Aguilar de Campoo (Palencia)

Aún quedan varios minutos para llegar a nuestro destino cuando el olor a galleta recién horneada comienza a colarse por las rendijas de las ventanillas. A los lados de la carretera, inmensos e infinitos campos de cereal conducen hacia la misma dirección. Un lugar incrustado entre el trigo palentino y en el que pocos pensarían encontrar una de las mayores fábricas galleteras de todo el mundo: Gullón.  

El nombre les resultará algo más que familiar. Sus cientos de tipos de galleta están, sencillamente, en todas partes. Desde la maría dorada a sus pioneras galletas integrales, pasando por las cookies bios o las creme tropical. Las hacen todas y, posiblemente, de la mejor manera. Su epicentro está situado en Aguilar de Campoo (Palencia), un pueblo de no más de 7.000 habitantes que desde hace 127 años sigue en pie gracias al trabajo que procura esta empresa y quien la lidera, la tercera y cuarta generación de la saga Gullón. 

La gestión de esta familia, durante los últimos 40 años, ha relanzado a la empresa hasta la más alta cúspide en el sector nacional e internacional sin moverse de Aguilar. Puede comprar sus galletas en cualquier supermercado de su barrio, pero también lo puede hacer, por ejemplo, un nepalí. Tal es el éxito de esta galletera que ademas de sus 1.400 empleados, en plena pandemia han contratado a 100 nuevos operadores de producción que ya trabajan en alguna de las gigantescas fábricas que poseen los Gullón. 

Un camión con trabajadores de Gullón en 1959.

La pregunta es cómo en un lugar tan pequeño, ya conocido como el pueblo de las galletas, ha podido construirse semejante monstruo industrial, con una superficie de 140.000 metros cuadrados. La respuesta, cuando EL ESPAÑOL pregunta a cualquier aguilarense, siempre es la misma y tiene nombre y apellidos: María Teresa Rodríguez o, como todos la conocen, Telle.

La dueña del imperio siempre, pasase lo que pasase, ha tenido claro que Gullón debía permanecer en su querido pueblo palentino. Algo que la ha convertido entre sus paisanos poco menos que en una divinidad, a la que deben prácticamente todo; pero que también le ha costado una guerra familiar con sus propios hijos y hermanos desde hace 10 años y que bien valdría para grabar una segunda secuela de la serie americana Falcon Crest

La Casa Real

Trabajadores, a la entrada de la antigua fábrica de Gullón.

Para entender el conflicto y el éxito empresarial hay que remontarse a cien años atrás. Todo empezó en manos de José Gullón Barrios. Este confitero zamorano, inquieto, imaginativo y emprendedor, fundaba la empresa en 1892.

En aquel entonces, se le ocurría crear las galletas con el trigo cultivado de las tierras palentinas y el azúcar importado de las antiguas colonias españolas; daba en el clavo y la galletera artesanal comenzaba a crecer hasta convertirse incluso en suministradora oficial de la Casa Real tras conquistar el paladar de la infanta Isabel de Borbón.

Con el paso de los años, mientras pasaba de generación en generación, Galletas Gullón se mantenía y superaba épocas de crisis como la Guerra Civil española, hasta que en 1950 decidía comenzar a diversificar sus productos y aumentar su éxito.

En ese momento es cuando llegan al mercado las galletas Marías, las tostadas doradas, los barquillos, las rosquillas de chocolate y las pastas. Sin embargo, en 1979, un accidente de tráfico en una carretera de Logroño pone del revés a la empresa.

En él fallecía José Manuel Gullón, la tercera generación que lideraba la galletera. Tras su muerte prematura, con 40 años, el futuro de Gullón quedaba en manos de su viuda, María Teresa Rodríguez y sus cuatro hijos, Hernán, Félix, Rubén y Lourdes Gullón. Ni ella, ama de casa hasta ese momento, ni ninguno de sus hijos, todos ellos menores, sabían nada del negocio. La venta de la empresa, tras la que estaban pendientes algunas multinacionales, parecía lógica. 

Cuando más lo parecía, no obstante, Telle da un golpe de efecto —no será el primero a lo largo de esta historia— y decide tomar las tiendas de la empresa familiar para que así lo siga siendo, cumpliendo con la voluntad de su difunto marido. Su obsesión será a partir de ese momento mantener la fábrica y el empleo en su pueblo natal, Aguilar de Campoo, donde todavía hoy esta empresaria millonaria sigue viviendo como una aguilareña más. 

El edificio antiguo de Galletas Gullón.

Sin tener ni idea acerca del negocio de las galletas, de un día para otro María Teresa tenía el 55,29% de las acciones de la empresa y cada uno de sus hijos, el 3,86%, quienes con el paso de los años se irían incorporando al negocio familiar. Su primera decisión fue rodearse de aquellos que le ayudasen a sacar adelante a Galletas Gullón. Convirtió a sus dos hermanos en socios y contrató a Juan Miguel Martínez Gabaldón. Su hombre de confianza y origen de todas las disputas futuras que tendrá la familia. 

Su mano derecha

Este hombre de origen humilde, que había estudiado Ingeniería a base de becas y trabajado en la multinacional de galletas Loste, aceptó la oferta y se trasladó con su familia a Aguilar de Campoo. En poco tiempo, Telle y él, designado como director general, conformaron un tándem empresarial imparable, según cuentan fuentes de la empresa a este periódico. Los dos compartían su pasión por el trabajo y el desarrollo de Galletas Gullón.

De hecho, son pocas las horas que él pasa fuera de la fábrica, al igual que María Teresa (78), quien después de hacer las labores del hogar de su casa y ponerse los rulos, camina trajeada por la carretera para llegar hasta las fábricas y después, sobre las 19.00 horas, se marcha al puesto de venta del pueblo a vender galletas junto al resto de empleadas. 

María José es una de ellas. Esta cántabra, nacida en Reinosa, lleva más de 40 años despachando en la tienda que la empresa conserva a la salida del pueblo. En el establecimiento, se pueden ver los cientos de tipos de galleta, perfectamente colocadas en los estantes, que vende Gullón. "Es una pena que no podáis ver a María Teresa, viene todas las tardes a vender galletas, las da a probar y pregunta a los clientes que les gusta y que no. Ahora, con el COVID-19 no sale de casa. Ella es muy humana, como tú y como yo, le debemos mucho en el pueblo", cuenta esta dependienta. 

María José trabaja en la tienda de Gullón desde hace 40 años.

La matriarca familiar, amante de la comida saludable, fue a la primera que se le ocurrió crear la galleta integral marcando la diferencia con el resto de competidores. Tras lo que llegaron las galletas con cereales, fibra, sin sal o sin azucares añadidos, las Diet Nature y toda la gama Bio, que ahora inunda la mayoría de los supermercados en todo el mundo. Sus ideas, unidas a la política de la empresa, que se basa en la reinversión de los beneficios y no en su reparto, han llevado a la empresa a un crecimiento exponencial después de invertir año a año en I+D y en las plantas de fabricación, que han pasado de ser totalmente manuales a no tocar prácticamente la galleta. En la actualidad, Galletas Gullón fabrica 80 millones de galletas al día y en el último ejercicio facturó un total de 360 millones de euros

La junta del Mercedes 

Conforme fueron pasando los años, el director general, Juan Miguel Martínez Gabaldón, también fue cobrando poder en la empresa hasta hacerse con el 20% de las acciones de la empresa con compras a diversos accionistas y a la propia María Teresa, y con un puesto en el Consejo de Administración, al igual que Telle, sus dos hermanos y sus cuatro hijos. Algo que no gustó en absoluto a los varones de la familia, que veían como perdían el poder y no recibían ni un céntimo de los beneficios, ya que todos iban destinados de nuevo a la empresa. Así, según fuentes de la empresa, los dos hermanos de María Teresa, Felix y Raúl, instigaron a sus tres hijos varones para planear en la sombra el despido del director y la expulsión de su propia madre de la presidencia de Galletas Gullón. 

La junta del Mercedes, a las puertas de la entrada de Galletas Gullón.

Tras meses de tensiones contenidas, el 26 de septiembre de 2009 Felix, Hernán y Rubén materializan el golpe de estado. En un consejo de administración, en el cada miembro tenía un voto, junto con el apoyo de sus tíos, nombraron a la matriarca presidenta de honor, que solo contó con el voto de su hija y ojo derecho, Lourdes, le quitaron los poderes ejecutivos, despidieron ipso facto a Gabaldón, le interpusieron varias demandas judiciales y el pequeño de los tres, Felix, ocupo el cargo de director general. 

El bando sublevado había ganado aparentemente la contienda, pero no la guerra. A los pocos meses, el exdirector general demandaba a la empresa en los juzgados por despido improcedente, una causa que ganaba y por la que los tres hermanos Gullón tuvieron que pagarle 9 millones de euros, la mayor indemnización de la historia en el mundo empresarial. Tras él, llegó Telle. Ella también se vio obligada a acudir a los tribunales para formar la convocatoria de una junta extraordinaria haciendo valer su participación del 55%. Los jueces le dieron la razón y le permitieron convocar la junta. 

Lo que no esperaba es que sus hijos, en otro capitulo del culebrón familiar, le impidieran celebrar la junta en la fábrica meses después, el 1 de septiembre de 2010. Le cerraron la puerta de las oficinas de Gullón en sus narices. Entonces, María Teresa, su hija Lourdes y Gabaldón se metieron en un coche Mercedes de color negro y allí celebraron una insólita junta con la presencia de Encarnación Fernández, la notaria de Aguilar de Campoo. En la junta del Mercedes —cuya foto pasó a la historia y que los jueces dieron por válida después—, María Teresa eliminó el consejo, se nombró administradora única y restituyó como director general a Gabaldón. La madre, esta vez sí, había ganado la guerra. 

Camioneta de Gullón.

¿Paz?

Sus hijos, que insistían en que Gabaldón obraba a su antojo y tenía absorbido el juicio a su madre, no tuvieron papel alguno en la empresa hasta cuatro años después. Durante ese tiempo, los trabajadores recuperaban el aliento tras haber vivido con nerviosismo la posible venta de la empresa a manos de los díscolos y con ello la hecatombe de la zona sin Galletas Gullón S.A. 

En julio de 2014, la familia enterraba aparentemente el hacha y llegaba a un acuerdo entre ambas partes en beneficio de la empresa y los trabajadores. En pacto de mínimos contemplaba concesiones por ambas partes. Por un lado, Hernán, Félix y Rubén retiraban la querella planteada contra el director general por presunta falsedad documental y apropiación indebida. A cambio, los hermanos Gullón volvían a formar parte del consejo de administración y ocupaban tres cargos directivos, las carteras de Planificación, Expansión y Exportación

Además, el director general se comprometía a desarrollar una gestión más transparente y, entre otras cosas, como demandaban los díscolos, a no aumentar su participación en el accionariado del grupo. Por el mismo acuerdo, los hermanos de la presidenta, vendían su participación en la sociedad y salían de ella, y los dos hijos de Gabaldón entraban a formar parte por primera ver del órgano. De ese modo, Telle se aseguraba la mayoría absoluta no solo en el capital, sino también en cualquier decisión. Así, sobre el papel, la familia sellaba aparentemente la paz hasta cinco años después. 

Sucesión y expulsión

Lourdes Gullón, la nueva presidenta de Gullón, junto a su madre, expresidenta ejecutiva.

En otro golpe de efecto, característico de María Teresa, el 17 de junio de 2019, el Consejo de Administración de Galletas Gullón nombraba a Lourdes Gullón Rodríguez presidenta de la compañía. La matriarca había elegido a su única hija y pañuelo de lágrimas durante los litigios familiares como su sucesora natural, pero solo en el cargo. Telle seguiría manteniendo el accionariado y el cargo de presidenta honoraria en la compañía. 

No obstante, esos nos eran los únicos puntos del día. Tras 30 años, el Consejo nombraba a Gabaldón consejero delegado de la compañía y expulsaba del mismo órgano a los tres hijos varones de la presidenta honoraria, que perdían su poder de decisión, aunque mantenían sus puestos directivos. Una junta que reavivó la crisis familiar y que, al mismo tiempo, destapó un supuesto plan oculto de venta de la galletera a una multinacional de alimentación.

Detrás del plan, según publicaron varios medios, estaría Gabaldón, el CEO y hombre de absoluta confianza de María Teresa Rodríguez, que querría monetizar su paquete de acciones y abandonar la empresa. Los sindicatos de Gullón amenazaron con tomar acciones y, casi un año después, nada se ha vuelto a saber sobre dicho proyecto. Aún así, según explican fuentes de la empresa, si se produce la venta no temen que se vaya de Aguilar de Campoo después de todo lo que se ha invertido en las dos fábricas (Gullón II y Vida) y en las líneas de producción. Aunque claro, siempre prefieren que esté en manos de la familia y no de una multinacional. 

Quienes sí fueron a más fueron Felix, Hernán y Ruben la pasada nochebuena. Convocaron una junta extraordinaria para intentar recuperar sus puestos en el Consejo de Administración, pero su madre volvió a negárselos, así como crear un consejo familiar como sucede en otras empresas del tipo. ¿Estarán ideando otro plan para retomar el poder? 

Tres generaciones 

Fran, Feli y Bernando, dos generaciones de trabajadores en Gullón. Jorge Barreno

Bernardo (82), Feli (51) y Fran (53) en cambio son un ejemplo de que a pesar de las disputas por el poder en la cúpula, la empresa ha hecho mucho por Aguilar de Campoo durante los últimos 40 años, desde que Telle, como ellos la llaman, tomase las riendas. "No sé yo si la empresa habría crecido tanto si hubiese seguido en manos del difunto José Manuel, él tenía pensado irse a Laguna de Duero, pero María Teresa siempre tuvo claro que tenía que quedarse aquí", cuenta Nardo a EL ESPAÑOL. 

Este aguilarense trabajó durante algo más de 20 años en la reconversión industrial de la fábrica para que fuese, como él dice, "una de verdad". "Cuando me llamaron para trabajar, allí todo se hacía mano. Se hizo una renovación total, se pusieron básculas, se arreglaron oficinas, se pusieron vestuarios...", cuenta. Su hija Feli recuerda perfectamente cuando iba a las fiestas que organizaba Gullón para el pueblo o a recoger a su padre a la fábrica y le invitaban a entrar. "Me daba casi miedo", dice riendo. Ella, siguiendo el ejemplo familiar, también trabaja en Gullón desde hace 35 años. 

La primera vez que puso un pie allí tenía 16 años. Ahora tiene 51 años y dice que ha pasado por tantos puestos que ya casi ni se acuerda. "Me siento orgullosa de trabajar allí y una gran privilegiada porque me dieron la oportunidad de ir subiendo e ir ocupando distintos puestos desarrollándome como trabajadora", cuenta. Ahora es jefa de las lineas de producción 4 y 7, donde se hacen gallegas saladas, doradas, con fibra o sin azúcar.  

Las dos 'macrofábricas' de Gullón. Jorge Barreno

Fran, su marido, no lleva trabajando tantos años como ella, pero sí los suficientes como para afirmar que trabajar en la galletera es lo mejor que le puede pasar a un aguilareño. "Empecé algo más tarde porque primero estuve en la construcción, pero llevo ya 23 años trabajando", cuenta el jefe de las otras tantas lineas de producción en la fábrica.  

Ellos, sin embargo, no son los únicos en la familia que trabajan en la empresa. También lo hace el novio de su hija y en cierto modo también su vástaga. "Ella estudió magisterio y ahora le han llamado para trabajar en una guardería cuidando de los hijos que tienen turno por la mañana en la fábrica, al final Gullón es el motor económico de la zona", cuenta Feli.  

Y todo, dicen, siempre gracias a Telle. "Ella siempre ha tenido ilusión por ver que tanta gente dependía de la empresa y ha invertido e invertido para que siempre hubiese trabajo, es muy generosa. Cuando no esté, que será dentro de mucho, tendremos que hacerle un monumento", dice, agradecida, esta familia palentina. 

Historias como la suya dejan claro que María Teresa Rodríguez, con litigios familiares incluidos, siempre ha priorizado la empresa y su querido Aguilar por encima de su propia familia. 

Entrada a Aguilar de Campoo (Palencia) Jorge Barreno