El neurólogo Tomás Segura (Albacete, 1967) se asoma siempre a los ojos de sus pacientes. Son como ventanas del cerebro, dice. Y en los últimos 10 meses ha visto miedo e incertidumbre. El cerebro humano pesa aproximadamente 1,3 kilos. Es el órgano que nos dirige: nos hace pensar, sentir, desear y actuar. Y afirma el doctor que no hay máquina más “compleja y capaz”. Lo conoce bien. De hecho, a día de hoy, es referencia mundial en el asunto: el jefe de Neurología del Hospital Universitario de Albacete dirigió el estudio científico más leído en EE UU sobre la Covid y el cerebro: ALBACOVID. Su equipo fue pionero en explicar al mundo qué le pasa a nuestra mente con el virus. ¿Se le ha subido a la cabeza estar en el Olimpo de la neurología? “Antes era más vanidoso, ahora creo que no y, además, mi familia no me deja subirme a la parra”.

Pero, ¿qué hay del resto de cabezas? De las nuestras. Si nuestro sistema computacional es tan válido, ¿cómo es posible que nos haya conducido a una tercera ola? ¿Se nos han cruzado los cables? ¿Somos duros de mollera? ¿Cerebro de mosquito? Tomás Segura no titubea. A veces la mente nos engaña. El optimismo, la memoria selectiva… Pero también son herramientas de supervivencia. Por eso afirma, sobreviviremos. Pero tendrá un coste. Y sí, el bolsillo también le duele al cerebro.

Pero además de órgano humano, cerebro tiene otra acepción. En el Diccionario de María Moliner es la segunda: "Persona que dirige a un equipo o grupo de personas”. La RAE coincide: “Persona que concibe o dirige un plan de acción”. Son las otras mentes y también han fallado. Este es un paseo por el increíble mundo del cerebro:

Los ojos del Doctor Segura, "las ventanas del cerebro". Juan Carlos Navarro

“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, tanto pestes como guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”, decía Camus en La Peste. ¿Estaban nuestros cerebros del siglo XXI preparados para esto?

Parece evidente que no. Sobre todo, los que estamos en la parte más productiva, entre los 30 y 60 años. No habíamos vivido en nuestra existencia situaciones de estrés como generaciones anteriores, como otras epidemias o guerras.

¿Reaccionamos bien?

Hay una circunstancia evolutiva en el cerebro humano que en otros casos nos viene muy bien: tendemos al optimismo. Fíjate en algo: cada uno cuenta de una manera, por lo general una que nos beneficia, aquello que ocurrió hace 20 años. El cerebro nos engaña, pero no es por malicia. Es porque está preparado para acomodar la realidad a lo que nos gustaría que fuera. Ser positivos es un mecanismo que en otros momentos nos sirve para sobrevivir, pero en esta situación hemos reaccionado tarde. Tanto nosotros como los políticos. En marzo estábamos viendo lo que pasaba en Italia, empezamos a tener casos y creímos que a nosotros no nos iba a llegar. Hemos pecado de optimistas.

Tres veces, tercera ola. Si tuviéramos cabeza, si todos usáramos bien la neuronas, ¿estaríamos en esta tercera ola, en este tsunami como dicen algunas voces?

No si hubiéramos sido más prudentes. Pero no nos hemos querido privar de una Navidad llevadera. Es muy humano. Somos un ser social. Si le preguntas a un ser humano por su peor pesadilla te dirá que ser enterrado vivo. Morir en la oscuridad, sufriendo en soledad. El homo sapiens no superaba al neardenthalis en forma física, sino en mentalidad social. Los neardenthalis se agrupaban en clanes de 20, los sapiens, de 60. Es la evolución del cerebro del sapiens, por sus zonas parietal y frontal, lo que le convierte en un ser más sociable. Y eso es lo que nos ha permitido triunfar como especie. Por lo tanto, va contra natura dejar de ser social.

Vayamos a los cerebros de quienes nos dirigen.

Los líderes tienen que analizar y ver qué mensajes hay que lanzar, de qué hay que avisar y qué hay que imponer. En EEUU y Brasil ha faltado liderazgo, aquí en España también. Hemos tenido un gobierno que no se ha atrevido. Se necesita un liderazgo en el que todos creamos y confiemos. Si esas personas con carisma ejercieran, les seguiríamos.

¿Qué cree que pasa por la cabeza de Fernando Simón?

A Fernando Simón le ha tocado un papel muy complicado, no lo podemos responsabilizar. Pero nuestra tasa de mortalidad es muy elevada aún con un buen sistema sanitario. Teníamos que haberlo hecho mejor. A Simón le ha faltado liderazgo y credibilidad. Dijo que tendríamos uno o dos casos. Eso es increíble que lo diga un epidemiólogo. Después, lo de las mascarillas. Y luego lo contrario. Cualquiera con autocrítica y autoestima hubiera dimitido, él sabrá por qué no. Este puesto exige credibilidad: vamos a pedir cosas dificilísimas a la sociedad, y tengo la impresión de que Simón ya no la tiene. Aquí nos hace falta un Winston Churchill, que llegó al poder después de ser la persona más odiada de Gran Bretaña, porque hacía unos discursos encendidos y agresivos en los años anteriores al inicio de la II GM. Pedía actuar de forma tajante y dura con Alemania, para evitar la guerra que luego vino. Pero la sociedad no quería oírlo. Ni el presidente Chamberlain. Al final tuvieron que llamarlo, cuando todo se desencadenó y ya no había vuelta atrás.

El doctor Segura con la réplica de un grabado de una tinción del cerebro de Ramón y Cajal. Juan Carlos Navarro

¿Se cambiaría por él?

La principal virtud de Fernando Simón es que habla bajito y es educado. No es lo que necesitamos de un líder sanitario en tiempos de pandemia. Casi todos los médicos coincidimos: los dirigentes no han sabido ver la crisis. No han querido imponer. Estamos en eso de que el Estado nos debe proveer la felicidad, pero claro, las medidas que se tomaron iban contra la felicidad y la economía. El responsable sanitario sólo tiene que tener en cuenta la salud. En EEUU, aunque no le hicieron caso, el doctor Fauci se hartó a decir que había que hacerlo de otra manera, contraviniendo en público a su presidente. Aquí no se ha hecho así. Lo denunció un grupo de epidemiólogos españoles. Tenerlos, los tenemos y del más alto nivel, pero no están al mando. Está al cargo el funcionario que estaba en el puesto en ese momento. Y no, no me cambiaría por él. Es un trabajo muy difícil y yo tampoco soy un experto en ese campo.

¿La mera noticia de una vacuna ha engañado a nuestra cabeza?

La tercera ola es la relajación de la Navidad. Pero puede ser, también, ese optimismo por la vacuna. Como en verano, la mente se engaña: ‘Esto se ha acabado, ha sido como el SARS, unos meses’. Pero nos equivocamos. Y ahora estamos en una tercera ola, peor que la segunda.

Con advertencias sobre nuevas cepas…

Mi impresión es que todo microorganismo intenta adaptarse a la especie que parasita. Lo normal es que sea más contagiosa… pero menos letal. Porque es una forma de extenderse más. En cualquier caso, supone más necesidad de cuidados hospitalarios y satura el sistema.

¿Cómo se engaña la mente de un político que se ha vacunado de extranjis?

¿Tú crees que ha sido de extranjis? Es todo un problema de jeringuillas y dosis. El problema que tenemos con las vacunas es logístico: de organización y citas. Estamos vacunando a chicos de 20 años porque trabajan en centros de salud antes que a mayores de 80, que tienen peligro de morir. ¿Por qué? Le he dado vueltas: pues porque el chico joven está ahí, donde se descongela la vacuna. Y luego te enfrentas a que tienes dosis que o tiras o se las pones a alguien. Qué está aquí al lado el de la Diputación, pues venga. No lo veo una crítica tan dura.

Estrés, sedentarismo, aislamiento social, ¿cómo van a quedar nuestros cerebros?

Ya es una barbaridad cómo están quedando. A los enfermos de Párkinson y de Alzhéimer les recomendamos que ejerciten el cerebro y hagan ejercicio. Y el ejercicio físico, aún no sabemos bien por qué, es el mejor tratamiento para la neurodegeneración. Pero ahora estamos enclaustrados y además se han cerrado los centros de día… Estas enfermedades avanzan más rápido, se nota mucho en las consultas. Y al resto, el estrés social que vivimos puede llevarnos a sufrir lo que le pasa al soldado cuando vuelve de la guerra: insomnio, ansiedad, irritabilidad…

Tomás Segura posa con una maqueta anatómica. Juan Carlos Navarro

¿Podemos hablar de un cerebro pre-Covid, cerebro Covid y cerebro post-Covid?

Nuestro cerebro estaba acostumbrado a un modo de vida. Ahora ha sido sometido a un estrés muy importante. Los que tengan mejores mecanismos de adaptación saldrán más fuertes. Los que no van a quedar debilitados y muchos cerebros no van a ser capaz de superarlo. Tendremos más enfermedades mentales, no sólo por Covid, sino también por lo vivido. Van a aumentar las enfermedades degenerativas, las demencias. La neurología, la psiquiatría y la psicología van a ser aún más necesarias que antes.

¿Ya no seremos los mismos?

La sociedad se va a hacer más madura. Estamos viendo que la vida no es un camino de rosas y que hay que esforzarse. Si pudiéramos, habría que preguntarle a la gente que vivió las guerras mundiales. ¿Fuisteis los mismos después? No. Se cambiaron muchas cosas. Desde mentalidades individuales a organización del Estado. La I Guerra Mundial trajo cambios en las relaciones internacionales, se estructuraron fondos de ayuda y se cambiaron las estructuras de los ejércitos. Cuando pase esta pandemia no volveremos a ser los mismos. Y quizá algunas cosas cambien para bien: yo conozco a gente que se iba a Londres a tomar copas por puro placer, vuelos baratos llenando el cielo de queroseno. Llevábamos un ritmo de vida totalmente desenfrenado.

¿La pandemia como cura de humildad?

Nos hace retomar algunos valores. La gente se está dando cuenta de que la salud es fundamental, que necesitamos buenos sistemas sanitarios y una buena base de investigación. Hemos visto que somos dependientes de todo: nuestras vacunas tardarán años en estar disponibles, en marzo ni siquiera producíamos mascarillas. Para hacer la muralla china hace falta que cada uno ponga un ladrillo y dar mucho tiempo a su construcción. Aquí se tiene que acabar con el cortoplacismo de nuestros dirigentes en cuanto a investigación. Hay que invertir a largo plazo, no para lograr resultados electorales, sino rendimientos de Estado. No puede ser que un biólogo, un biotecnólogo y un químico cobren 1.000 euros al mes, que se queden sin proyecto a los 3 o 5 años, dejen a medio lo que empezaron y terminen dedicándose a otra cosa.

¿Optimista?

Tenemos que no olvidarnos. Es muy importante. Tenemos memoria selectiva, pero que esto no se nos olvide. Para que no vuelva a pasar. Y recurre a aquello que supuestamente dijo Napoleón: “Quien no conoce su historia se ve obligado a repetirla”.

Retrato del doctor Tomás Segura. Juan Carlos Navarro

Miedo a la Covid y miedo a perder el trabajo, ¿es la tormenta perfecta para resquebrajarnos?

Aunque no hayas pasado la enfermedad, has pasado el miedo a perder el trabajo, a que tu familia caiga enferma. Con esta situación de incertidumbre, el insomnio ha crecido en la sociedad. Lo provoca la misma Covid, pero también no saber qué puede pasar.

¿Cuánto tiempo pueden aguantar nuestras neuronas sin enloquecer?

Muchísimo más. Somos de las especies más resistentes que existen. Viviríamos de otra manera, pero viviríamos. Tenemos el cerebro más complejo y por tanto más capaz de toda la evolución. No hay ningún sistema ni natural ni artificial que cuente con más de 100.000 millones de puntos de conexión [las neuronas] con miles de redes conectándolas. Tenemos un disco duro prácticamente infinito. Y no lo explotamos todo lo que se podría.

El cerebro es el procesador de los cinco sentidos. Los repasamos ante la Covid:

VISTA: ¿Nuestro cerebro hubiera reaccionado de otra manera si hubiéramos visto más muertos?

El humano es un ser visual. Sí, nos hubiera convenido. Pero esto se enmarca en lo de no querer tomar decisiones duras. Se nos ha infantilizado como sociedad: se nos trata como al niño mimado al que no puedes apartar de la felicidad. Una imagen de féretros o pacientes intubados, sin explotar lo gore, hubiera servido para contener algunas actitudes.

OÍDO: ¿Cómo lo han hecho los medios de comunicación?

Me da la sensación de que ha habido una especie de uniformidad. Algunas voces disidentes, como Iker Jiménez, fueron muy criticadas. Pero ha habido gente muy buena. Carlos Alsina en la primera ola lo hizo fenomenal. Los periodistas en general han estado por encima de los políticos, pero, aun así, ha habido mucho seguidismo.

OLFATO Y GUSTO: ¿Síntomas menores?

Perder el olfato ha sido muy frecuente. Y puede complicarse. La comida se degusta con el olfato: los volátiles del alimento son los que estimulan al cerebro. El sentido del gusto lo podemos llamar burdo, solo diferencia cuatro sabores básicos: dulce, salado, ácido y amargo. Realmente tú sabes si unas lentejas están buenas por el olfato. Perderlo en un país como España es un gran fastidio, con la gastronomía que tenemos. Pero si eres enólogo o chef además te han cercenado tu medio de vida.

Hay tres formas de perder el olfato por Covid por lo que sabemos. La más normal es porque se vea afectado el tejido de sostén del epitelio mucoso de la nariz. Se recupera rápido, de cuatro a ocho semanas. La segunda, por obstrucción de la hendidura olfatoria. Pero si la Covid afecta a la neurona del bulbo olfatorio, las neuronas mueren, y esa es una afectación de por vida. Sí, hemos visto casos de alguna ligera recuperación, pero con disosmia, que es cuando el paciente nos dice: ‘Mire doctor, es que me huele todo mal o muy diferente’.

TACTO: El menor contacto físico… La percepción de los demás en los niños se forma mucho con el tacto. A la larga igual también nos influye. Y con los niños también deberíamos preguntarnos cómo les influyen las mascarillas: porque necesitan observar mucho las caras y aprender muchos gestos… ¿Existe el agotamiento pandémico?

Hay una cosa que se llama cerebro del enfermo, es una respuesta de nuestros circuitos neuronales. Lo vemos cuando exploramos a una persona con gripe: le preguntas qué le apetece hacer y te dice que nada. Esto es lo que creemos que está pasando a los post-covid. Un estado de micro inflamación del cerebro. Lo estamos viendo: me siento cansado cuando en realidad en un problema cerebral. Pero en general, es cierto que tenemos una sociedad hastiada y pandémica. Pero eso habría que preguntárselo a un sociólogo.

Tomás Segura conoce el cerebro -y los efectos de la Covid sobre él- como pocos. Juan Carlos Navarro

Cerrar los bares, ¿es el crack para nuestras cabezas en este país?

Cerrar los bares es el colmo de la desgracia para el español medio. Y para el hostelero. Y la verdad, no tengo muy clara la influencia de los bares en los contagios, y mucho menos la de los restaurantes. Sí, porque te puedes quitar la mascarilla, pero yo veo mucha gente de botellón o fumando en corrillos en la calle. Si yo tuviera que tomar la decisión de cerrar los restaurantes me costaría mucho hacerlo. Además, la gente hace vida social en el bar del barrio. Eso también se ha perdido irremediablemente.

¿Esperamos unos felices años 20?

Yo creo que sí. Nos entrará una euforia inevitable. De salir a bailar, de restaurantes, turismo otra vez. Habrá que disfrutar…

Radar Covid, ¿la app fallida? Si las redes sociales pueden condicionar comportamientos, ¿no deberíamos haber usado la tecnología mejor en esta lucha?

Se ha intentado poner sistemas de control, pero somos muy celosos de nuestra intimidad. Es probable que estemos controlados sin saberlo, pero hay mucho miedo al gran hermano. Y se piensa: ‘Si mañana a mi mujer le diagnostican Covid, no me van a dejar ir a trabajar’. Y eso, en un país donde hay tanta economía sumergida, atemoriza mucho. Pero para hacer correr bulos y seguidismo sí que han servido las nuevas tecnologías.

¿Se puede ver algo del cerebro desde los ojos del paciente?

Nosotros miramos siempre al fondo del ojo. Atraviesas el medio acuoso y ahí está el nervio óptico: una extensión del cerebro. Se puede intuir la presión intracraneal. Y lo subjetivo: el estado de ánimo, si hay miedo. Y ahora lo que vemos es miedo, temor, inseguridad. De los pacientes y de sus familiares. El ser humano es el animal que más miedo le tiene a lo desconocido, porque también es el único que tiene imaginación.

¿Y nos permite sobrevivir?

Sí, porque el cerebro activa todos sus resortes. Se segregan determinadas hormonas, el corazón late más rápido, los músculos se ingurgitan de sangre y nuestros sentidos se agudizan. Entonces nos preparamos para ser depredados o para depredar.

Más allá de lo científico, ¿qué ha aprendido con esta pandemia?

Toda situación límite saca lo mejor o lo peor de cada uno y yo, salvo contadísimas excepciones, he visto a compañeros que se han esforzado hasta el límite, que han sacado lo mejor de sí mismos. He visto entregas encomiables.

¿Una receta para que lo llevemos mejor?

Ejercicio y lectura. Durante la pandemia he leído mucho. También poesía, que la tenía algo olvidada. Recomiendo una novela: todo hombre de bien debería leer Los Miserables de Víctor Hugo. Una historia de superación y de bondad en una época de miseria, enfermedad y miedo. Muy recomendable para hoy día, ¿no te parece?

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