÑOL ha salido a las calles de Madrid en busca de las mejores patatas bravas de la capital. Todas ellas cuestan entre 3 y 9 euros, por lo que sus precios asequibles han sido otro reclamo para que la ración se haya vuelto tan popular.

Con esta nueva ruta, este medio continúa informando a los consumidores de los mejores sitios donde degustar una buena ración de bravas tras desvelar cuáles son los mejores panes, helados, croquetas, cervezas y tartas de queso de Madrid. Y es que las patatas, en general, es uno de los alimentos que más triunfan en este país. En 2020, por ejemplo, cada español consumió de media 32,14 kilogramos de este popular tubérculo. Pero, a continuación, indicaremos cuáles son los mejores sitios en Madrid para comerlas con salsa brava.

Askuabarra

La ración de patatas bravas de Askuabarra, uno de los restaurantes visitados. N. A.

La primera parada de esta particular ruta nos ha llevado al corazón de la capital. Concretamente, al número 7 de la calle de Arlabán. Allí, los hermanos Gadea levantaron hace siete años el restaurante Askuabarra, cuya versión de las patatas bravas se ha vuelto muy popular entre los madrileños. “Nuestra intención no era que nuestras bravas se volvieran tan conocidas, pero lo cierto es que son muy adictivas”, explica a este diario Nacho (39 años), el mayor de los hermanos valencianos al frente del local hostelero.

Cuando nos sirven la ración de bravas —que cuesta 9 euros— lo primero que nos llama la atención es que la salsa no tiene el color anaranjado tradicional. En este caso, es blanquecina, y por encima de ella, hay una línea naranja de pimentón que le da originalidad y belleza al plato. “Elaboramos nuestra salsa con mayonesa de ajo infusionada con aceite de pimentón picante y guindillas”, cuenta Nacho mientras su hermano Jorge (36) está en cocinas despachando los platos de los demás comensales.

Vista interior del restaurante Askuabarra. Facebook

La patata que emplean “es vieja porque, al contener menos agua, se fríe mucho mejor”. De hecho, esa fritura la hacen en dos tiempos. En el primero, confitan la patata y, en el segundo, “con el aceite muy caliente”, le dan el toque crujiente final. Cuando las probamos, cualquier expectativa supera a la realidad. La patata cruje y está perfectamente frita y en la salsa prima el sabor a mayonesa de ajo, pero el pimentón y la guindilla le otorgan un sabor picante muy agradable al paladar. Son muy recomendables, pero no es la salsa brava al uso, ya que es una versión del restaurante que, a nuestro parecer, es más sabrosa que la habitual.

Los Chicos

La tapa de patatas bravas del bar Los Chicos, uno de los locales visitados. N. A.

Desde el distrito Centro viajamos al barrio de Chamberí. Allí nos espera uno de los locales más típicos —y especializados— en patatas bravas en Madrid. Se trata del bar Los Chicos Fábrica de Patatas Bravas, situado en el número 33 de la calle de Guzmán el Bueno. Es uno de los locales más históricos para degustar el producto, pues se fundó en 1945. Y, cómo no, allí gira todo en torno a las patatas bravas.

Por ello, en este caso nos decantamos por pedir un refresco que cuesta 3 euros, pero que viene acompañado con una tapa con una decena de patatas bravas. Y lo que más nos ha sorprendido es que, a pesar de que continuamente sacan muchas raciones del plato, están crujientes y su textura no está sobrecocida. Por dentro están bastante blandas. La salsa, por su parte, es abundante, líquida y tiene un picor correcto.

Vista exterior del bar Los Chicos. N. A.

Pese a ello, si usted quiere pedir una ración clásica de patatas bravas tendría que pagar 6 euros. O si prefiere algo más original, también puede comprar y comer las bravas sin gluten, del mes y las del mundo, cuyos precios son los mismos que los de la versión clásica del plato madrileño.

Docamar

La ración de patatas bravas de Docamar, uno de los restaurantes visitados. N. A.

Al este de Madrid, en el distrito de Ciudad Lineal, se alza Docamar, uno de los restaurantes más típicos y tradicionales cuyo buque insignia son las patatas bravas. Tanto que ellos mismos defienden que desde 1963 elaboran “las mejores bravas de Madrid”. El secreto, sin duda, está en su salsa brava cuya receta aún no ha salido a la luz tras casi 60 años de historia en la capital. En su momento, de hecho, este bar era el que más cervezas servía de Madrid y, por supuesto, se acompañaban con sus famosas bravas.

En este caso, las patatas también se preparan en dos tiempos. En primer lugar, se cuecen y, después, se fríen para que sean crujientes. Así lo hacen hasta completar los 3.000 kilogramos de patatas que prepara Docamar cada semana. La ración, en este caso, cuesta 4,50 euros y lo que más destaca es la abundancia de la salsa. Eso sí, pese a prometer que las patatas son crujientes, hemos echado de menos esa cualidad.

Vista exterior del restaurante Docamar. N. A.

Pero, la verdad, todo lo salva su salsa brava secreta que hace las delicias de todos aquellos comensales que se acercan a probarlas al número 337 de la calle de Alcalá. Si quiere ir al sitio, le recomendamos que lo haga con tiempo, ya que suele estar muy concurrido y más ahora, que las restricciones por la pandemia limitan el aforo de los locales y, particularmente, en la barra, el lugar en donde tradicionalmente los consumidores se han tomado una cerveza maridada con unas buenas bravas.

A' Conchiña

A pocos metros de Docamar se erigió un restaurante que, a día de hoy, rivaliza con él en la calidad de sus patatas bravas. Se trata de A' Conchiña, un local hostelero situado en el número 32 de la calle de Benidorm, también en el distrito de Ciudad Lineal. El local, que es más pequeño que el anterior, acostumbra a estar siempre lleno y, más ahora, por las restricciones de los aforos en el interior de la hostelería. En él, se sirven también unas deliciosas patatas bravas en raciones abundantes.

Vista exterior del restaurante A' Conchiña. N. A.

Por 5 euros, los comensales pueden degustar este plato estrella, aunque, si lo prefiere, también puede consumir cualquier tipo de bebida y, seguramente, una de las tapas que le pongan de acompañamiento sean estas bravas. Su salsa, eso sí, es menos picante y sabe más a tomate, pero está igualmente buena. Quizá sea más apta para aquellas personas que no toleren bien el picante.

Las Bravas

Imagen de las patatas de Las Bravas. Instagram

Muchos dicen que en el restaurante Las Bravas se originó la salsa brava. El propio local difunde en su web que en la década de los 50 comenzó a elaborar una “salsa picante que añadía a las patatas”. Pero no fue hasta 1959 cuando registró la salsa Las Bravas. No se sabe a ciencia cierta si el nacimiento del plato se produjo en este local, pero lo que sí sabe es que lleva abierto desde 1933.

En todo caso, los consumidores pueden acudir a cualquiera de sus dos sedesCallejón del Gato o Pasaje de Mathéu, 5—, sitas en la capital para probar las icónicas patatas bravas. El local suele estar muy concurrido así que mentalícese de ello. Y, aunque en la web sostienen que el horario de cierre por las tardes es a las 17:00, este diario ha podido comprobar que a las 16:30 ya estaba clausurado.

Uno de los restaurantes de Las Bravas, en Madrid. N. A.

Habría que esperar hasta las 19:30 para la reapertura y para poder probar su icónica salsa Las Bravas —marca registrada—, cuya ración cuesta entre 5 y 6 euros en función de si las consume en el interior del local o en su terraza. La salsa, de hecho, se puede comprar en los mismos locales para llevársela a casa.

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