Enrique Recio Lucía Vinaixa

Cuando María llegaba a la Residencia Los Nogales hace un año, en Madrid, para visitar a su padre, sus cuidadores del turno de tarde en la planta segunda, en el módulo de enfermos de Alzheimer y Parkinson, eran casi como "ángeles". Todo eran caricias y buenas palabras hacia el anciano, que llevaba algo más de un año en aquel lugar. Sobre todo, destacaba el cariño que le profesaba Mónica M. P., que se esforzaba en aparentar lo bien que le trataba. Esta joven hablaba mucho, mucheísimo. A María le contaba que había sido seismesina, que tenía problemas de asma a causa de ello, la historia de su abuelo... Todo era idílico y ella, encantadora. 

Pero estos ángeles, más bien, eran todo lo contrario: demonios. La Fiscalía Provincial de Madrid ha presentado ahora una denuncia contra Mónica M. P, Bryan Israel N. C. y M. J. T., todos ellos cuidadores de la segunda planta en la residencia por los malos tratos físicos y psicológicos a los que sometieron a dos ancianas que estuvieron a su cargo en 2018. [El procedimiento dirigido contra María Josefa T. L. fue archivado por el Juzgado de Instrucción nº 13 de Madrid el 12 de mayo de 2020]. Las pruebas, presentadas por Francisco, que tenía a su madre -ahora fallecida- en el centro muestran bien toda lo que estos trabajadores hacían a los mayores enfermos.

En las durísimas imágenes y vídeos, que se grabaron en habitaciones de la residencia, se puede ver como les retorcían el pecho, les pegaban, les amenazaban "con arrancarles la cabeza", les insultaban y les asustaban diciéndoles que iba a ir el demonio para llevárselas al infierno. 

María no sabe ahora si su padre, que también presentaba de vez en cuando hematomas, pudo ser también alguna de sus víctimas. "A veces salían llorando, otras veces llegabas de sorpresa y ni siquiera les habían cambiado el pañal...no se imagina el cuerpo que se me ha quedado cuando me he enterado de lo que hacían realmente", cuenta a EL ESPAÑOL. Estos tres investigados eran trabajadores temporales. Cuando estaban en la residencia, cuenta un trabajador del centro, "parecían gente normal" que hacía bien su trabajo. Pero dentro de las habitaciones, ocurría lo inimaginable.  

El nombre de la residencia Los Nogales les sonará. Seguramente lo habrán escuchado en la radio, en la que se anuncia en numerosas ocasiones como el mejor centro para los ancianos. "Cuidamos del mayor, cuidamos de la familia". 

"Dar el paso hacia una residencia de mayores es una decisión importante". Tal vez, sea la peor.  "Grupo Los Nogales lanza dos promociones por tiempo limitado, para mostrar a todas aquellas personas con más de 65 años, que estén interesadas en disfrutar del abanico de posibilidades que un centro de estas características puede ofrecer...", reza su anuncio. 

Fingir normalidad

"¿Por qué hacéis esto?", les preguntaba Esteban, un extrabajador del centro que ha hablado con este diario, a Mónica y Bryan, cuando maltrataban a la madre de Francisco, con la que se cebaban especialmente por las quejas continuadas de su hijo. Solo porque presentaba continuamente escritos a la dirección del centro, al ver que su madre aparecía cada día con hematomas y torceduras en su cuerpo. "Su contestación era reírse y nada más". Cuando Francisco iba a visitar a su madre, todos decían "¡qué viene, qué viene!". A partir de ese momento, había que fingir que el trato a su madre era inmejorable

Lo peor también ocurría a las horas de las comidas, si se podían llamar así. En el módulo dos, a los ancianos se les servía una especie de puré, mezclado con un yogur y también con todas las medicinas que debían tomarse. "Todo por adelantar el trabajo", cuenta este extrabajador. En una ocasión tuvo un enfrentamiento con la jefa de planta por ello, pero de nada sirvió. Todo seguía igual. 

"Se escuchaban gritos, el maltrato psicológico era constante". Esto ocurría, sobre todo, en el módulo de enfermos, completamente dependientes, que pueden llegar a pagar hasta 2.700 euros por vivir y recibir cuidados en la residencia. Bryan, un chico aparentemente reservado que no se relacionaba mucho con sus compañeros, llegó a la residencia cuando Esteban llevaba seis meses. Pero pronto, asumió "muy bien su papel". El del maltrato sistemático a los ancianos.

Residencia de ancianos Los Nogales, en Madrid.

Todos estaban protegidos por la jefa de planta y después por la directora del centro, dice Esteban, que conocían "perfectamente todo lo que ocurría" en esas habitaciones. "Hacían lo que les daba la gana y después eran zalameros cuando llegaban los familiares". 

Después de abandonar el centro, según ha podido saber este diario, este joven, oriundo de sudamérica, trabajó haciendo una sustitución en el módulo 65 del Hospital Fundación Jiménez Díaz, en Madrid. En la Unidad de Trastornos de Movimiento. También en otra residencia madrileña, llamada los Jardines de Navas. Mónica, la otra maltratadora, sin embargo, parece haberse dedicado ahora al oficio de cantar. "Saxofonista, cantante. Entrégate a ti mismo como si todo lo fueran a prohibir mañana", reza su descripción en su perfil de una red social. Aunque también subraya que es "auxiliar técnico veterinario".

En 2015, Francisco ingresó en la residencia Los Nogales a su madre. A los pocos días, se cercioró de varios hematomas, torceduras, hinchazones en rodillas y brazos. Cada día que la veía aumentaban. De nada servía enviar escritos al centro exigiendo una respuesta a lo que estaba ocurriendo. "Su madre estaba recibiendo muy bien trato por los trabajadores y no le causan ninguna lesión, y de haberla era la misma enferma quien se los hacía", era la respuesta desde dirección. 

Después de confirmar con algunos trabajadores del centro que efectivamente se producían esas agresiones y tras una denuncia de 120 familiares por los malos tratos que se hacían a los ancianos en la residencia, que finalmente quedó archivada por la Comunidad de Madrid. Francisco decidió poner un teléfono móvil en la habitación de su madre, enfocado hacia la cama, según cuenta a EL ESPAÑOL, tras lo que obtuvo los vídeos en los que Mónica, Bryan y María Josefa maltrataban a su madre de la peor forma con total impunidad. 

"Te arranco el pescuezo puta"

En el examen de todas las imágenes captadas por el móvil de Francisco, se puede apreciar como Mónica, en presencia de Bryan realizaba brutales acciones durante el cambio de ropa de dos ancianas. 

Mónica le arrebata bruscamente un objeto a la anciana -la madre de Francisco, ya fallecida-, le echa la cabeza hacía abajo  hacia atrás "violentamente" mientras la está desvistiendo. La anciana se queja, mientras tanto. Y le propina dos bofetadas. 

Después, le quita bruscamente la dentadura postiza a una anciana y le dice: "Eh Cabrona, A ver qué te quito esto, no se muerde eh". Tras esta última maniobra y dirigiéndose hacia la otra anciana le dice: "Y tú igual como me muerdas es que te arranco la cabeza. Que estoy muy loca".

 

La trabajadora, poco después, va al baño y tras salir, acerca su mano a la cara de una anciana y le dice: "He meado y me he secado con la mano el chumino". "Eh, te arranco el pescuezo eh puta", le dice a la otra. Tras lo que le lanza una almohada a la anciana, que está en silla de ruedas. Y no se queda en eso, le perjura que "cogería el colchón y se lo tiraría a la cabeza". Mónica y Bryan se ríen tras ese comentario. 

A continuación siguen los insultos, les restriegan la cara a la anciana con un pañal e incluso le pinzan a la anciana la nariz. Tras salir, le dicen: "Venga a dormir que va a venir el demonio ahora". 

También se producen otros capítulos, en los que también participa María Josefa mientras Mónica asiste a las ancianas. Llamar guarra a una de las personas mayores para seguidamente decirle: "te mato". Le propina golpes cuando les está cambiando, les dice que se callen e incluso les pelliza el pecho derecho a una anciana, a la que se escucha quejarse. Cuando se van, ambas auxiliares de enfermería les comentan: "¿Sabes quién va a venir por la noche? El demonio, y te llevara al infierno del inframundo".

Juan Carlos, que tiene a su madre en la residencia, también denunciará al centro, en su caso no por un maltrato, sino por las condiciones en las que viven los ancianos y la falta de control de personal que existe en el centro, con contratos precarios y temporales, que desencadenan que los trabajadores no estén contentos con su empleo.

Además, en conversación con este diario, ha recordado algunos capítulos en los que su madre le decía que cuando paseaba en el parque que hay enfrente de la residencia, encontraba papeles en los que se decía: "En este centro se maltrata a los ancianos".  Juan Carlos siempre creyó a su madre.