En Medina-Sidonia (Cádiz), en la finca de la ganadería Cebada Gago, seis toros esperan su hora. Están en venta desde el pasado 8 de julio. Entonces, cumplieron con el papel que se les había asignado: en el segundo día de San Fermín, recorrieron las calles de Pamplona en dos minutos y 14 segundos dejando un balance de cuatro heridos (uno de ellos con cornada incluida). “Un encierro limpio y rápido”, titularon, ese día, en masa, la mayoría de periódicos. Lo habitual, vaya. Hasta el mediodía, todo había transcurrido conforme a lo establecido. Pero, por la tarde, llegó lo anómalo. Una tormenta propició la suspensión de la corrida y los astados se quedaron preparados en los corrales. ¿Y qué ha sido de ellos desde entonces? A eso vamos… 

El mismo día de la corrida, cinco de los seis astados de la ganadería Cebada Gago ‘indultados’ por la lluvia regresaron a Medina-Sidonia (Cádiz) a pesar de haber participado en el encierro. En concreto, el camino de vuelta lo hicieron 'Arquero' (545 kilos), 'Valiente' (595), 'Huido' (530), 'Cabrero' (505) y 'Botijo' (585). Casi 2.000 kilómetros recorridos (entre la ida y la vuelta) para volver a la finca de la que habían salido días antes del chupinazo y a la que habían vuelto, sorpresivamente, con vida. 

De todos ellos, ‘Hornachuelo’, con sus 580 kilos, fue el único que se quedó en Pamplona después de un encierro en el que fue protagonista. Él fue el que corneó al único mozo herido por asta de toro aquel 8 de julio y también el elegido como primer sobrero de la corrida de los Miura, la última de la Feria del Toro de Pamplona. “Pero no participó y ha vuelto también a la finca”, confirman desde la ganadería Cebada Gago en conversación con EL ESPAÑOL. 

Hornachuelo cornea a un joven durante el segundo encierro de los Sanfermines.

¿Y ahora, qué? Todos ellos esperan corrida. Los toros pertenecen a Casa Misericordia, la empresa encargada de los Sanfermines; pero comen, descansan y viven en la finca de Medina-Sidonia de la ganadería Cebada Gago. “El problema es que cada Comunidad Autónoma tiene sus legislaciones. Por ejemplo, pensamos en venderlos a algún festejo valenciano, pero no podíamos porque no aceptan astados que hayan corrido previamente”, cuenta Salvador, su cuidador, en conversación con EL ESPAÑOL. 

En la ganadería Cebada Gago saben que no lo tienen fácil. En sus más de 60 años de historia jamás habían vivido algo similar. Ni siquiera en San Fermín, donde llevan concurriendo 32 años (con alguna falta puntual). Nunca habían vuelto con los astados a la finca. Esta vez, sin embargo, tendrán que venderlos al mejor postor –y siempre para una plaza de primera–. Al fin y al cabo, los toros que acuden a Pamplona son particularmente genuinos. 

¿Cómo son los toros que se venden?  

Los seis toros de la discordia son, sencillamente, “los mejores”, insisten en la ganadería. Y no van de farol. Es la feria del año. Los Cebada Gago, por tradición y experiencia, además, acuden, desde hace tiempo, a una gran cantidad de festejos taurinos tanto en España como en Francia. “Sobre todo, en el norte, donde son muy apreciados, y en el País Vasco francés”, apostillan. Con esa experiencia y más de 630 vacas de vientre, crían toros desde hace 60 años. 

Suspenden la segunda corrida de los Sanfermines por lluvia.

Los que acuden “allí son especiales. En Pamplona es donde más pagan y por eso elegimos a los mejores. Vemos las hechuras que tienen y el trapío y decidimos a cuáles llevamos”, explica Salvador. En concreto, estos seis que se venden tienen entre cuatro y cinco años –lo habitual para los astados que se lidian–, comen 10 kilos de grano al día de media y le han costado a la ganadería entre 4.000 y 5.000 euros desde que nacieron. 

Su destino era ser toreados en Pamplona por Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo, pero la lluvia lo evitó. El chaparrón y la tormenta hizo que, por primera vez, se suspendiera una corrida después de que se hubiera celebrado el encierro. Los astados, desde entonces, esperan ser vendidos. ¿Por cuánto? Desde la ganadería Cebada Gago no quieren dar cifras. “Es confidencial”, añaden. Eso sí, el tiempo juega en su contra. Con la mayoría de las corridas firmadas este verano, estos toros podrían estar hasta un año en la finca. “Creemos que los venderemos antes. Esa es nuestra intención, pero...”. En realidad, todo puede pasar. 

Al fin y al cabo, su primer viaje ha concluido con suerte –y vida–. ¿Y el segundo? Ya se verá. De momento, sin billete, los toros esperan corrida –y nueva aventura–.  

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