El hecho de que solo mínimos detalles se hayan filtrado al público sobre el rumbo de las negociaciones en Barbados para dirimir el conflicto venezolano indica que hay esperanzas de que lleguen a buen puerto: unas elecciones presidenciales libres. En esta misma tribuna hemos señalado lo difícil de que esa intermediación liderada por Noruega tenga un final feliz debido a los múltiples intereses en juego. Pero difícil no es imposible y el centro moderado de ambos lados es el que se está imponiendo.

También en esta tribuna hemos señalado a Diosdado Cabello como la gran piedra de tranca de una transición democrática. Sus nexos con el Cartel de Los Soles, el grupo de generales venezolanos presuntamente involucrados en el narcotráfico, lo hacen una pieza fundamental para EEUU, que ya ha dicho que levantará sanciones contra todo el mundo menos contra aquellos que hayan traficado con drogas. Por eso, por ejemplo, piden a España la extradición del general Hugo Carvajal a pesar de que éste fue de los primeros en respaldar a Guaidó.

Sin embargo, no sería raro que EEUU negociara con Cabello. Es la naturaleza estadounidense hacerlo a cambio de un botín mayor, y qué mayor botín que la reactivación de Venezuela como motor económico cuando se avecina una recesión en año electoral. Eso sin contar con un hecho de carácter fundamental para Washington: la desactivación de la ruta de la droga más importante de América y del santuario para grupos terroristas ligados al fundamentalismo islámico.

Fuentes muy cercanas a Cabello nos indican que ya hubo un acercamiento con Washington en 2017, sin aclarar si hubo acuerdo o no. No se debe olvidar que Diosdado era el hombre de EEUU en el chavismo a comienzos de los 2000. Chávez lo sabía y por eso siempre mostró, públicamente, su desprecio por él. Nunca lo quiso en posiciones de poder político. Aconsejado por Fidel Castro, el fallecido ex presidente lo entretuvo colocándolo en el centro de los grandes contratos económicos y empujándolo hacia el negocio de la droga, puntada final para enemistarlo con los estadounidenses. Luego, a la hora de la verdad, el sucesor designado fue Maduro.

Un pez gordo debe ser sacrificado: EEUU puede haber decidido que ese cabeza de turco sea Tarek El Aissami

Lo cierto es que un pez gordo debe ser sacrificado ante las masas del Coliseo. EEUU puede haber decidido que ese cabeza de turco sea Tarek El Aissami, el poderoso jefe chavista a quien Maduro infló económicamente al llegar al poder para contrarrestar a Cabello.

El descendiente de sirios es el nuevo integrante de la lista de los más buscados por las agencias del gobierno estadounidense. Los presuntos nexos de este personaje con Hezbollah y el fundamentalismo islámico lo ponen en la mira de Washington, pero realmente de quien siempre ha sido un objetivo es de Israel. Para desgracia de El Aissami, la CIA negocia, pero el Mossad no.

Tras la inclusión de El Aissami entre los más buscados por EEUU, Cabello, por primera vez, apoyó públicamente las negociaciones con Guaidó y la Asamblea Nacional. ¿Coincidencias? En la política hay pocas.

Todos los pasos que se van dando tienen su sentido dentro de las negociaciones, incluyendo la reinserción de Venezuela en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Aunque algunos sectores del radicalismo opositor a Maduro señalen que este paso es para remover por la fuerza al dictador, lo cierto es que es para garantizar la asistencia humanitaria post-madurismo.

Venezuela es ahora un territorio ocupado por paramilitares, guerrilleros, mafias y bandas criminales

No olvidemos que Venezuela es un territorio ocupado por paramilitares, guerrilleros, mafias y bandas criminales que abarcan más de un estado del país. Las menguadas Fuerzas Armadas venezolanas no pueden solas con ese caos, que actualmente no está desatado gracias a un precario acuerdo tácito entre el régimen de Maduro y esos grupos violentos, algo impensable en un eventual gobierno democrático. Que se abra esa Caja de Pandora, desatando un escenario a lo Libia o Siria, es a lo que temen los aliados de Guaidó, por lo que la reinserción en el TIAR era un paso fundamental.

Como van las cosas, no es descabellado pensar en unas elecciones presidenciales libres en Venezuela para el 2020, sin Maduro en la presidencia pero quizás sin Guaidó también, lo cual no quiere decir que no puedan ser candidatos. El régimen de facto ya acepta que hayan unas elecciones con nuevas autoridades electorales, pero con el dictador en el poder y previo levantamiento de sanciones.

Los únicos con interés en que no haya una solución electoral en Venezuela son quienes no tienen los votos, que son los extremos de ambos bandos. En una confluencia de intereses que ya es habitual, desde los flancos, uno rojo y otro azul turquesa, enfilan sin pudor los cañones contra Guaidó. En ese sentido, ahora van contra Leopoldo López, aprovechando cualquier cabo suelto de quien lleva ya veinte años en política y cuenta con una familia muy activa en distintos escenarios. Es un problema a atender por el bien del final feliz que aspiramos los demócratas: la transición a la democracia.

*** Francisco Poleo es analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.