Amal y Ebtisam están en busca y captura. Las persiguen sus familias, dos clanes islámicos yemeníes afincados en Arabia Saudí. A sus 23 años han vivido las torturas y vejaciones de los suyos hasta que, hace menos de un mes, huyeron juntas y se escondieron de la deportación. Si las cogen, el mejor de sus destinos es la cárcel. El peor, la muerte. 

Su único delito, según ellas mismas afirman, es ser lesbianas. En la mayoría de países islámicos, las relaciones entre personas del mismo sexo no solo están mal vistas, sino que además están prohibidas, por lo que las parejas de este tipo se enfrentan a persecuciones sociales, familiares y legales. Ahora, su única opción es el asilo político y la protección de una potencia extranjera: España.

Tampoco así lo tienen fácil. El país en el que están viviendo ahora, que EL ESPAÑOL prefiere no revelar para no implicar a las jóvenes, no las considera mayores de edad ni les concede el visado por no tener un tutor legal hombre. No pueden renovar su residencia, ya que como mujeres no tienen acceso a ninguna ayuda, y sus opciones son pocas. Huir es lo que queda.

Hasta ahora han conseguido sobrevivir gracias a Násara, una activista feminista que consiguió reunirlas de nuevo y llevarlas al extranjero. En conversación con este diario, explica que su siguiente objetivo es trasladarlas a un país occidental y alejarlas de la justicia yemení, que podría llegar a matarlas con tal de "limpiar el honor" de sus familias. Por lo pronto, escondidas pero amenazadas, Amal y Ebtisam han depositado todas sus esperanzas en el Ministerio de Igualdad.

"Esperamos que pueda intervenir para que nos concedan asilo político. Es nuestra única esperanza", señalan.

Algunas de las magulladuras en el cuerpo de Ebtisam. Cedida - El Español

Torturas y asesinatos

Amal y Ebtisam nacieron en Riad (Arabia Saudí), pero nunca consiguieron la nacionalidad. Las dos compartían la cultura islámica por sus padres, dos familias provenientes de Yemen, pero pronto descubrieron que eran diferentes, que se amaban a pesar de que estaba prohibido, y en 2015 empezaron a conocerse.

Mantuvieron la relación en secreto hasta agosto de 2017, cuando sus padres se enteraron. Lo primero que hicieron fue separarlas, encerrarlas en casa y “reconducirlas” a la fe islámica mediante rezos, ayunos y, sobre todo, violencia. En el caso de Ebtisam, su familia la secuestró, la llevó a Etiopía y la torturó durante años. Una noche, su hermano incluso intentó asfixiarla hasta la muerte.

Magulladuras en el cuerpo de Amal. Cedida - El Español

“Logré escapar, pero entré en un estado de depresión y aislamiento. Mi padre me chantajeaba y amenazaba constantemente con devolverme a Yemen o con informar a las autoridades”, relata la propia víctima. En Etiopía, las relaciones afectivas entre personas del mismo sexo están prohibidas con un castigo de 15 años de cárcel. En Arabia Saudí y en Yemen, por contra, la homosexualidad puede entrañar la pena de muerte.

El secuestro de la pareja se mantuvo durante casi cuatro años, hasta junio de 2021. Amal, confinada en Arabia Saudí, fue prometida en matrimonio con su primo, en una boda de conveniencia para alejarla del lesbianismo y controlarla de cerca. Su vida se había convertido, en sus propias palabras, en un infierno: “Prefiero morir antes que casarme con él”, confiesa.

Igualdad y asilo político

En el mes de mayo, Násara abrió un crowdfunding con el que reunir recursos. El objetivo era, según cuenta a este periódico, sacarlas de Etiopía y Arabia Saudí para, poco a poco y a largo plazo, alcanzar un país seguro en el que vivir a salvo. Y juntas.

La recaudación alcanzó los 9.600 euros y ha servido para comprarles billetes, visados temporales y mantenerlas durante estos meses, pero no es suficiente. A pesar de contar con 23 años, ninguna es considerada mayor de edad en el país, ni tienen un tutor legal que pueda renovarles el visado. Se encuentran, dicen, en manos del Ministerio de Igualdad de España, en quien han confiado su suerte para conseguir asilo político. 

“Si no lo logran, el destino que les espera es la cárcel o la muerte”, concluye Násara.

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