El PSOE ha vuelto a desplazar la linde de sus principios irrenunciables y ha pactado una moción de censura para hacer alcalde al candidato de EH Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona. Desbanca así al gobierno de UPN sólo seis meses después de que el PSN facilitase la investidura de la lista más votada.

Antes y después de la campaña del 28-M, la entonces candidata socialista Elma Saiz aseguró que no haría alcalde al bildutarra Joseba Asirón.

Hace dos semanas, el líder de los socialistas vascos reiteró que su formación nunca apoyaría un gobierno de Bildu en Euskadi mientras los aberzales no renegaran de su pasado terrorista.

Y tan sólo un mes atrás, Pedro Sánchez quiso desvincularse de los de Arnaldo Otegi en su discurso de investidura recordando que UPN gobernaba Pamplona gracias a que el PSN no había apoyado a Asirón.

Parece que el PSOE ya ha vencido el escrúpulo moral que esgrimía para no llegar a acuerdos con Bildu si no condenaban la violencia de ETA.

Allanó el camino la abstención (presuntamente gratuita) de Bildu para permitir formar Gobierno a María Chivite en Navarra. Y Sánchez sancionó luego el proceso de normalización de los aberzales al fotografiarse con Merxe Aizpurua en su ronda de contactos para su investidura, incorporando al partido vasco a su bloque de gobernabilidad.

Se dijo que no existía ningún pacto suscrito con la formación de Otegi a cambio del préstamo de sus votos a Sánchez. Ahora ya ha trascendido el último cambalache que quedaba por conocer del PSOE con el independentismo.

Porque resulta evidente que la alcaldía de Pamplona es el pago a Bildu por su apoyo a la investidura, aunque tanto PSN como Bildu hayan querido presentar la moción de censura como una cuestión puramente local.

Con este movimiento, el PSOE se muestra ingrato con el PP, quien demostró más altura de Estado al permitir a los socialistas gobernar Vitoria para no tener que apoyarse en Bildu. Lo mismo ocurrió en Barcelona. 

Sánchez se reafirma en su tóxica política de bloques. Lo que ha llevado a UPN a dar por rotas las relaciones con el PSN y a Feijóo a lamentar que, ante la triste evidencia del "pacto encapuchado", las escasas posibilidades que había de llegar a acuerdos con el PSOE se han tornado prácticamente imposibles.

El mayor problema de esta política polarizante apuntalada sobre muros infranqueables es que, al estar trazada bajo criterios de alineamiento ideológico, acaba haciendo, irónicamente, extraños compañeros de cama.

Porque sólo desde un cinismo mayúsculo puede calificarse a Bildu, como ha hecho Óscar Puente este miércoles en el Congreso, de "partido progresista democrático". 

Sobre esta perversión semántica ya alertó proféticamente Pilar Ruiz Albisu, madre del asesinado por ETA Joseba Pagazaurtundua, en una carta abierta a Patxi López.

"Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son", escribió.

Aquel lúgubre vaticinio se empieza a cumplir hoy en Pamplona no sólo en cuanto a los "nombres que no son", cuando el PSOE ya habla de los legatarios del terrorismo como demócratas y progresistas. Sino también en lo relativo al propio Patxi López, que este miércoles ha salido a defender la alianza con Bildu en la capital navarra.

Se diría que cuando la madre de Pagazaurtundua vaticinaba que a los "pasos" de López se les llamaría "valientes" estaba presagiando también la insensata y amoral temeridad de Sánchez. El resultado es el mismo. "¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!".