España compra más gas ruso que antes. En enero, Moscú era nuestro cuarto proveedor. Representaba el 10% del total. En julio, es el segundo. La cifra ha aumentado al 25%. Justo por detrás de Estados Unidos y justo por delante, sí, de Argelia. ¿Cómo es posible? ¿No dijo Pedro Sánchez que era necesario respaldar a la resistencia ucraniana, dejar de financiar la guerra y desconectar de Rusia mientras Vladímir Putin siga en el Kremlin?

El escenario en el resto del continente no es tan distinto. Pero en algunos lugares es más grave que en otros. En Alemania ya hay voces que piden aliviar las sanciones contra el régimen. Impuestas, recordemos, después de que Rusia iniciara una invasión total (y de momento frustrada) de Ucrania el pasado 24 de febrero. Como resultado: más de cinco millones de desplazados, decenas de miles de muertos, ciudades reducidas a escombros y un país económicamente en colapso, con la salida al mar taponada y sin control sobre la cuarta parte de su territorio.

Como comienza a pesar en Europa el precio de los productos y de la energía sobre una estrategia defensiva medianamente seria contra Rusia, cabe hacerse la pregunta. ¿Por qué están fracasando buena parte de las sanciones? ¿Cuál es el precio de recular o relajarlas? Para responder estas cuestiones, viene un invitado de excepción: Luis Garicano, vicepresidente de los liberales en el Europarlamento y catedrático de Economía por la London School of Economics.

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