24 de diciembre. Entre mariscos, patés y cecinas, con la mesa más bonita del año, con los detalles más mirados, los villancicos sonando y los platos a punto de servirse, como en cada Navidad, hay algo diferente, extraño. No es que se salga de la tradición. Es sólo que es nuevo: este año pandémico, las comidas familiares en las fiestas de diciembre serán burbujas.

Olvídate de tu cuñado pesado, que te trata de contar por qué la pandemia es un plan de grandes empresas y Gobiernos totalitarios… En 2020, a menos que convivas con él, te librarás de este mítico familiar. Los encuentros numerosos estarán restringidos y las conexiones se harán por videollamada.

Las calles, vacías, fantasmagóricas sin las tradicionales aglomeraciones en busca del regalo perfecto. Nada de paseos para contemplar las luces. Las cabalgatas, probablemente canceladas. Puede que la Navidad esté ahí oficialmente, pero ¿se parecerá en algo a lo que ya conocemos, a ese recuerdo dulce, cálido, familiar?

No tiene pinta. Así lo auguran diversos expertos consultados por EL ESPAÑOL. Aún quedan tres meses para que arranque la temporada navideña, pero la fuerza de la Covid-19, con este calendario, continuará arremetiendo contra la normalidad. Y el último eslabón son las fiestas del final del año.

Farolillos independentistas en la cabalgata de Vic (Barcelona).

Grandes almacenes sin barullo

Cotillones en pijama, uvas para tan sólo unos pocos y sin cenas de amigos o comidas de empresa. El envite tan brutal que ha conllevado la segunda ola de coronavirus en nuestro país y la falta de políticas públicas que subsanen la incidencia del virus en las zonas más afectadas del país hacen dar prácticamente por hecho que “el nivel de contagiados no estará corregido en dos meses”, suspira el sociólogo e investigador del CSIC Luis Miller.

No sólo por la situación epidemiológica, sino por lo que la pandemia conlleva en las circunstancias actuales, sin vacuna a la vista en el corto plazo. La trascendencia es importante a nivel “sociológico y económico”, explica. “Si esto no se corrige, adiós a las comidas de empresa, de amigos, a gran parte de la Navidad que conocemos”.

“La situación en diciembre no va a ser muy distinta a la actual: vamos a tener restricciones, va a generar muchos cambios”, comenta el sociólogo.

Unas avenidas vacías, sin rostros que se paren a contemplar las luces. Los centros comerciales, sin barullo. Probablemente no haya colas para envolver regalos en El Corte Inglés. Tampoco puestecillos navideños: la Plaza Mayor de Madrid estará al raso, en una imagen histórica.

La Plaza Mayor de Madrid en una Navidad típica.

Operación ‘Salvar la Navidad’

Da la sensación que igual que se planteó la vuelta al cole con cierta celeridad, también se hará la campaña navideña. El tema ya concentra propuestas al otro lado de los Pirineos.

En Francia, el único país que nos sigue en el funesto ranking de casos de Covid en Europa, dos Premios Nobel de Economía -Esther Duflo y Abhijit Banerjee- han propuesto que se imponga un confinamiento durante el periodo de Adviento, del 1 al 20 de diciembre, para así salvar las Navidades: no sólo las celebraciones familiares, también la campaña económica.

El Gobierno galo ha rechazado la idea. Nada de confinamientos preventivos, pero sí que van a restringir la movilidad en el puente de Todos los Santos.

Puede parecer una locura, pero sobre este lapso de tiempo pivota gran parte de la economía. Por ejemplo, el pasado año, cada hogar español gastó 600 euros de media, según un estudio de la asesora financiera Deloitte. Únicamente nos superó, a nivel europeo, Reino Unido. El estudio precisaba que el presupuesto se repartía, por orden de gasto, entre regalos (241 euros), comida (173 euros), viajes (105 euros) y ocio (82 euros).

Echen cuentas. Según el INE, en 2019 en España había 18.625.700 hogares. Más de 10.000 millones de euros. Poca broma.

Regalos de Navidad Pixabay

¿Regalos?

Aunque sí habrá algo que se mantenga pujante: el comercio online. El tener todos los productos a un click de distancia, sin tener que salir del domicilio y sin interactuar con nadie más. “Ya empezamos a tener un poco de entrenamiento con algunas cosas: principalmente las compras online, que van a ser fundamentales”, indica Miller. Pero no sólo desde la parte del cliente, también para la compañía: “Aquellas familias y empresas que se adapten mejor al comercio online y demás irán mejor; las que no, irán peor”.

La importancia de la campaña de Navidad en los comercios es mollar: miles de compañías, especialmente las pymes, desarrollan sus planes de negocio en torno a las ventas de esos meses, dedicados especialmente al consumo. Y este año será diferente. “Es muy complicado de gestionar a nivel económico y social”, manifiesta el científico. Lo que sí que está claro es que tendremos una nueva Navidad. Distinta. “Inventaremos algún nuevo: se adaptará el espíritu de las fechas a unas campañas de publicidad muy pegadas al hogar, a la casa”, deduce Miller.

“Pero va a depender bastante del momento de la pandemia en el que estemos. Lo más probable es que no haya un cambio sustancial, pero no sabemos aún si va a haber restricciones de 6, 10 personas o un confinamiento más estricto, limitado al núcleo familiar”, afirma.

Porque, visto lo visto, ¿a qué se parecerá esta Navidad? ¿Al verano en el que parecía que se había “vencido al virus”, como presumió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y que derivó en esta oleada aún más brutal en cuanto a contagios que la primera? ¿O a la desescalada, con férreas directrices que restringían la movilidad y proponían horarios y aforos a los comercios?

Para Miller, y teniendo en cuenta la experiencia estival, “probablemente tengamos una Navidad en la que veamos a los nuestros de manera online”.

Los atracones y el alcohol pueden convertirse en enemigos de estos eventos. Pixabay

Sin amigo invisible o cesta

En la misma línea se muestra la profesora Ana Jiménez Zarco, profesora titular de la UOC y experta en Márketing e Innovación. “Al final tiene una parte positiva: no tienes por qué soportar a tu cuñado”, bromea en conversación con este periódico.”Le quitas la cámara, y adiós”.

La pandemia va a marcar todos nuestros hábitos, apuntala Jiménez Zarco. “Económicamente estaremos contraídos, más aún. La situación económica es muy incierta y la gente contraerá el gasto al máximo. Volveremos a las políticas de ahorro extremo: sólo se cubrirán los gastos básicos y esenciales”, manifiesta.

“La gente va a mirar muy bien qué va a gastar y dónde. Sobre todo se van a ver afectadas las clases medias”, comenta. “Los regalos se van a contraer bastante. La gente seguirá intentando regalar por no perder el espíritu, pero el gasto por persona será menor. Probablemente será sustituir cosas que pueden ser necesidades de primera como regalos: por ejemplo, unos zapatos para el cole”.

Adiós a los amigos invisibles. También a las cestas de Navidad. Nada de eso estará presente este año.

La mayor diferencia estará en los momentos sociales, para la experta. “Todo se va a cortar muchísimo, en casa y en la calle. Los propios restaurantes tienen restricciones y tú como potencial cliente te lo vas a plantear mucho. Un menú de 50 será de 25. El número de comensales se va a cortar”, plantea.

En la intimidad del hogar, similares movimientos. Son un momento de exposición probable al virus. “La idea será rotar, el pivote central serán los abuelos e ir a visitarlos, pero en pequeños grupos. Pero con la Covid el tema visitas padres y abuelos… se va a mirar”.

¿Será esta la nueva tradición: virtualidad, distancia y grupos mínimos? No se puede adivinar, pero si algo está claro es que estas fiestas las recordaremos. Y no precisamente para bien. “La Navidad va a ser negra”, sintetiza Zarco.

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