Cuando Vicente (nombre ficticio) salía esporádicamente de casa para hacer la compra durante la pandemia, no paraba de encontrarse a conocidos y más conocidos en el supermercado de Burgos al que acudía. “Es una ciudad muy pequeña y era común cruzarte en el supermercado con personas que hasta que se desató la pandemia vivían fuera”, explica.

“Cuando se empezó a anunciar el posible confinamiento allá por marzo, notamos en Burgos el aumento de personas que residían en Madrid y País Vasco (por motivos laborales o de estudios) que habían vuelto”, ahonda. “Estaban en su derecho, puesto que aún no se había decretado el estado de alarma (aunque sí es cierto que ya se pedía que la población limitase su movilidad) y creemos que se pecó de insolidaridad con nosotros”.

Por eso, cuando el Gobierno comunicó que el 21 de junio caerían todas las restricciones de movilidad, saltaron las alarmas de este estudiante de Ciencias de la Actividad Física y Deporte, de 27 años. “No existe una madrileñofobia, lo que no queremos es gente irresponsable en estos momentos en nuestra tierra. Sean de donde sean”, arguye.

Madrileñofobia... o no

El sentimiento es generalizado. El miedo ha tomado las provincias españolas: el fantasma de un rebrote del covid-19 planea y la cercanía a la época estival y el peregrinaje a las segundas residencias no ayuda en absoluto a ahuyentarlo.

¿Es eso la tan mentada madrileñofobia, tal y como se teme la presidenta Isabel Díaz Ayuso, o una reacción ante el centralismo que impera en nuestro país?

Al contrario de lo que puede parecer a priori, encontrar a algún madrileñófobo es prácticamente misión imposible. La broma circula en redes sociales, sí, pero más bien como una reacción sociológica a la importancia -política, económica, cultural, social y mediática: un combo imparable- que tiene la capital de España. 

Las tensiones latentes dentro del modelo territorial veían un escaparate perfecto para camuflarse: una crisis sanitaria. “El Estado ha perdido su neutralidad en beneficio de Madrid”, argüía el catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), y director del Institutut Barcelona d’Estudis Internacionals Jacint Jordana, autor de Barcelona, Madrid y el Estado (Catarata), en una entrevista con este periódico a través de Crónica Global.

“Simplemente queremos que la gente que acuda a sus segundas residencias (sobre todo pueblos) se replantee el viajar. Este virus en cualquier pueblo de nuestra provincia puede acabar casi con la totalidad de su población”, sintetiza el burgalés Vicente, en conversación con este periódico. “Bastante vacía y envejecida se está quedando nuestra tierra desde hace muchos años. Que nos respeten a los que aún quedamos aquí”.

Madrid y su proyecto de España

Sin embargo, la explicación a este movimiento quasi reaccionario, de mantener las esencias de las provincias, va más allá, según Jordana. “Madrid tiene un proyecto que se llama España. Es el proyecto de unas élites económicas, para crear una ciudad global que utiliza el Estado para reforzar esa idea. Y eso no sé si hace más felices a los demás, a cántabros o gallegos, por ejemplo”.

“José María Aznar apostó por una idea de igualitarismo, que podía tener un lógica, pero que es contradictoria, porque se hizo un esfuerzo para una ciudad global, que no restó a Cataluña, que más o menos se mantuvo, sino que lo hizo especialmente con el resto de comunidades”, apunta el experto.

Quizás sea ese el origen histórico del agravio que ahora se atreven a exteriorizar las provincias. En esa tesis se situaba Díaz Ayuso, cuando reconoció que la madrileñofobia le dolía porque “Madrid es España", porque los madrileños son "españoles por encima de todo" y porque es una comunidad que, además de "emprendedora y muy trabajadora", es "solidaria y abierta al mundo, plural".

"No hemos distinguido nunca por la procedencia. Somos desde 1561 la capital de España precisamente por eso, porque es de todos y de nadie. De repente esos mensajes del terruño a mí me ofenden profundamente porque los madrileños no se han movido todavía de la Comunidad y ya estamos viendo cómo hay brotes en otras partes", lamentaba la presidenta autonómica.

Pero justamente el papel que juegan los líderes políticos no favorece a distensionar la situación. Rodrigo, estudiante albaceteño de Ciencias Políticas, aduce que “antes, con Manuela Carmena, todo el mundo quería a Madrid, veía un Madrid de libertad, conciliador. Ahora con Ayuso es algo excéntrico, crispador. A eso se le suma la llamada revuelta de los cayetanos”.

Ese carácter castizo, rayano en lo ombliguista -a tenor de los testimonios recabados para elaborar este reportaje-, no facilita la resolución del conflicto. “En verano, cuando acuden las personas de Madrid a las zonas turísticas, van con un desparpajo, no diré chulería, en las que subyace un intento de imponer unas maneras de vivir que igual son efectivas en un ámbito urbano como Madrid , no en un lugar como Asturias”, comenta Juan, un joven de Novellana, de 800 habitantes. 

"Ya llegan los madrileños"

“Las situaciones son distintas, las cosas van más lentas. Es verdad que hay un poco de madrileñofobia en algunas personas, porque en algún bar, en todo lo que sea de cara al público, es fácil escuchar decir en junio eso de que ‘Ya llegan los madrileños’ con retintín”, explica este universitario, que cursa Periodismo y Humanidades. “Un poco puede estar justificada”.

A sus ojos, “el madrileño viene de Madrid y pretende exportar su modelo. Es muy difícil muchas veces tratar de pensar una España que no tenga como centro Madrid”, comenta. “Es duro, porque uno siente que por ser asturiano o de otra parte, más periférico, se siente menos español, porque cuando hablas de España parece que sólo hablas de Madrid”.

Aunque para Juan un factor clave es la crispación actual que se pulsa en España. “Los ánimos están muy caldeados. Es muy fácil tratar de echarle la culpa a alguien de posibles rebrotes que pueda volver a haber”.

Madrileñofobia y turismofobia

El politólogo Carlos Villodres indica que el concepto madrileñofobia, como turismofobia, “son caricaturas”. “Se basan en la falacia del hombre de paja: los argumentos que usa alguien con quien no estás de acuerdo los caricaturizas, los llevas al extremo y entonces es más fácil el contraargumento”. 

En este caso, según el experto, cuando hablamos de madrileñofobia “se nos viene a la cabeza otras fobias, como la homofobia o la xenofobia, que son actitudes que están presentes en la sociedad y que conllevan agresiones, violencia directa”. “Y en el caso de madrileños ni de los turistas en general no hay nada ni que se le asome”, zanja.

“Lo que se ha generado de este concepto es un hombre de paja, porque es más fácil atacar al odio a los madrileños que plantearse en el fondo debates pendientes como el modelo territorial o, en el caso de la turismofobia, el modelo económico, sobre todo de aquellas zonas más orientadas al turismo, con menor renta per càpita, más precariedad y menos peso de la industria y sectores innovadores”, manifiesta Villodres. “El debate del modelo territorial hay mucho por hablar, pero no es el caso”.

La cuestión, como indicó el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, es que, con la situación actual en la mano, no hay lugar para el miedo al desembarco de madrileños en el resto de España. "Madrid ha hecho un esfuerzo enorme por controlar la epidemia, al igual que otras comunidades", razonó Simón. La evolución de la pandemia "es muy buena" en la región y "está incluso mejor que otras comunidades".

Pero la inquietud sigue ahí, y está presente. Da igual lo que diga Ayuso, Simón… o cualquier otro líder político. “Entiendo que la gente quiera ir de vacaciones, están en su derecho. Pero creo que se ha olvidado demasiado pronto los 30.000 muertos que hemos tenido en 2 meses. Pido que la gente se replantee el modo de viajar este verano”, concluye el burgalés Vicente. Él, desde luego, no piensa que la visita de madrileños y ajenos sea ninguna buena idea.

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