El sol apareció este lunes en todo Madrid tras una semana lluviosa. Es como si el astro rey hubiera decidido alumbrar la fiesta de la democracia tras la tormenta que ha sido la campaña electoral por ganar Madrid. En Madrid es primavera y parece verano, pero para Pablo Iglesias ha llegado el amargo otoño, también en sus tres santos lugares de la comunidad capitalina: Vallecas, Galapagar y la facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas, que vio nacer al partido morado y que ahora se plantea como su destino más probable tras abandonar la política.

Los resultados de Iglesias —un 7,2% de votos que se traducen en 10 escaños— no han cumplido sus expectativas y no ha conseguido dar el empuje que Unidas Podemos pretendía dar a la izquierda madrileña, pese a la leve mejoría de los resultados del partido. Que hable la mayoría, pedía. Y así ha sido. La izquierda ha confiado mayoritariamente en Mónica García y Ángel Gabilondo. Pero Ayuso les gana a todos juntos en votos. 

El ocaso ha llegado a la carrera política de Iglesias, tras rozar la cumbre en su corta vicepresidencia. Ni su Vallecas natal, ni mucho menos su actual vecindario le han mostrado el apoyo que le hubiera gustado y así lo ha comprobado de primera mano EL ESPAÑOL. Primera parada: el Fontarrón, el barrio del que Iglesias era orgulloso vecino hasta que lo cambió por el chalé más famoso de España. Es un enclave de viviendas humildes de ladrillo franqueado por la A-3 y el parque del Cerro del Tío Pío (conocido coloquialmente como las siete tetas de Vallecas).

Cola para votar en el colegio El Madroño, en Vallecas, donde votaba Iglesias cuando vivía aquí. Jaime Susanna

Aquí las colas para votar han sido tan largas como en todo Madrid. Cosas que pasan en los primeros comicios que vive la capital en pandemia. Más de uno se habrá quemado por esperar al sol, si es que no estaba quemado ya por este ambiente político bronco, polarizado, lleno de mensajes radicales, bulos y amenazas balísticas. La moderación y la concordia entre bloques brillaron por su ausencia.

Esa radicalización ha sido precisamente lo que ha llevado a Orlando Vargas a votar este lunes. “Le tengo mucho miedo a Vox. Ayuso me parece buena chica, pero Vox me parece que está incrementando mucho el odio”, asegura este vecino de Vallecas a pocos metros del antiguo piso de Iglesias. Ha optado por Gabilondo. “Me parece que por ser mayor y haber luchado más en la vida, tendrá mayor responsabilidad y seriedad. Solo por eso”.

—¿Qué cree que puede hacer la izquierda por Vallecas?

—Como todos, nada. (risas)

—¿Entonces?

—Mi opinión es que ninguno va a hacer nada, eso seguro. Pero entre los que no hacen nada, creo que la izquierda tiene alguna posibilidad más de hacer algo.

Orlando Vargas, vecino de Vallecas y votante de Gabilondo. Jaime Susanna

Orlando es colombiano de nacimiento —conserva claramente el acento— y lleva 22 años en España. Pesimista, no cree que lo que él ha hecho —votar por miedo— lo vaya a hacer todo el barrio. “No creo que se movilice mucho, porque estamos muy asqueados todos. Yo tengo tres hijos y ninguno va a votar. Yo les estuve insistiendo en que lo hicieran, que es un deber ciudadano, pero dicen que no, que para qué, si ninguno cumple lo que dice”. Habrá que esperar a los resultados segregados por barrios para saber si este hombre tenía razón.

Dar con un votante de derechas es complicado en Vallecas. El que lo es, lo calla o lo dice con la boca chica, como una mujer que abandona el el Colegio Público El Madroño, el mismo en el que votaba Iglesias cuando vivía aquí. Admite con vergüenza votar a Ayuso. Se ve que en Vallecas reina el complejo de ser votante de derechas, como si uno fuera un traidor a su barrio obrero o un heredero de las ideas de la dictadura. No quiere decir más y desaparece a toda prisa.

A pocos metros de la cola de este colegio, el jubilado Juan García comparte banco con algunos vecinos. “Yo voy a votar a la izquierda. A los de derechas no les puedo ni ver. Siempre he sido votante de izquierdas”, asegura el hombre. “Y yo”, salta otro del corrillo. “Pero este no”, dice señalando a un tercero que no contesta y se limita a encogerse de hombros. No hay comentarios por su parte.

“Yo espero que sí se movilice el votante. Pienso que bastante gente va a votar aquí a la izquierda. Yo creo que Más Madrid tiene que estar con el de Podemos y que no le va a quedar más remedio”. Iglesias no despierta la simpatía de Juan, que optará por votar a Mónica García. Hace ya años que el moño más famoso de España no es uno de los suyos.

Juan García, vecino de Vallecas y votante de Más Madrid. Jaime Susanna

Las anteriores elecciones ya lo pusieron de manifiesto. En las autonómicas de mayo de 2019, la candidata de Unidas Podemos, Isa Serra, no conquistó al antiguo barrio de Iglesias. La formación fue el quinto partido en votos en el Fontarrón. Delante quedaron, por este orden, PSOE, Más Madrid, Ciudadanos (que en paz descanse) y Partido Popular. Vallecas era y es de izquierdas, pero no de Iglesias.

Pero en la llamada plaza roja de Vallecas, la sensación es bien distinta. Las pancartas del partido morado y del PSOE abundan desde el famoso mitin de Vox que terminó en batalla campal. Aquí Raúl fuma un cigarrillo a la sombra junto a su padre, postrado en una silla de ruedas. “Yo voto siempre. Y siempre he votado del PSOE para la izquierda. No sé qué va a aportar la izquierda a Vallecas, pero si no nos hace caso la izquierda no sé quién lo va a hacer”.

Preguntado por lo ocurrido hace unas semanas en este enclave vallecano, Raúl considera que “los antifascistas no tendrían que haber venido. Les están dando juego a ellos”. Ellos son Vox que, a juicio de este vecino y de muchas otras voces, no vino a Vallecas a buscar votos, sino a recoger pedradas que les permitieran presentarse como víctimas.

Pancartas de apoyo a Unidas Podemos en la Plaza de la Constitución, en Vallecas. Jaime Susanna

Eso mismo opina Verónica que también vota a la izquierda y que también está al resguardo de la sombra en esta plaza, mientras fuma algo que suelta más humo y huele más fuerte que un cigarrillo. “Me pareció una vergüenza. Pienso que Abascal vino a provocar, porque saben que aquí la gente no les quiere. Vino a salir en la tele. Ha habido más mítines aquí y no han salido casi en la tele. Tampoco me pareció bien la reacción de los antifascistas, no hay que llegar a esos extremos”.

Un chalé en territorio enemigo

A Vallecas y Galapagar les separan unos 50 kilómetros. Son 40 minutos en coche si no hay tráfico en la carretera de La Coruña. La brecha no solo se mide en distancia y tiempo, también en poder adquisitivo e ideología predominante. Si Vallecas es un feudo de la izquierda, el vecindario de Iglesias no muestra esa tendencia.

En las anteriores autonómicas el PSOE ganó por escasa mayoría en este municipio madrileño. Le seguían PP, Ciudadanos, Más Madrid y Vox, que cosechó el doble de votos que el partido morado. Los de Iglesias quedaban relegados a un triste sexto puesto, más cerca del Partido Animalista que de los grandes.

Nada hace indicar que en estos comicios las tendencias hayan cambiado. Javier García, votante de Ayuso y vecino de Iglesias, no tiene precisamente palabras halagüeñas hacia Iglesias. “La izquierda se mete con todo lo establecido pero nunca han hecho nada. Y ya el remate de la izquierda es Pablo Iglesias. Ese lo único que quiere es enfrentarnos a los españoles”, afirma el hombre mientras fuma apoyado en un barril del bar Marcelino. “A ver si de verdad se van”. Pues para su alegría, así ha sido finalmente.

Terraza del bar Marcelino, en La Navata (Galapagar). Jaime Susanna

Su hijo Gonzalo, en cambio, ha optado por Monasterio en estos comicios. Es más, este lunes ha coincidido con Irene Montero en el colegio electoral La Navata. Y no se ha quedado callado. “Le he dicho que me da vergüenza que tenga tanta guardia civil cuando luego está diciendo que les peguen. Da vergüenza. Si me quiere denunciar que me denuncie. He pagado muchas multas me da igual una más”.

—¿Qué tiene Vox para haberse ganado tu voto?

—Lo primero, que miran por los españoles, que somos los que tenemos que ir primero, ¿no? Y luego ya si viene gente de otros lados a trabajar, que es lo que todos queremos, pues bienvenidos son.

—¿Qué opinas del famoso cartel de Vox en Sol, que se documentó que decía una mentira?

—Yo pienso que los niños son niños y que si vienen con una mano delante y otra detrás, pues habrá que ayudarles. También creo que si vienen a delinquir, tendrían que cumplir la pena en su país. Si vienen a trabajar y hacer el bien para nuestros mayores y nuestros hijos, yo encantado. Pero quienes vienen a delinquir, que sé que no son todos ni mucho menos, pues esos ya no. Y los que somos jóvenes sabemos que hay bastantes que se dedican a eso. Y yo trabajo de noche y los veo.

El discurso de María y Marcos, otros vecinos de Galapagar, es bien distinto. Están al otro lado del tablero. Son vecinos y votantes de Iglesias. “Creo que es el político que mejor nos va a representar”. Sus esperanzas se diluyen ahora en un triste 7,2% de los votos madrileños.

Cola para votar en el Colegio Público La Navata. Jaime Susanna

La gestión de Ayuso, que consideran “vergonzosa”, seguirá, para su pena. “La atención que ha hecho de la pandemia y la manera que tiene de expresarse me parecen bochornosas. Nunca se acuerda de los barrios pobres, como todo su partido”.

¿Otra vez profesor?

La idea de que Iglesias vuelva a Somosaguas, a la facultad que le educó y en la que enseñó, no es nueva. En sus muros hace tiempo que se rumorea esa idea. “Yo creo que quiere volver a dar clase”, declaraba a este periódico una profesora que le dió clase. “Le gustaba mucho y era muy bueno”. Esa previsión está fechada en marzo, cuando Iglesias anunció su candidatura para presidir la comunidad. Ahora esa idea se perfila cada vez más posible.

“Que Somosaguas es la facultad de Pablo Iglesias lo inventasteis los medios de comunicación. Nunca ha sido de Pablo Iglesias. Siempre ha tenido un gran historial de izquierdas, pero no por Iglesias”, asegura Rafa González, alumno de la facultad. “Es más, había una asociación llamada Contrapoder que la fundaron varias personas de Podemos y que el año pasado desapareció. No quedaba gente que participara en ellas, mientras que otras asambleas comunistas o anarquistas sí que siguen activas”.

La entrada a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Jaime Susanna

Rafa es un anarquista convencido y, sin embargo, este lunes ha votado por primera vez en su vida, contraviniendo los ideales de Bakunin y Durruti, que no conciben el voto como medio para que el pueblo llegue al poder. Revolución, o nada. “No voy a negarlo, voto por miedo. De verdad tengo miedo a que las políticas del PP y Vox destrocen la sanidad pública, la educación y que metan políticas contra el colectivo LGTBI. Tengo, literalmente, miedo al fascismo. Y eso me ha llevado a votar”. Ha votado al segundo perdedor de este lunes. El primero es Edmundo Bal.

“Yo trabajo en el IKEA y cobro una mierda. Que me digan que no quieren regular el alquiler o que me van a bajar más el sueldo… pues Unidas Podemos está intentando luchar contra eso. Hace tiempo que veo que la izquierda se tiene que unir en la lucha contra el fascismo. Viendo la trayectoria que ha tenido el PP de Madrid, que no ha ayudado al comercio y la hostelería y ha dejado morir a los ancianos en residencias, creo que el PP y Vox vienen a destrozar el estado del bienestar que se ha construido desde los años 80”.

La Universidad que vio nacer al gran cambio de izquierdas ya ha acogido a dos políticos defenestrados de Podemos que rozaron brevemente el poder: Carolina Bescansa y Juan Carlos Monedero. Ahora, todo indica que Iglesias hará lo propio y volverá a la casilla de salida. De despedida, el alegre cantar de unos mariachis y la sonrisa de Isabel Díaz Ayuso. 

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